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Quién manda en el cine español

En la anterior entrega de 'Furtivos' intentábamos denunciar quién manda en el cine español y lo controla. Hoy queremos profundizar y tratar de descubrir quiénes deciden qué películas se hacen

Foto: Antonio Resines, presidente de la Academia, en el pasado Festival de San Sebastián. (EFE)
Antonio Resines, presidente de la Academia, en el pasado Festival de San Sebastián. (EFE)

En la anterior entrega de 'Furtivos' intentábamos denunciar quién manda en el cine español y lo controla. Hoy queremos profundizar en la cuestión y tratar de descubrir quiénes deciden qué películas se hacen. Una mayoría de espectadores parece coincidir en que el público asiste a las salas en busca de evasión, mediante la risa o el llanto. Y así fue hasta mediados del siglo pasado y así parece ser también en los últimos años.

En los años sesenta, el Free Cinema inglés y la Nouvelle Vague francesa promovieron un nuevo cine -social unas veces, experimental otras, pero siempre dotado de intencionalidad política- que permitió la aparición en todo el mundo de nuevos cineastas y, con ellos, nuevas productoras, distribuidoras e incluso canales de exhibición que, sin prescindir de un cine de entretenimiento, consiguieron sublimar la condición del cine como arte y, sobre todo, como instrumento de concienciación e influencia social.

Pese al férreo control franquista, se hicieron durante los años cincuenta y sesenta espléndidas películas presentadas en festivales internacionales

Pese al férreo control franquista, en España se hicieron durante los años cincuenta y sesenta espléndidas películas que fueron presentadas en festivales internacionales, siempre sorteando la censura y los controles gubernamentales de la Dictadura, que en busca de una mejor imagen exterior mostraba cierta tolerancia con obras que consideraba minoritarias e indiferentes para el gran público (la misma idea que reguló por aquellos años la apertura de las salas de Arte y Ensayo). También se hizo cine folclórico popular, comedias bufas, 'spaghetti westerns', películas de acción y espionaje, conviviendo todo ello en unas carteleras que llenaban miles de cines en España y hacían del fenómeno cinematográfico el mayor espectáculo para todos los públicos.

Los años de Cifesa

La producción del cine español estuvo vertebrada durante los años cincuenta y sesenta, según nuestra memoria recuerda, por unas grandes productoras de cine, básicamente Cifesa, Benito Perojo y Cesáreo González, que directamente o en asociación con otras muchas empresas modestas producían una gran diversidad de filmes, que atendían a la demanda de los espectadores y respondían también a las inquietudes de sus autores.

Con los años setenta, antes de que llegara la democracia, surgió un nuevo cine español que significó una renovación total. Nuevas legislaciones, aparición de nuevas empresas de producción y una gran cantidad de cineastas-autores que, en convivencia con sus colegas veteranos, han escrito las páginas de mayor esplendor del cine contemporáneo de nuestro país.

Con los años setenta, antes de que llegara la democracia, surgió un nuevo cine español que significó una renovación total

Resulta conmovedor para algunos recordar o descubrir, dependiendo de la edad del furtivo, cómo cineastas de la talla de Carlos Saura, Luis G. Berlanga, Juan Antonio Bardem, Víctor Erice, Mario Camus y Luis Buñuel han compartido carteleras con Gutiérrez Aragón, Pedro Almodóvar, Fernando Trueba, José Luis García Sánchez, José Luis Garci, Bigas Luna y una muy larga lista de grandes directores, hoy totalmente marginados y en el paro. Aquellos éxitos fueron posibles gracias a la existencia de unos productores como Elías Querejeta, Alfredo Matas, Emiliano Piedra y algún otro que, desgraciadamente, son ya parte de nuestro inmediato pasado y que, como los grandes toreros, murieron en la plaza.

Oscar, Osos de Oro, Palmas...

Los 30 últimos años del siglo pasado han sido, sin duda alguna, los de mayor éxito del cine español en el mundo. Oscar de Hollywood, récord de Osos de Oro y Plata en Berlín, Palmas en Cannes y múltiples otros premios, por no mencionar las numerosas asistencias a festivales internacionales y los éxitos de distribución y exhibición del cine español fuera de nuestras fronteras. Estas películas se produjeron en perfecta armonía entre productores-directores y, por supuesto, con el apoyo de los diferentes gobiernos y la activa participación en su promoción de la Dirección General de Cinematografía, dependiente del Ministerio de Cultura. Películas realizadas entre los años 1970/2000 que buscaban el éxito de público, pero que se producían pensando en su futura repercusión mediática, en la crítica, en su posible asistencia a festivales internacionales y, desde luego, procurando siempre mejorar su factura técnica y su excelencia creativa.

El nuevo siglo nos ha traído nuevas ventanas de exhibición, televisiones de pago, la expansión exagerada de los complejos cinematográficos y sus multisalas y, por supuesto, nuevas formas de entretenimiento. Los productores veteranos, hombres que habían hecho del cine una forma de vida, han desaparecido. Los autores-directores, huérfanos de ese socio esencial que era 'su productor', han muerto con esa marea que ha propiciado la aparición del productor/ejecutivo, ese empleado de las televisiones que tiene como única fórmula de supervivencia la sumisión al capricho de sus jefes, que tratan de fabricar, por imperativo legal, un producto válido para su 'prime time', capaz de competir en calidad con sus 'Sálvames' y a ser posible que dé mucho dinero en taquilla, tarea de la que ellos habrán de ocuparse, promocionando sus filmes, de una forma exagerada e imposible para la competencia, en los espacios de sus propias cadenas.

Los autores-directores, huérfanos del productor, han muerto con esa marea que ha propiciado la aparición del productor/ejecutivo empleado de las televisiones

Hoy han desaparecido -con algunas excepciones- los cineastas: directores y productores. Incluso los guionistas y los técnicos más creativos están malviviendo de la televisión. En estas circunstancias, parece normal que gocemos de una mejora en lo que se refiere a recaudación de taquilla, gracias a 'Apellidos', 'Torrentes' y 'similares', aunque mientras tanto el mundo se sorprende por nuestra ausencia en las carteleras de otros países y en los festivales internacionales de cine y, sobre todo, por la pobre calidad artística de nuestro cine.

La excusa de la diferencia en los presupuestos de nuestras películas con respecto a las inglesas, francesas y sobre todo norteamericanas no debería ser un pretexto para no hacer un cine más comprometido sin dejar de ser comercial. Para ello, es esencial la participación del productor independiente -desvinculado de grupos mediáticos, poderes fácticos y gobiernos- y de cineastas vocacionales y creativos capaces de apoyar, estimular y servir a los genuinos autores, que suelen ser los guionistas y directores. Productores, en definitiva, que realicen películas por encima de sus posibilidades, filmes arriesgados desde el punto de vista temático e industrial. Procurar el más allá. El control que actualmente ejercen los grandes grupos mediáticos sobre el cine español puede llegar a ahogar a los creadores cinematográficos, que hacen muy poco por rebelarse y salvarse. Algunos sobreviven y otros emigran. Emigran a lugares donde las reglas de juego consiguen producir un cine potente y exportable. No debemos dejar escapar a nuestro talento ni perder a nuestro público.

En la anterior entrega de 'Furtivos' intentábamos denunciar quién manda en el cine español y lo controla. Hoy queremos profundizar en la cuestión y tratar de descubrir quiénes deciden qué películas se hacen. Una mayoría de espectadores parece coincidir en que el público asiste a las salas en busca de evasión, mediante la risa o el llanto. Y así fue hasta mediados del siglo pasado y así parece ser también en los últimos años.

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