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Internet y el fin del mundo conocido: Assayas contra la revolución digital
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en la xv edición del festival de cine de sevilla

Internet y el fin del mundo conocido: Assayas contra la revolución digital

El cineasta parisino disecciona el cambio de paradigma en la forma de relacionarnos desde la llegada de internet en su última comedia, 'Non-fiction', protagonizada por Juliette Binoche

Foto: Olivier Assayas en una imagen de archivo. (Wikimedia Commons)
Olivier Assayas en una imagen de archivo. (Wikimedia Commons)

Los personajes de la última película de Olivier Assayas (París, 1955) se pasean de casa en casa, de conversación en conversación, tratando de encontrar algún punto de apoyo del mundo que conocieron y que ahora, si no ha desaparecido, está en plena decadencia. Todos son intelectuales, 'bobós' (burgueses bohemios), que encontraron su parcelita de poder algunos, de subsistencia otros, en el mundo de la cultura y la política. Alain (Guillaume Canet) es un editor de prestigio que ve cómo las ventas de sus libros menguan como la libido de un matrimonio aburrido, Selena (la ubicua Juliette Binoche) protagoniza una serie sobre policías (o especialistas en situaciones de emergencias) que provee bien la cartera pero no tanto el espíritu, Léonard (Vincent Macaigne) es un escritor algo cínico y narcisista que lucha por mantener cierta integridad creativa a pesar de, él sí, tener los bolsillos vacíos y Valérie (Nora Hamzawi), la mano derecha de un político con buenas intenciones en un época en la que nacie cree en las buenas intenciones de los políticos. Todos juntos y revueltos entre copa y copa, polvo y polvo, mientras sus realidades y sus medios de vida se tambalean.

En 'Non-fiction', Assayas y sus personajes van desgranando sus dudas e inquietudes sobre el tiempo de cambio que les ha tocado vivir: la llegada de internet y la desmaterialización de los contenidos culturales, los cambios de valores de las nuevas generaciones, la pérdida de contacto con el público de masas del cine, la literatura e, incluso, el periodismo tradicional, la aceptación de la postverdad, la mentira (o al menos la ocultación) como pegamento de las relaciones, ya sean amorosas o políticas... Todos los pilares sobre los que han construido su forma de vivir y de pensar ya no sirven y no saben qué hacer, además de filosofar, para mantenerse a flote. Assayas, que ganó el premio a Mejor director en Cannes con su anterior película, 'Personal Shopper', vuelca todos sus miedos y sus incertidumbres en 'Non-fiction', que tras su paso por Venecia y Toronto llega a la XV edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla (SEFF), que se celebra del 9 al 17 de noviembre.

PREGUNTA. En 'Non-fiction' usted plantea que con la llegada de internet los paradigmas sobre los que las personas construíamos la realidad han desaparecido. ¿Qué es la realidad? ¿La burbuja en la que vivimos dentro de las redes sociales? ¿Lo que cuentan los medios de comunicación tradicionales? ¿Lo que dice una imagen o lo que queda fuera de ella?

RESPUESTA. Creo que se ha convertido en uno de los grandes retos de hoy en día. Todos tenemos problemas para saber qué es real, todos cuestionamos todo. Todos los puntos de referencia que teníamos han desaparecido de alguna forma u otra y ya no hay respuestas sencillas. Y eso da mucho miedo, porque significa que se ha abierto la puerta a muchas cosas negativas; antes había límites que nos protegían de cosas que pensábamos que pertenecían solo al pasado, pero que ahora han resurgido. Creo que la mayoría estamos intentando ser muy precavidos sobre nuestra forma de pensar e interactuar, porque no tenemos la certeza de hacia dónde evoluciona nuestra sociedad. Creo que estamos en un momento de caos de la cultura moderna.

P. El personaje protagonista habla sobre todo de la pérdida de prestigio de la cultura, en particular de la literatura, y de su pérdida de contacto con el público de masas. ¿Qué ha cambiado?

R. No creo que tenga que ver con que la literatura esté cambiando, porque la literatura no ha cambiado exactamente. La literatura ha estado siempre ha trascendido a este tipo de cambios: cualquiera con un bolígrafo puede convertirse en escritor. Pero creo que el individuo que manipula o reconstruye su vida en las redes sociales publicando y mostrando su supuesta vida se ha convertido, en cierta manera, en un artista. Y, en ese sentido, los autores a la antigua usanza están celosos de este reconocimiento que tienen los nuevos creadores de internet. Yo no utilizo las redes sociales, pero la gente que las usa inventa su propio personaje. Se convierten en los ‘autores’ de sus propias vidas. Y en ese sentido, se convierten en rivales de los artistas, especialmente de los creadores que utilizan su vida real como base para su obra y como gasolina para inspirarse. La autoficción, en definitiva. No sé si eso es bueno o es malo, pero es algo que está pasando. Hablo de la comunicación, pero también hablo de la construcción de nuestra propia identidad.

placeholder Juliette Binoche y Guillaume Canet en un momento de 'Non-fiction'. (B Team)
Juliette Binoche y Guillaume Canet en un momento de 'Non-fiction'. (B Team)

P. Entonces, ¿la mayor parte de la culpa en la pérdida de respeto del sector cultural la tiene internet?

R. Realmente creo que es así. La cosa es que gran parte de la culpa la tienen las grandes corporaciones. Porque todo gira en torno al dinero, a los beneficios. Todo gira en torno a la cantidad de gente que puedas tener conectada a la red, a la mayor cantidad posible de hogares que tengan acceso. Lo que han estado vendiendo es la posibilidad de robar música o robar películas o robar información. Nadie está luchando realmente contra la piratería. Estas empresas de internet se dieron cuenta de que el mayor atractivo que podían ofrecer para conseguir clientes era la piratería. Y eso es alucinante. Porque sería muy fácil parar la piratería, pero no lo hacen. ¿Por qué querría nadie tener fibra óptica en casa si no es para descargarse contenidos? Por eso los neoliberales de hoy van de la mano de las grandes corporaciones.

P. También plantea el choque entre la generación que intenta adaptarse al mundo digital y los que ya han crecido en él. ¿La distancia cultural entre generaciones es hoy más grande que nunca?

R. Creo que la distancia emocional que separa a las generaciones no es más grande que en otros momentos de la historia. Yo crecí en los setenta y lentonces sí era enorme. Éramos dos culturas totalmente diferentes que no se entendían en absoluto. En ese momento yo era adolescente y, por supuesto, siempre estaba del lado de lo que estuviese ocurriendo en la calle. Y este choque creo que ya no es tan fuerte. Hoy creo que lo que sí ha ocurrido es que la balanza de poder ha cambiado. Hoy los radicales de los sesenta y los setenta son padres e incluso abuelos y son sus valores los que se ponen en cuestión. Sus hijos y sus nietos han puesto en cuestión esos valores liberales en nombre de otros valores que eran los que la anterior generación combatía en su juventud.

placeholder Vicent Macaigne en un momento de 'Non-fiction'. (B Team)
Vicent Macaigne en un momento de 'Non-fiction'. (B Team)

P. Los personajes más adultos de 'Non-fiction' desconfían de la política, mientras que los más jóvenes ni opinan ni les interesa. ¿Cree realmente que a la juventud de hoy le da igual la política?

R. Creo que dentro de la juventud y en mi película hay dos tipos de personajes jóvenes con distinta relación sobre la política. El personaje de Christa es una especie de tecnócrata, incluso si a su manera es demócrata, pero no tiene una opinión porque no piensa de esa forma. A ella le han enseñado a pensar en cómo funcionan las cosas más que en poner en cuestión cómo funcionan las cosas a nivel global. Pero en el lado contrario está el personaje de Valérie, que es más pragmática y realista, que intenta hacer un trabajo útil dentro de la política. Piensa que la política no es una abstracción, que no es sólo sobre ideas y teorías, sino que puede cambiar significativamente el día a día de las personas. Y creo que ambas son representativas de las jóvenes de su generación.

Creo que tiene que ser muy difícil ser político hoy en día, porque no tienen mucho margen de actuación. Creo que una de las razones es porque todos somos conscientes de la manera en la que el mundo está cambiando. Y ven que los políticos no tienen tanto poder como antes. Entonces no pueden tomarles en serio, cuando están a cargo de un país pero están atados de manos para cambiar las cosas que están cambiando a nivel global. La gente espera que la protejan, así que al final los políticos pierden el respeto de la población, porque siguen prometiendo que pueden cambiar las cosas a gran escala y no es verdad, y luego las cosas que sí pueden cambiar a pequeña escala no lo hacen. Creo que eso es lo que está alejando a la gente de la política y creo que eso es desastroso. Cuando teníamos algún tipo de límites, al menos había cierta cultura política tradicional y conservadora que ya no existe. El problema es que el haber perdido el respeto total por los políticos ha abierto las puertas a los peores demagogos.

Los personajes de la última película de Olivier Assayas (París, 1955) se pasean de casa en casa, de conversación en conversación, tratando de encontrar algún punto de apoyo del mundo que conocieron y que ahora, si no ha desaparecido, está en plena decadencia. Todos son intelectuales, 'bobós' (burgueses bohemios), que encontraron su parcelita de poder algunos, de subsistencia otros, en el mundo de la cultura y la política. Alain (Guillaume Canet) es un editor de prestigio que ve cómo las ventas de sus libros menguan como la libido de un matrimonio aburrido, Selena (la ubicua Juliette Binoche) protagoniza una serie sobre policías (o especialistas en situaciones de emergencias) que provee bien la cartera pero no tanto el espíritu, Léonard (Vincent Macaigne) es un escritor algo cínico y narcisista que lucha por mantener cierta integridad creativa a pesar de, él sí, tener los bolsillos vacíos y Valérie (Nora Hamzawi), la mano derecha de un político con buenas intenciones en un época en la que nacie cree en las buenas intenciones de los políticos. Todos juntos y revueltos entre copa y copa, polvo y polvo, mientras sus realidades y sus medios de vida se tambalean.

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