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Buñuel, Carrière y las mil y una formas de decir p...
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'la palabra y la cosa'

Buñuel, Carrière y las mil y una formas de decir p...

El cineasta y su guionista jugaron un día a ver cuántos sinónimos de polla eran capaces de decir. Carrière transformó el reto en un libro que llega adaptado al español y al teatro por Ricard Borrás

Foto: Jean-Claude Carrière. Foto: EFE/Alejandro García
Jean-Claude Carrière. Foto: EFE/Alejandro García

El pene, el pito, el falo, el miembro, la cachiporra, el palo mayor, el nabo, la berenjena, el sable, la espada, la jeringa con peluquín, la estilográfica del yogur, el dedo sin uña, el bohordo, el rabo, la pilila, la pija, la zambomba, pero también "la punta de la barriga", de la que se habla en 'La Celestina'; "el juguete que ni hiere, ni mata, ni pica, ni muerde" gongoriano; "soy, aunque polla, muy dura / yo para ru reverencia'", del 'Fuenteovejuna' de Lope de Vega o, como escribió Samaniego, "mas apenas su amor ella ensaya / cuando enseñó el cadete un trastivaya / tan largo, tan rechoncho y desgorrado / que mil monjes le hubieran codiciado".

Cuenta Jean-Claude Carrière que con Luis Buñuel se trabajaba "hasta que nada más pudiera salir de la imaginación". Un día, estirándola al límite, el director español propuso un juego. Estaban en el apartamento neoyorquino de su hijo Rafael y los tres, cada uno en su lengua materna (español, inglés y francés), se retaron a ver quién era capaz de decir más sinómimos y eufemismos de la palabra polla. "Ganó el francés en menos de una hora", recuerda hoy quien fuera el guionista del cineasta de Calanda durante casi 20 años y con quien firmó nueve proyectos, seis de los cuales se convirtieron en películas hoy tan míticas como 'Ese oscuro objeto de deseo', 'Belle de Jour' o 'La vía láctea'.

Esa anécdota permaneció en algún lugar de la mente de Carrière hasta que un día una amiga suya, que se subsitía en Nueva York gracias al doblaje de películas porno al francés, le contó que estaba cansada de repetir una y otra vez un repertorio limitadísimo y paupérrimo de obscenidades y ordinarieces. Ella le dio sin darse cuenta la idea para crear 'Les mots et la chose. Le grand livre des petits mots incovenants', un libro que publicó en 1983 y que posteriormente adaptó y protagonizó en el teatro, donde una joven actriz porno le pide por carta a un filólogo experto en léxico erótico que la ayude a ampliar su vocabulario en materia de sexo. "Ahora es una actriz de sesenta años y pico, y muy buena, que ha conservado nuestras primeras cartas, escritas a mano", confirma el guionista y dramaturgo francés a El Confidencial.

'La palabra y la cosa'

Años más tarde, el reto para el dramaturgo Ricard Borràs era adaptar al castellano y al catalán la profusión de términos sexuales del francés. No era fácil porque no servía la traducción literal y trasladar la obra a nuestro idioma parecía un reto imposible habida cuenta de que la literatura libertina del siglo XVIII de la que bebe el original es inexistente en España. Por eso, Borràs, con la ayuda del filólogo, cervantista y catedrático emérito de la UAB, Alberto Blecua, buceó en el Siglo de Oro español y en los autores sicalípticos de finales del XIX y principios del XX para crear ese catálogo de palabras que derriban tabúes y van desde la picardía de nuestros antepasados a la pérdida de tapujos actual.

'La palabra y la cosa. Un paseo eurdito por las posibilidades eróticas de nuestra lengua', que acaba de publicar Blackie Books y, tras su paso por el Grec el año pasado, llega en su versión teatral a los Teatros del Canal (del 2 al 27 de noviembre), protagonizada por Borràs y Elena Barbero y dirigida por Pep Anton Gómez, es un hilarante viaje por el sexo y, sobre todo, por la lengua que se detiene en Cervantes, Quevedo, Francisco de Rojas, el Arcipreste de Hita, Lope de Vega o Góngora para descubrir las mil y una maneras de nombrar al sexo.

Los órganos sexuales, el coito, la masturbación, el sexo anal y oral, el orgasmo o el gatillazo adoptan sus caras más toscas pero también las más literarias y las más sublimes en este libro y esta obra que son mucho más que un mero listado de palabras. Son un paseo por la riqueza del lenguaje denostado y por la vida de una lengua que en España ha conseguido mantener su riqueza, en materia de sexo, a pesar de la censura y la represión. De hecho, cuando Borràs le propuso a Carrière traducir su obra, el francés le dijo que sí pensando que era una empresa imposible. Se equivocó. "Yo pensaba que el vocabulario español y catalán serían mucho más pobres por la Inquisición, que prohibió todo por siglos. Pero, gracias a Dios y a todos los santos (y santas), la fuerza de la imaginación popular ha vencido. Fue una lucha clandestina pero, finalmente, victoriosa", explica a este periódico.

Porque follar, joder o hacer el amor, también es desembozar, trajinar, cubrir, "regar el perejil", que dijo La Maña, meterla en caliente, comer pan de higo, hilar y enhebrar, o "usar la máquina de coser", como lo definió un elocuente Dalí. "Sópome el clavo echar; él comió la vianda, e a mí fiso rumiar", escribió nada menos que el Arciprestre de Hita en 'El libro del buen amor'. Y Cervantes, en 'Rinconete y Cortadillo', habla de "yacer en beco" o "disfrutar del gozoso estado". Y quién no ha escuchado eso de "gozar del deleitoso yerro del amor" de Calixto y Melibea.

"Aquella noche corrí / el mejor de los caminos, / montado en potra de nácar / sin bridas ni estribos", escribió Federico García Lorca. Y Sagarra, en 'Vida Privada', agrega: Ella "se abandonó a la democracia privada, y una mala lengua aseguraba que una noche entre las barcas la habían visto retorcerse como un congrio sacado del agua, bajo las expansiones poco refinadas de un muchacho". "Cuando una muchacha ya lo ha catado, dice un poeta barroco que le han 'roto la luna del armario'; Jerónimo de Salas Barbadillo, que le han 'cortado su primer racimo de la viña'. Sagarra dice que el han 'roto la urna intacta de su mancebía', Quevedo que 'ya solo tiene la flor del berro'. Y a propósito del tema don Pero Grullo, en la 'Pícara Justina', fanfarronea: 'pienso estampar en su entereza el non plus ultra asido de mis columnas", añade Borràs.

Un idioma, que se habla y escribe, es un arma. La más eficaz

El coño es el 'mirlo florido' de Quevedo, la gruta del papa, la torta con manteca que dijo Góngora, la poética 'caverna coral para juguetear el mismo sueño que en tu gruta sueñas' de Alberti; el bollo de crema, la sonrisa vertical o el 'botón secreto' de Aleixandre. "¡Turbulenta avispa / que vuela en tu flor / soy la roja chispa / del yunque de Thor!", escribió Valle-Inclán. Mientras que al practicar sexo anal también podemos coger el subterráneo de la calle de la Luna, tomar la comarcal, enchufar el circuito auxiliar, coger la puerta de atrás o hacer perforaciones off shore, y si hacemos espuma con las encías, soplamos el caramillo, tomamos al hombre de forma líquida, montamos la clara a punto de nieve o lo hacemos "pasico, bonico y quedico", que dijo Francisco Delicado en 'La lozana andaluza', estaremos hablando del sexo oral.

Porque, como le dijo Carrière a Borràs, también "es muy divertido hacer el amor en castellano". Y encima de un escenario. El dramaturgo francés, además de fiel colaborador de Buñuel, lleva más de 35 años trabajando con uno de los más grandes del teatro internacional: Peter Brook. Dice que "el teatro siempre está vivo", como la lengua. Quizás por eso 'La palabra y la cosa' nunca ha sido una obra que estuviera cerrada para él. Tras publicarla en 1983, la reeditó en los años noventa y 2005 se subió al escenario para protagonizar su versión escénica francesa. Y podría seguir modificando y ampliando la obra. "Un idioma es una cosa viva que cambia cada generación, por lo menos. Hay una base permanente, pero es imposible 'cerrar' un lenguaje. Hay que vivir con las palabras de tu tiempo. Por eso, yo soy alumno de las jóvenes generaciones", explica. En definitiva, eso es 'La palabra y la cosa', una oda al lenguaje porque, zanja Carrière, "un idioma, que se habla y escribe, es un arma. La más eficaz".

"Trabajar con Buñuel era difícil y apasionante"

En multitud de ocasiones, Jean Claude Carrière (Colombières-sur-Orb, Francia, 1931) ha contado que trabajar con Luis Buñuel era "vivir con Buñuel". El guionista, escritor, dramaturgo y actor ha trabajado con Peter Brook, Jacques Tati, Jean-Luc Godard, Louis Malle, Milos Forman o Luis García Belanga; ha escrito los guiones de 'El tambor de hojalata', 'La insoportable levedad del ser', 'Cyrano de Bergerac' o 'El artista y la modelo', de Fernando Trueba, pero siempre ha estado y estará ligado a la figura del director aragonés. Se conocieron en 1963 en el Festival de Cannes y, desde entonces, trabajaron juntos es nueve guiones que se transformaron en seis películas: 'Diario de una camarera' (1964); 'Belle de Jour' (1966-1967); 'La vía láctea' (1969); 'El discreto encanto de la burguesía' (1972); 'El fantasma de la libertad' (1974) y 'Ese oscuro objeto de deseo' (1977). 

"Me han preguntado en mil ocasiones cómo era trabajar con Luis y es imposible contestar. Necesitaría años y años sin llegar a una respuesta. Trabajar con Luis Buñuel era difícil (claro) y apasionante", describe una vez más. Cuenta que todo cambió el día que aprendió a decirle que no. Fue gracias al productor del director español, quien le dijo que Buñuel no quería un mecanógrafo sino un colaborador. "Luis era un hombre muy bueno, sin provocación inútil ni mala leche", añade.

Recuerda que se encerraban en su cuarto para trabajar durante meses en los guiones. Después de tener una primera versión, se separaban otros tantos meses "sin hablar del guion" y volvían a encontrarse para rematarlo. "Para 'El discreto encanto de la burguesía', por ejemplo, escribimos cinco versiones diferentes. Esa, quién sabe, sería su ensañanza: trabajar hasta que nada más pudiera salir de la imaginación".

El pene, el pito, el falo, el miembro, la cachiporra, el palo mayor, el nabo, la berenjena, el sable, la espada, la jeringa con peluquín, la estilográfica del yogur, el dedo sin uña, el bohordo, el rabo, la pilila, la pija, la zambomba, pero también "la punta de la barriga", de la que se habla en 'La Celestina'; "el juguete que ni hiere, ni mata, ni pica, ni muerde" gongoriano; "soy, aunque polla, muy dura / yo para ru reverencia'", del 'Fuenteovejuna' de Lope de Vega o, como escribió Samaniego, "mas apenas su amor ella ensaya / cuando enseñó el cadete un trastivaya / tan largo, tan rechoncho y desgorrado / que mil monjes le hubieran codiciado".

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