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Sobredosis de Bono. Crónica de un concierto de U2 con doble pirueta nostálgica
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la banda inicia su gira en el palau sant jordi

Sobredosis de Bono. Crónica de un concierto de U2 con doble pirueta nostálgica

El líder del grupo arrancó anoche en Barcelona la gira 'Innocence + Experience' con una grandilocuente vuelta a los orígenes que invita a preguntarse: ¿en qué se han convertido estos tipos?

Foto: U2 actuó anoche en Barcelona (EFE/Toni Albir)
U2 actuó anoche en Barcelona (EFE/Toni Albir)

Uno

Tres operarios están limpiando con rollos de papel higiénico el suelo que en breves momentos pisará Bono. Dos docenas de agentes de seguridad han abierto un pasillo en la pista del Palau Sant Jordi que obliga al público a mantenerse a lado y lado. Bono quiere subir al escenario paseándose entre el público, pero sin dejarse tocar. Suena por megafonía 'People have the power', ese himno de Patti Smith que ya sirve lo mismo para un roto que para un descosido y al que Bono ha reservado el uso más egocéntrico jamás imaginado. Cuando el público esté coreando entusiasmado eso de 'la gente tiene el poder', aparecerá él. La gente tiene el poder. La gente aclama a Bono. Bono toma el poder. Y fin de la revolución. Empieza el concierto.

En atomarporculo land, a saber, las localidades de la grada más alta y lejana, están a punto de descubrir que el gran timo del rock'n'roll no fueron los Sex Pistols sino cualquier concierto que tengas que acabar viendo a través de la pantalla. Porque a simple vista, desde la grada 315, U2 parecen cuatro monigotes agitándose como si la vida les fuera en ello mientras suenan 'The miracle (Of Joey Ramone') y 'The Electric Co.' Digo suenan y no cantan porque desde ahí arriba es imposible saber qué están haciendo los irlandeses. Además, los focos del escenario son tan potentes y cegadores que a veces pierdes a los músicos de vista. Mejor buscar otra ubicación.

Dos

En una de las gradas laterales, una pareja que ha pagado 340 euros por dos entradas descubre que sobre sus asientos se ha instalado una tarima con las mesas de sonido e iluminación. Los han reubicado en otros asientos desde los que no pueden ver bien el escenario, porque se lo tapa la misma tarima. Pronto les dará igual porque en esta gira el escenario es un foco de atención secundario. El principal es esa gigantesca pantalla suspendida del techo sobre la que se proyectan imágenes a lado y lado para que las disfruten por igual los espectadores de las dos graderías laterales. No así los pobres que compraron localidades centradas del fondo. Esos no se van a enterar de nada. Solo verán la gigantesca estructura de perfil: o sea, un rectángulo negro.

Bono durante el concierto de ayer (Efe)Un fuerte abrazo para los mártires de las zonas 213, 214, 313 y 314. Pero que sepan, también, que se han ahorrado algunos de los momentos más bochornosos de este espectáculo. 'Songs of innocence' es un viaje a la infancia de U2 y en canciones como 'Iris (Hold me close)' (U2 imitando a Coldplay cuando Coldplay imitan a U2), 'Cedarwood Road' y 'Song for someone' el grupo retrocede visualmente a esa época en que Bono no era más que un chiquillo con la cabeza llena de sueños. Las pantallas reproducen las calles de Dublín donde crecieron y el Bono de carne y hueso se pasea por ellas como un avatar de videojuego. Ya, ya, así por escrito suena extraño, pero visto es aún más ridículo. Y cuando aparece el Bono adolescente sentado en su habitación... En fin, mejor volver a cambiar de ubicación.

Tres

La gira 'Innocence + Experience' es una doble pirueta nostálgica. Por un lado, el público revive los grandes éxitos del cuarteto. Por otro, el propio grupo viaja a sus orígenes. Estaría bien que esos orígenes ayudasen a explicar porqué hoy U2 son como son, pero el efecto es el contrario. Y entonces te preguntas: ¿en qué se han convertido estos tipos? Este es el disco que le falta componer a Bono: uno que explique por qué aquel chaval que quedó traspuesto tras ver a los Ramones, ahora está bebiendo un poco de agua durante 'Until the end of the world' y, acto seguido, la escupe ceremoniosamente formando un chorro de ¿agua bendita? que vierte sobre sus fans.

A estas alturas, Bono ya se ha transformado en el showman megalómano y enajenado que años atrás convencía a sus músicos para salir de un limón gigante y ahora los hace subir a esa pantalla/andamio para que toquen entre rejas 'Even better than the real thing'. Y cuando por fin bajan y se plantan en el miniescenario que hay en medio de la pista, uno siente que tanta cercanía quizás es demasiada. Bono y Adam Clayton se marcan unos movimientos sexys en 'Mysterious ways' y, en fin, de tan cerca, tan cerca, parecen... La Unión. Cuando sube a una chica venezolana y les filma durante 'Elevation' en plan requeteselfie la cosa se pone aún peor... Sí, quizás habría que probar otra ubicación.

Concierto de U2 anoche en Barcelona (Efe)

Catorce

Han pasado dos horas de concierto. 'Bullet the blue sky' ha sonado especialmente convincente. La pantalla escupía imágenes de bombardeos, de policías repartiendo estopa, de migrantes en éxodo... Y Bono, megáfono en boca, ha elevado la tensión mientras la banda ha introducido un crescendo que ha desembocado en 'Where the streets have no name'. Es el drama humano al servicio de la canción y no al revés. Es una trampa fea. Después, han soltado dos ases más: 'Pride (In the name of love)' y 'With or without you'. A ver, U2 tienen la patente del rock de estadios. Es su oficio.

Pero, lo dicho, han pasado dos horas de concierto y los hay que ya desfilan hacia casa. Bono no tiene una voz que apetezca escuchar durante tanto rato y a tamaño volumen. Dicho de otro modo, se le está quedando un soniquete gallináceo. Mientras suena 'Beautiful day', algunos prefieren consumir los últimos minutos del lunes fumando en la terraza del pabellón. Hace una noche muy agradable y mejor un poco de tabaco que más Bono soltando naderías tipo "¡queremos la paz en Siria!". A ver, ¿y quién no?

Cuando suena 'One', el público toma la voz cantante mientras Bono se limita a contemplar la escena con cara de todo esto es mío. Por una vez, se genera la ilusión de que todos somos uno: los de la zona 313, la pareja sin visibilidad, los de la Red Zone a 250 euros, los que se han agenciado el Pack Rock Internacional (bocadillo + bebida + camiseta + snack + plaza de parking), los del Premium VIP Party a 415 euros... Desde lo alto de la grada, U2 están ahí abajo, sí, pero lo que vemos en la gigantesca pantalla es un Bono tamaño XXXXL mirando hacia las alturas. Y su mirada no apunta a las gradas sino aún más alto, mucho más allá de los ahí presente. El público, al fin y al cabo, siempre ha sido un escalón para Bono; un decorado.

El Palau Sant Jordi ha sido lo suficientemente grande para albergar el nuevo montaje de U2. Lo suficientemente grande para albergar incluso el ego de Bono. Pero en el Palau Sant Jordi no cabe todo lo que U2 te puede vender. A las puertas del recinto, un tenderete ofrece una veintena de productos del merchandising oficial de la banda. Se puede pagar con tarjeta.

Uno

Tres operarios están limpiando con rollos de papel higiénico el suelo que en breves momentos pisará Bono. Dos docenas de agentes de seguridad han abierto un pasillo en la pista del Palau Sant Jordi que obliga al público a mantenerse a lado y lado. Bono quiere subir al escenario paseándose entre el público, pero sin dejarse tocar. Suena por megafonía 'People have the power', ese himno de Patti Smith que ya sirve lo mismo para un roto que para un descosido y al que Bono ha reservado el uso más egocéntrico jamás imaginado. Cuando el público esté coreando entusiasmado eso de 'la gente tiene el poder', aparecerá él. La gente tiene el poder. La gente aclama a Bono. Bono toma el poder. Y fin de la revolución. Empieza el concierto.

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