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'Educar sin gritos': el bálsamo que necesitan los padres afónicos
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'Educar sin gritos': el bálsamo que necesitan los padres afónicos

La docente y madre Laura Monge publica una guía para evitar alzar la voz a los hijos y propone alternativas "mucho más eficaces"

Foto: En su libro, Monge propone alternativas al grito que solo resulta útil a corto plazo (iStock)
En su libro, Monge propone alternativas al grito que solo resulta útil a corto plazo (iStock)

“No se trata de supervivencia”, escribe Laura Monge al comienzo del libro. Se refiere a acompañar a los hijos sin que los gritos perturben el camino. Que su cama siga sin hacer a avanzadas horas del día o que se pongan de morros ante la idea de dejar la serie a medias e ir a ducharse puede generar una frustración en los adultos que desemboque en la creencia de que alzar la voz es la única solución. ‘Educar sin gritos’ (SoldeSol) se pone a la altura de los padres agotados para comprenderlos, pero también para entender a sus hijos.

Laura Monge es doctora en Farmacia, tiene un máster en Formación del Profesorado de Educación Secundaria y Bachiller, es madre de cinco hijos y su libro se presenta como un bálsamo para esos padres afónicos y niños incomprendidos. Si al principio aseguraba que no se trata de sobrevivir, más adelante se sincera: no existe una fórmula mágica para cada familia. Lo que sí existe es “el afecto, la paciencia, la dedicación, el respeto…”

'Educar sin gritos' (SoldeSol)“Háblame bajito”

“Supongo que, con alguna que otra salvedad y aunque nos pese, quien más, quien menos ha acabado en alguna ocasión gritando a sus hijos”, asume Monge, que recalca que somos “humanos e imperfectos”. El libro recoge variadas alternativas al socorrido grito y también explica por qué es conveniente dejar de hacerlo: es verdad que el grito alerta al niño y puede funcionar momentáneamente, pero también lo pone en “modo defensa”. “Después de una interacción negativa no tendrá disposición a aprender, a reflexionar, a pensar en las consecuencias de sus actos o a mejorar”. También insta a tratar de dejar los gritos teniendo en cuenta que los padres son el modelo: si gritamos, explica Monge, ellos acabarán gritando.

De lo teórico a lo práctico, repasa conceptos más científicos, como el desarrollo del cerebro del niño. Monge ilustra las situaciones con ejemplos y propone ejercicios o juegos para gestionar la conducta de los hijos en situaciones cotidianas antes de que estalle el monstruo del chillido. ‘Educar sin gritos’ no impone, sino que ofrece un surtido de ideas para guiar a los pequeños en sus diferentes etapas. Algunos de sus consejos, por ejemplo, consisten en reforzar comportamiento sin “peros” instantáneos, preguntar a los hijos cómo se sienten y hacerles sentir especiales. Monge propone empatizar para conectar y estar en sintonía antes de redirigir su conducta. También se inclina por no reducir los límites al mínimo, teniendo siempre en cuenta que no hay que confundir “la disciplina con una actitud autoritaria”. “La firmeza y la flexibilidad no están peleadas”.

Después de una interacción negativa no tendrá disposición a aprender

Una lectura tierna y didáctica dividida en once capítulos y que Monge recomienda “leer poco a poco, reflexionar, poner en práctica y volver a reflexionar”. Los rellena de ideas, guías, ilustraciones, positivismo y hábitos para facilitar la vida familiar. La también docente hace gala de una constante empatía con la que recuerda la falta de sueño crónica de la mayoría de los padres con niños pequeños o la carga laboral que continúan soportando. A lo largo de las páginas, repite una constante: “Merece la pena intentarlo”.

“No se trata de supervivencia”, escribe Laura Monge al comienzo del libro. Se refiere a acompañar a los hijos sin que los gritos perturben el camino. Que su cama siga sin hacer a avanzadas horas del día o que se pongan de morros ante la idea de dejar la serie a medias e ir a ducharse puede generar una frustración en los adultos que desemboque en la creencia de que alzar la voz es la única solución. ‘Educar sin gritos’ (SoldeSol) se pone a la altura de los padres agotados para comprenderlos, pero también para entender a sus hijos.

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