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El estado del cine español: llamada urgente a todos sus integrantes
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por unas condiciones adecuadas

El estado del cine español: llamada urgente a todos sus integrantes

¿Cuál es hoy el verdadero estado del cine español y cómo hemos llegado a la presente situación?

Foto: Apertura del nuevo cine de realidad virtual en Ámsterdam.
Apertura del nuevo cine de realidad virtual en Ámsterdam.

En los últimos cinco años, cualquier informe sobre el estado del cine español nos ha remitido a la incapacidad del Gobierno para crear el marco adecuado en el que guionistas, productores y directores pudieran desarrollar sus proyectos. El desinterés y el desconocimiento de los ministros de Cultura y de sus inmediatos subordinados han dificultado la comunicación con la gente del cine y estos a su vez se han refugiado en sus propios proyectos, intentando sacar adelante películas que respondían, en la mayoría de los casos, a caprichos personales, cuando no simples productos marginales destinados a ser visionados exclusivamente por sus familias.

El informe de la Fundación Alternativas publicado la semana pasada sobre el estado de la cultura en 2016 reafirma lo manifestado por estos Furtivos desde su nacimiento, afirmando que la producción de cine ha quedado en manos de dos grupos mediáticos, Atresmedia y Mediaset, optando por producciones acordes con su línea de negocio centrada en la televisión. Presupuestariamente, la financiación pública a la cultura ha descendido un 33% desde 2009 a 2016. Por contra, y como ejemplo cercano, el Parlamento italiano aprueba estos días un presupuesto anual de 400 millones de euros para el cine, 12 veces lo que ha destinado el Estado español durante los últimos tres años como media.

Los triunfos comerciales de una docena de películas, entre las más de 600 producidas en los últimos cinco años, no pueden hacernos olvidar todos los éxitos conseguidos por el cine español en las décadas de los ochenta, noventa y primeros años 2000. Éxitos que se vieron favorecidos por el favor del público y la crítica y por su presencia, acompañada de grandes premios, en los festivales de Cannes, Berlín y Venecia. José Luis Garci, Fernando Trueba, Pedro Almodóvar y Alejandro Amenábar pisando el escenario de los Oscar son imágenes para el recuerdo.

¿Cuál es hoy el verdadero estado del cine español y cómo hemos llegado a la presente situación?

Sin nostalgia, con extrañeza

Pese a que algunos estudiosos nos remiten al cine de la República y otros a la calidad de algunos cineastas franquistas, la verdad es que el cine español nace de sus padres, ya abuelos, Luis García Berlanga, Juan Antonio Bardem (activos ya en los años cincuenta), Rafael Azcona, Carlos Saura, José Luis Borau y Mario Camus. Ellos inician a principios de los años sesenta un cine diferente, muy condicionado por la censura, pero que logra interesar internacionalmente. Luis Buñuel regresa a España para rodar 'Viridiana' y 'Tristana' y volver a pasearse por las calles de su país después de tantos años de ausencia; Orson Welles rueda su deseada 'Campanadas a medianoche' para productores españoles, y en este ambiente aparece la generación siguiente, que produce la obra cinematográfica más importante de nuestra historia.

Sus responsables, entre muchos otros, son Elías Querejeta, Víctor Erice, Manuel Gutiérrez Aragón, Luis Mejino, Pilar Miró, Emiliano Piedra, Basilio Martín Patino, Gonzalo Suárez, José Sámano, Vicente Aranda, Bigas Luna, José Luis Cuerda, Fernando Trueba, Pedro Almodóvar, José Luis Garci, Jaime Chávarri, Alfredo Matas, Álex de la Iglesia, Alejandro Amenábar y algún otro de no menor importancia e influencia.

La generación que brilló en todo su esplendor durante los ochenta y noventa ha desaparecido prácticamente

No es la nostalgia lo que nos trae a la memoria estos nombres, sino la extrañeza de no ver aparecer cineastas semejantes en los últimos años, pese a que esta generación que brilló en todo su esplendor durante los años ochenta y noventa ha desaparecido prácticamente: unos muertos, otros suicidados profesionalmente y la mayoría de ellos con grandes dificultades para sacar adelante sus proyectos. Incluso profesionales oscarizados como Almodóvar y Trueba trabajan en peores condiciones de producción que las que tenían años atrás, cuando el talento de sus guionistas y directores, junto al arrojo, pasión y la inteligencia de unos productores, que procuraban siempre llevar a cabo películas por encima de las posibilidades que el mercado les ofrecía, hicieron posible la internacionalización de nuestro cine y que se vieran películas españolas en las carteleras más importantes del mundo.

Complicidad

No queremos ocultar que en la actualidad el cine español, en aquellas películas impulsadas por los dos grandes grupos aludidos, está alcanzando una complicidad con los espectadores muy saludable. Haciendo historia, lo podríamos asimilar a la “tercera vía” que puso en marcha José Luis Dibildos llevando a las pantallas comedias blancas con amplia aceptación de diferentes públicos.

Para completar la actual oferta de este tipo de cine y el antes mencionado que echamos de menos, hay que afrontar un nuevo reto, con la esperanza siempre puesta en un Gobierno que redefina el papel de la televisión pública y, sobre todo, establezca un marco jurídico y financiero en el que las películas españolas puedan producirse en igualdad de condiciones que las que se realizan en Italia, Francia, Alemania y Reino Unido.

Unas condiciones adecuadas para que nuestros cineastas más prometedores no deban, como a menudo tienen que hacer, exiliarse voluntariamente a Estados Unidos. Y con las que también puedan hacer sus películas los supervivientes del pasado reciente.

No son subvenciones lo que se necesita, y por ello NO las pedimos, pero SÍ desgravaciones fiscales, un IVA similar al europeo y líneas de financiación

No son subvenciones lo que se necesita, y por ello NO las pedimos, pero SÍ desgravaciones fiscales, un IVA similar al europeo y unas líneas de financiación permanentes y ágiles. Para poder prescindir de subvenciones u otras prebendas estatales, necesitamos que se nos proteja de la piratería digital (el informe del observatorio 2015 publicado la semana pasada denuncia que el 87,48% de todos los contenidos consumidos en 2015 eran ilegales, generando un lucro cesante de 1.669 millones de euros), que se ordene este sector y que se puedan crear ventanas de exhibición para nuestros productos.

Nos encontramos en una antesala de fuertes tensiones, con un Gobierno en funciones y un presidente al que siempre consideramos amigo, por haber sido clientes suyos en sus tiempos de ministro de Cultura, pero desgraciadamente el señor Rajoy y su Gobierno pasarán a la historia como una Administración funesta para nuestro cine. La parálisis que sufrimos abrirá un espacio no deseable y una situación tensa y peligrosa a la que los nuevos políticos y nosotros mismos deberemos enfrentarnos.

Durante el año 1993, siendo ministra de Cultura Carmen Alborch, el cine español fue peligrosamente amenazado en las negociaciones de la ronda del GATT, pues la pretensión norteamericana era ceder en otras parcelas del comercio para arrasar en el audiovisual. La ministra consiguió la alianza de su homólogo francés, Jacques Toubon, y desde ambos países se hizo un frente exitoso. El cine español se movilizó en su conjunto y el fruto de esta colaboración 'público privada' fue una nueva Ley del Cine que nos salvaguardó como industria.

Ha llegado el momento de que vuelvan la unión y la solidaridad entre la gente del cine para lograr la ordenación de nuestra industria

Ha llegado el momento de que vuelvan la unión y la solidaridad entre la gente del cine como en aquel entonces, para exigir una decidida participación de todos los sectores en la ordenación de nuestra propia industria.

El Grupo Furtivos ha publicado 40 artículos en los últimos meses, y en ellos hemos venido denunciando a menudo la manera en que las televisiones se relacionan en general con la industria de la producción de cine. Motivos y razones no nos han faltado. Su política ha empobrecido la calidad de nuestras películas, ha mediatizado la creación y ha buscado únicamente su legítimo éxito comercial a través de las taquillas, con lanzamientos extraordinarios en sus propias cadenas y acciones de 'marketing' que resultan de imposible acceso para el resto de los productores, lo que supone una competencia desleal. Su éxito en este cine ha provocado una laguna que ahora debemos cubrir.

Es de esperar que los cineastas, nuevos y veteranos, se unan y luchen por una mayor libertad creativa. Para ello, el colectivo debe fortalecerse con unas asociaciones de cineastas fuertes y activas que reclamen y defiendan los derechos de los creadores y apremien al Gobierno a desarrollar sus propias leyes, dormidas tras su publicación en el BOE. Lo hicimos con éxito en el 93 y podemos repetirlo ahora.

En los últimos cinco años, cualquier informe sobre el estado del cine español nos ha remitido a la incapacidad del Gobierno para crear el marco adecuado en el que guionistas, productores y directores pudieran desarrollar sus proyectos. El desinterés y el desconocimiento de los ministros de Cultura y de sus inmediatos subordinados han dificultado la comunicación con la gente del cine y estos a su vez se han refugiado en sus propios proyectos, intentando sacar adelante películas que respondían, en la mayoría de los casos, a caprichos personales, cuando no simples productos marginales destinados a ser visionados exclusivamente por sus familias.

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