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Rihanna tritura a Rihanna sin voz y sin carisma en el concierto de Barcelona
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Rihanna tritura a Rihanna sin voz y sin carisma en el concierto de Barcelona

La cantante de Barbados desfiguró su pasado en un concierto en el que destacó mucho más el repertorio de su último disco, 'Anti'

Foto: Rihanna en concierto. Foto: REUTERS/Mario Anzuoni
Rihanna en concierto. Foto: REUTERS/Mario Anzuoni

Más allá de lo musical, un macroconcierto es un evento interesante a partir del cual intuir hacia donde va el negocio de la música en vivo. Y, tal y como ocurre con los macrofestivales, los espectáculos de grandes recintos que se celebran en Barcelona atraen a un creciente número de público extranjero. Los vuelos de bajo coste, en paradójico contraste con el elevado precio de las entradas, hacen que año tras año las giras internacionales sean cada vez menos para los barceloneses y cada vez más para los turistas. Como los partidos del Barça en el Camp Nou, el Parc Güell o las Ramblas.

Lo primero que se oye en el callejón que conecta el Passeig Olímpic con el Palau Sant Jordi es la flota de camiones que transportan por Europa el material de Rihanna. Son una veintena y la mitad de ellos tienen el motor en marcha aunque no se moverán hasta dentro de cinco horas por lo menos. También se escucha a lo lejos a ese público que ha pagado una entrada más cara y que conversa de la zona de césped anexa al recinto. A los que no se oye hoy ni por asomo es a los revendedores. Hoy es un día triste para ellos porque Rihanna no ha agotado las entradas de su único concierto en España. Y esto, para una pop star de primer orden, es toda una noticia.

Rihanna no ha agotado las entradas de su único concierto en España. Y esto, para una pop star de primer orden, es toda una noticia

Otro detalle de hacia dónde se encamina Barcelona como ciudad: la explanada que queda entre el Estadi Olímpic y el Palau Sant Jordi está hoy cerrada al público. Es vía pública, nunca mejor dicho, pero la organización del concierto ha conseguido vallarla (cabe suponer que con permiso del ayuntamiento), así que hoy solo podrá disfrutar de ella quien tenga una entrada para el concierto. Si esta noche alguien que no ha podido pagarse la entrada quisiera oír a Rihanna desde la calle, no podría.

Rihanna/Drake - 'Work' (explicit)

Un paseíllo para el paseíllo

Tal y como hizo U2 el pasado noviembre, Rihanna también quiere aparecer entre el público. Eso significa recorrer los pasillos subterráneos del Sant Jord. Y se está retrasando tanto su aparición que uno empieza a pensar que Rihanna está reviviendo aquella famosa escena de Spinal Tap. Los agentes de seguridad separan a los fans para abrirle un caminito del todo ridículo ya que la mitad de la pista está vacía y solo tres metros más allá de donde le han montado el pasillo Rihanna podría caminar a sus anchas.

Rihanna aparece en la pista del Sant Jordi rodeada de un enjambre de guardaespaldas. Viste una extraña camisa de fuerza fashion con capucha blanca

Pero bueno, el espectáculo es así y Rihanna aparece en la pista del Sant Jordi rodeada de un enjambre de guardaespaldas. Viste una extraña camisa de fuerza fashion con capucha blanca y llega a la mesa de sonido, posiblemente el espacio menos glamuroso de un concierto. Tranquila, el diseñador de la gira ha tenido la genial idea de cubrirla toda con una lona articulada de plástico blanco que forma un podio en medio del recinto. La estrella subirá por una escalerilla blanca de mano y se dará, por fin, el verdadero baño de masas en Barcelona. Abajo, varios guardaespaldas y técnicos están ya mucho más relajados. De hecho, se parten de la risa.

Una pasarela para que vuele

En esa endeble estructura blanca, Rihanna canta 'Stay' y 'Love the way you lie'. Bueno, las menciona fugazmente sin terminarlas. Y tras descubrirse el pelo, avanza por una pasarela también blanca desde la que despachará 'Woo' y 'Sex with me'. Avanza y retrocede por la pasarela, contoneándose del modo más sensual que sabe, pero los cuatro anclajes que sostienen la pasarela en el aire no paran de moverse. Más que excitarse por sus movimientos, uno teme que se caiga. Debe ser complicado bailar con convicción colgada ahí arriba, pero así es el espectáculo. Alguien tiene que hacer estos números para que el resto del mundo sienta estar ante un ser extraordinario.

Cuando Rihanna pisa al fin el escenario, llevamos diez minutos de concierto y ya se ha pulido cinco canciones. Ese será el ritmo del concierto

Cuando Rihanna pisa por fin tierra firme, el escenario, llevamos diez minutos de concierto y ya se ha pulido cinco canciones. Ese será el ritmo del concierto: menciones breves a títulos archiconocidos de su repertorio, instrumentales de relleno para cambiarse de ropa y algo más de tiempo para centrarse en las canciones de 'Anti'. Por cierto, en el escenario ya le esperan cuatro bailarines. Ah, y cuando suene 'Bitch better have my money', el séptimo u octavo título del repertorio de la noche, aparecerá del sótano del escenario toda la banda y los coristas. Ahora sí que ya estamos todos.

Rihanna en Barcelona el 21 de abril de 2016 - 'Stay'

Poca voz y menos carisma

A ver, parece que hayan ocurrido muchas cosas, pero, en realidad, aquí aún no ha pasado nada. Rihanna actúa como una vedette de revista picante de toda la vida. Arropada por los bailarines luce más, pero su voz nunca tuvo una textura muy especial, más allá del deje caribeño de los cortes más cercanos al dancehall y del aire fumado de sus últimas interpretaciones en 'Anti'. Precisamente en 'Bitch better have my money' la de Barbados grita como una bellaca y se le ven las costuras vocales. Otra de las constantes de la velada es que esquivará cualquier estribillo en el que pueda quedar en evidencia su limitado registro. Es el caso de la que sigue: 'Consideration'.

En 'Bitch better have my money' la de Barbados grita como una bellaca y se le ven las costuras vocales

A diferencia de otras giras de estrellas pop con presupuesto, en las que los cambios de escenario y el contraste entre números musicales hace que no puedas recordar lo que has visto cinco minutos atrás, las canciones avanzan aquí más rápido que el show. Lo que hace un rato era el suelo se ha elevado para transformarse en el techo. El fondo blanco del escenario se queda ahí casi toda la noche. La corte de Rihanna también viste de blanco. Y les luce bastante más que al trío de Bryan Adams en aquella gira de 1997 en la que todos iban de blanco, pero parecían salir de un anuncio de Colón.

Rihanna - 'Bitch better have my money'

Reflexiones a medio concierto

Ha pasado media hora de concierto y Rihanna se ha pulido más de la mitad del repertorio de la noche. Incluidas una mini-mención a 'All of the lights' de Kanye West y otra a su célebre 'Umbrella', en una versión con arreglos de rockero gritón de gimnasio que apenas le dura minuto. ¡La canción que le dio la vida! ¡La única realmente intransferible de su carrera! Es hora de poner en orden algunas ideas e intentar deducir de qué va Rihanna en 2016. Está triturando su pasado, está despachando títulos que en otras giras serían el clímax. ¡Como si le sobrasen! Ni siquiera cantará 'Don't stop the music'.

¿De qué va Rihanna en 2016? Está triturando su pasado, está despachando títulos que en otras giras serían el clímax. ¡Como si le sobrasen!

Rihanna está desfigurando a la vieja Rihanna, está desarmando al infalible jukebox impersonal que ha sido hasta hoy. Pero cuando interpreta las canciones del nuevo disco les dedica más minutos y atención. Es el caso de la que sigue, 'Desperado'. Ah, a todo esto, ya se ha cambiado dos veces de traje y capucha. Primero ha abandonado el modelo blanco por uno de tonos beige y ahora lleva una capucha negra porque negra tiene el alma.

Mientras suena 'Rude boy' y el ritmo dancehall oxigena un poco la pista, crecen al fondo y en los laterales del escenario unas extrañas dunas de plástico. La de la derecha no acaba de hincharse bien, así que por debajo emerge la cabeza de un operario que la recoloca. Será el hambre, pero por segunda vez el recuerdo de Spinal Tap sobrevuela el espectáculo. Luego las dunas desaparecerán igual que han aparecido: sin ninguna explicación.

Rihanna - 'Umbrella'

Apaguen sus móviles

"¡Es hora de fiesta! ¡Apagad vuestros teléfonos móviles de una vez... a menos que sea para fotografiarme a mí!". El anuncio-orden-sugerencia de Rihanna tiene más sustancia de la que parece. 'Work', en efecto, inaugura el bloque más bailable de la noche. Y teniendo en cuenta que en otoño firmó un contrato de patrocinio con Samsung, tiene guasa que pida al público que apague los móviles. Pero hace bien en proponer que la fotografíen a ella. Bastante gente se está haciendo selfies. Y otros filman la pantalla. No, no todo el público la está admirando a ella. Rihanna no posee un carisma desbordante. Y, desde luego, tampoco es el magnetismo personificado.

La recta final en clave clubber funciona; aunque Rihanna cante 'We found love 'más lento de la cuenta y hasta pierda el paso de los bailarines. Enlazada con 'Where have you been', aporta los minutos más eufóricos. Pero esa sensación de concierto-desconcierto no se disipa. Esta gira no está definiendo a una nueva Rihanna. Más bien está despiezando a la vieja Rihanna. A la que editó siete discos en ocho años. ¡Entre los 17 y los 25!

Una catarata de espuma

Se alza un gigantesco telón de plástico mate. Es bien feo y tampoco parece que tenga sentido alguno. Pero lo tiene. De lo alto de la estructura empieza a brotar una espuma jabonosa que resbala por el telón hasta caer sobre el escenario. De repente, suena 'Needed me'. Es la canción clave de la noche, pues es la primera de 'Anti' que no solo destaca dentro del repertorio sino que resulta ser la más soporífera. Y en esa excepción está la respuesta: Rihanna lleva toda la noche intentando hacernos comprender que su nuevo disco es el bueno. Que la mejor Rihanna es, en realidad, la ANTI-Rihanna. Y hay que darle la razón. 'Anti' no tiene bombazos de la envergadura de 'Umbrella' o 'We found love', pero 'Woo', 'Consideration', 'Desperado' y 'Same ol' mistakes' conforman un póquer nada desdeñable y aportan a la estrella caribeña un perfil más personal, menos dependiente del hit interplanetario.

Rihanna lleva toda la noche intentando hacernos comprender que su nuevo disco es el bueno. La mejor Rihanna es, en realidad, la ANTI-Rihanna

Los bailarines se enredan en coreografías imposibles de faquir del r&b mientras ella renueva por cuarta vez de vestuario. Ha pasado una hora y apenas les quedan cuatro canciones en el tintero. Pero en vez de rematar el concierto por todo lo alto, se pone intensita y, tras utilizar la masacre de Niza y el golpe de estado de Turquía para presentar 'Diamonds', nos endosa dos baladas con las que se transforma en una innecesaria aspirante a Adele. Volvemos a la cantante de voz impersonal que apuesta a rojas y negras, a aquella Rihanna que se atrevía con todo pero que no se definía con nada.

Pero tal y como ha ocurrido ya cuatro o cinco veces a lo largo de la noche, Rihanna remonta un bajón con una novedad. En este caso, 'Kiss it better'. Es el final del concierto. Mientras ella se deja querer por el público de las primeras filas, la catarata de espuma avanza por el escenario. La banda aún no ha acabado la canción, pero el alud espumoso casi sepulta al batería. ¿Por qué? Ni idea. Prueben a googlear 'Rihanna espuma'. A mí no me sale nada.

Más allá de lo musical, un macroconcierto es un evento interesante a partir del cual intuir hacia donde va el negocio de la música en vivo. Y, tal y como ocurre con los macrofestivales, los espectáculos de grandes recintos que se celebran en Barcelona atraen a un creciente número de público extranjero. Los vuelos de bajo coste, en paradójico contraste con el elevado precio de las entradas, hacen que año tras año las giras internacionales sean cada vez menos para los barceloneses y cada vez más para los turistas. Como los partidos del Barça en el Camp Nou, el Parc Güell o las Ramblas.

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