La discriminación invisible: ¿es la izquierda antisemita?
Un mural callejero desata una de las batallas culturales del año y superventas del ensayo radical como Owen Jones entran al debate
En las últimas semanas, el debate político británico ha estado dominado por una pregunta inquietante: ¿se toma el Partido Laborista suficientemente en serio acabar con el antisemitismo en sus filas? ¿O más bien estamos estamos ante una discriminación que consideran de segundo nivel comparada con el machismo, el racismo y el clasismo? El origen de la polémica es cultural: un mural callejero del artista angelino Mear One, donde se representa a un grupo de viejos judíos, con sus trajes oscuros y sus narices ganchudas, reunidos frente a un tablero de Monopoly. Las autoridades locales lo borraron la obra en octubre de 2012 de la pared de un barrio del este de Londres, por reproducir estereotipos antisemitas. El artista se quejó públicamente en Facebook.
Hasta aquí, todo normal, si no hubiera sido porque Jeremy Corbyn -actual líder del Partido Laborista- se animó a dejar una gracieta en la sección de comentarios. “¿Por qué (te quejas)? Estás en buena compañía. Rockefeller destruyó un mural de Diego Rivera donde aparecía Lenin”. Estas palabras indican que el dirigente izquierdista venía el derribo como un acto de censura, no de dignidad ciudadana. Todo ocurrió hace casi seis años, pero ha vuelto a salir a la luz gracias a las investigaciones sobre el pasado del aspirante a primer ministro.
Ascenso de las agresiones
El asunto no debe tomarse a la ligera, ya que las agresiones antisemitas están batiendo récords en Inglaterra, según un informe del Community Security Trust, que revela que han ascendido un 34 por ciento en los últimos doce meses. En concreto, se registraron 1.382 a lo largo de 2017. Esta asociación civil lleva recabando datos desde 1984. El ascenso lo atribuyen a la retórica de alto voltaje del referéndum del Brexit y al debate sobre el antisemitismo del partido Laborista. Ambos factores han animado a los denunciantes a no callarse. Mas del 65% de los incidentes se produjeron en el área del Gran Manchester, donde residen las dos mayores comunidades judías del país.
A lo largo del pasado 2017 se registraron 1.382 agresiones antisemitas en Gran Bretaña, un 34% más que el año anterior
La situación es incluso peor en Estados Unidos, donde los incidentes antisemitas aumentaron un sesenta por ciento en 2017 según informa la cadena de televisión CNN. La Liga Antidifamación Judía registró 1.986 casos de acoso, vandalismo y agresiones físicas durante el año pasado. Aryeh Tuchman, directora asociada de la Liga, afirma que “vivimos un descenso de civismo en el país. Personas que antes escondían sus inclinaciones antisemitas se sienten más libres de expresarlas ahora”.
"Todos hemos fallado"
Owen Jones, referente mediático del socialismo británico, reconoce la existencia del problema, aunque matiza que es minoritario. Culpa a un pequeño grupo de 'conspiranoicos', que no representan al grueso del laborismo. “Mientras los izquierdistas ven el capitalismo como una serie de relaciones de poder, los conspiranoicos lo centran en individuos que mueven los hilos desde las sombras. En vez de mirar las grandes finanzas como un sistema, se centran en -digamos- las familias Rockefeller o Rothschild. Esa es la poderosa conexión entre las teorías de la conspiración y el antisemitismo. En general, el prejuicio contra los judíos viene de la fusión de conceptos de la izquierda (las élites opresoras y explotadoras) con tópicos antisemitas”, señalaba en un reciente artículo en la revista Huck. Por su parte, Corbyn se disculpó públicamente, al tiempo que reconocía “bolsas de antisemitismo en el partido” y aludía específicamente a su comentario en Facebook. “Lamento sinceramente no haber mirado con más atención la imagen que comenté, cuyo contenido es profundamente molesto y antisemita”.
Tanto Jones como Corbyn se han acercado al Jon Lansman, fundador de Momentum, la corriente social y popular de apoyo a la candidatura de Corbyn. Lansman es judío y víctima de abusos antisemitas dentro de los simpatizantes del partido. “Creo que todos hemos fallado a la hora de actuar suficientemente rápido y con suficiente profundidad contra el antisemitismo”, declara Lansman en la siguiente vídeoentrevista (minuto 01:48).
Solo se discute el tamaño
En realidad, la polémica resulta espinosa porque chocan dos tendencias políticas, ambas reales. Una es el antisemitismo de la izquierda, del que nadie discute su existencia, solo su tamaño. La otra es una campaña mediática de acoso y derribo contra Corbyn donde todo vale, por ejemplo llamarle agente de la KGB sin aportar pruebas. En un desastroso intento de apoyar a su candidato, miles de seguidores firmaron una carta que donde acusaban a quienes pedían una disculpa a Corbyn por el comentario del mural de ser parte de “una campaña organizada por un poderoso lobby”. Claramente, un enfoque conspiranoico para describir una campaña de activistas antidiscriminación.
El propio Owen Jones denunció el problema en un artículo de 2016, titulado 'El antisemitismo es un veneno contra el que la izquierda debe luchar'. El texto arrancaba así: “El antisemitismo es una amenaza. No es solo el rechazo dominante de los primitivos neonazis; es una arcaica enfermedad que se propaga también por los círculos progresistas. Habrá mucha gente que lea esto y piense, "¿pero qué pasa con Israel?". Lo sé porque cada vez que tuiteo sobre antisemitismo, alguien me contesta con unos argumentos que siguen esa línea. Siento sonar demasiado fariseo, pero si fuiste tú, entonces eres parte del problema”, señalaba.
Izquierda antirreligiosa
¿Ocurre esto en España? Santiago Alba Rico, referente de la izquierda nacional desde los años ochenta, explica su enfoque sobre el asunto. “El antisemitismo en la izquierda es muy residual; la islamofobia, en cambio, es central. Se trata de una islamofobia asociada muy a menudo a la cuestión de género y al laicismo y que forma parte de la mitología del estado israelí: los musulmanes fanáticos, homofóbicos y machistas contra los que luchan, al lado de los europeos, los tolerantes, laicos y democráticos israelíes”, afirma.
"El laicismo puede ser fanático, teológico y colonial y la religión puede ser laica, republicana y anticolonial", dice Alba Rico
El autor nos remite también a uno de sus artículos, donde explica con detalle el problema: “La islamofobia es el mejor aliado del Estado Islámico y del terrorismo yihadista, un fenómeno, por cierto, marcadamente occidental. En todas partes la izquierda, aislada y sin contacto con la realidad, debe romper -junto a otras tradiciones nefastas- con su herencia antireligiosa. Marx dijo, sí, que ‘la religión es el opio del pueblo’, pero para recordar que lo es porque ella (la religión) ‘es el corazón de un mundo sin corazón, el espíritu en condiciones sociales en las que el espíritu ha sido excluido’. En un mundo sin corazón, en condiciones despojadas de ‘espíritu’, no es posible ni cambiar el mundo ni transformar esas condiciones sin negociar con los corazones y los espíritus. El laicismo puede ser fanático, teológico y colonial y la religión puede ser laica, republicana y anticolonial”. Resumiendo: fuimos a preguntar por un problema de la izquierda -el antisemitismo- y por el camino encontramos otros dos, la islamofobia y el sentimiento antirreligioso.
En realidad, hablamos de un problema de toda la sociedad española, del que la izquierda tenía complicado escapar. La Liga Antidifamación Judía publicó un informe en 2010 que revelaba que el 74% de los españoles tienen un mala opinión de los judíos. Se señalaba a España como el país más antisemita de Europa, junto con Polonia y Hungría.
En las últimas semanas, el debate político británico ha estado dominado por una pregunta inquietante: ¿se toma el Partido Laborista suficientemente en serio acabar con el antisemitismo en sus filas? ¿O más bien estamos estamos ante una discriminación que consideran de segundo nivel comparada con el machismo, el racismo y el clasismo? El origen de la polémica es cultural: un mural callejero del artista angelino Mear One, donde se representa a un grupo de viejos judíos, con sus trajes oscuros y sus narices ganchudas, reunidos frente a un tablero de Monopoly. Las autoridades locales lo borraron la obra en octubre de 2012 de la pared de un barrio del este de Londres, por reproducir estereotipos antisemitas. El artista se quejó públicamente en Facebook.