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Los escritores prefieren ser padres: fin de la mística del genio sin hijos
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Día del padre

Los escritores prefieren ser padres: fin de la mística del genio sin hijos

Acabaron los tiempos del autor que renuncia a la paternidad o a la maternidad para entregarse a su obra. Varios escritores de hoy, con hijos y sin ellos, decretan el ridículo de esta renuncia

“Para convertirse en un buen novelista, hay que tener hijos”, afirma Rafael Reig. El autor de 'Un árbol caído' tiene claro que las exigencias de la novela de trama y personajes se aprenden o asumen desde la maternidad o la paternidad, como si la procreación diera al talento la última mano de pintura de la sabiduría.

Y sí, Tolstoi tuvo muchos hijos, Faulkner fue padre, como Vargas Llosa, García Márquez o Balzac, por citar algunos nombres de autores cuya práctica de la novela podemos considerar canónica. Sin embargo, grandes genios de las letras no dejaron más legado que sus obras, y los dos novelistas más importantes de la España actual, Enrique Vila-Matas y Javier Marías, no saben lo que es perder el hilo de la frase por el llanto de un niño. Reig no considera las obras de ambos como novela-novela, pues su tesis apunta a que, teniendo hijos, lo que cuaja son los pilares del relato, la novela de la vida.

Uno puede preguntarse si Vila-Matas o Marías renunciaron a tener hijos, pero para los escritores más jóvenes está claro que hoy en día esa opción se ha vuelto completamente inadmisible. Si no se tienen hijos, es por motivos ajenos a la propia vocación.

Reparto de roles

“Tan importante como tener hijos es plantearse qué modelo de pareja quieres construir”, opina Andrés Neuman, “y la respuesta puede ser tanto tenerlos como no tenerlos.” Y aclara: “Influye si tienes una pareja evolucionada en cuanto a reparto de roles o bien los dos están tan entregados a su profesión que ninguno se decide a tener hijos. Importa la red familiar y los abuelos, y al final va a ser que las novelas largas las escriben los abuelos.”

Jordi Carrión apunta en la misma dirección cuando señala que “la paternidad para los escritores de nuestra generación es muy distinta de la paternidad de las generaciones anteriores. Para Gabriel García Márquez o Carlos Fuentes no supuso un cambio radical en términos de dedicación a su obra, pues sus mujeres, sus niñeras o los internados se encargaron de preservar sus ocho o nueve horas de dedicación diaria exclusiva a la literatura”.

Las mujeres, niñeras e internados de García Márquez o Carlos Fuentes se encargaron de preservar sus ocho o nueve horas de dedicación diaria a la literatura

Elvira Navarro matiza: “Si no se cuenta con medios económicos o ayuda generosa durante la crianza, supongo que resulta más difícil tener tiempo de calidad para escribir, y que la producción se resiente de uno u otro modo. También creo que cuando se está muy inspirado se acaba sacando tiempo de donde no lo hay.”

“Yo creo en la voluntad”, suscribe Lorenzo Silva. “La voluntad permite sobreponerse a eso y a mucho más. Yo escribo en habitaciones sin puertas, con mis cuatro hijos haciendo ruido, y a veces en la misma habitación. He aprendido a buscar así la concentración, y si ando muy apurado, trabajo mientras duermen, o me procuro refugio durante unas horas".

Pero los hijos no sólo roban tiempo para escribir. Según Juan Carlos Márquez: “Apenas hay tiempo para escribir y menos para auto promociones y saraos, también hay que intentar ganar más dinero para el nuevo miembro.” Y advierte: “El tiempo libre se usa para descansar (o ver series y deportes, que implican menos esfuerzo que leer) porque ser padre agota mental y físicamente. Se centra uno más en escribir cuando puede y se separa de eso que llamamos el mundillo, que empieza a verse desde fuera, con escasa pasión.”

Con algo más de gravedad lo ve Juan Aparicio Belmonte: “El cuidado de los hijos es el único trabajo que no deja ganas de escribir novelas, puesto que, además de agotador, consume muchísima creatividad.”

Pero, ¿se escribe distinto?

Cabe preguntarse también si, después de tener hijos, la obra de un escritor cambia sustancialmente. “Mis temas se fueron desplazando del yo al nosotros, a la familia como eje del mundo, haciendo hincapié en la seguridad y el miedo a perderla”, confiesa Juan Carlos Márquez.

“Tener hijos altera tu visión del mundo. Cosas que eran irrelevantes cobran mucha importancia, y otras que parecían importantísimas se desvanecen sin que las eches de menos”, certifica Sergio del Molino.

Tener hijos altera tu visión del mundo. Cosas que eran irrelevantes cobran mucha importancia, y otras que parecían importantísimas se desvanecen

Marta Sanz, sin embargo, no lo ve tan claro: “No creo que su mirada se dulcifique. Tampoco creo que los escritores y escritoras sin hijos tengamos un enfoque más pesimista o egoísta de la realidad. La opción de tener hijos no se refleja en la escritura como otras cuestiones que no se pueden elegir: la clase social, el género, los orígenes familiares.” También duda Lorenzo Silva: “Eso sería tanto como decir que el escritor pasa a ser otro por el hecho de ser padre o madre.”

Quizá la cosa sea más sencilla y tenga que ver, nuevamente, con el tiempo del que se dispone para escribir: “Sé que Adrienne Rich escribió un poemario muy particular, compuesto de breves sketches, tras parir a su primera hija, y que atribuía esta estructura fragmentada a las interrupciones constantes que implica la crianza”, comenta Aixa de la Cruz.

Con todo, podemos preguntarnos si Emmanuel Carrère hubiera escrito de igual manera 'El adversario' (historia real de un hombre que, entre otras cosas, mató a sus hijos) si él mismo no hubiera tenido hijos.

Contra los hijos

Hace un año la escritora peruana Lina Meruane expuso en 'Contra los hijos' su tesis de que, para una mujer, engendrar es resignarse a una imposición social. Más conciliadora se muestra Carolina del Olmo en su best-seller '¿Dónde está mi tribu?'. ¿Se toman demasiado en serio la paternidad los intelectuales?

Jordi Carrión entiende que “son muchos los artistas que han renunciado a la pareja estable y a la paternidad o la maternidad para dedicarse exclusivamente a la creación, obsesiva, de una obra.” Y concluye: “Supongo que en la mayoría de casos, igualmente, fracasaron, porque lo normal en el arte es el fracaso.”

Para Marta Sanz renunciar a tener hijos por el bien de la propia obra es una “estupidez”, “muy en sintonía con las exigencias del neoliberalismo que apuesta por singles autodidactas y auto explotados que prosumen y que han olvidado la fraternidad y pervertido el significado de la libertad”.

“Los escritores que hacen de la escritura una especie de celibato y la anteponen a todo me parecen dignos de lástima”, se despacha Juan Carlos Márquez.

Rebaja el tono Juan Aparicio Belmonte: “No me parece ni bien ni mal. Los hay que no tienen hijos simplemente para poder salir de copas los viernes (decisión más racional, seguramente).”

Los hay que no tienen hijos simplemente para poder salir de copas los viernes (decisión más racional, seguramente)

Y le quita hierro definitivamente Sergio del Molino: “Los niños crecen deprisa y dejan de necesitar tu atención muy pronto. Antes, incluso, de que termines tu gran novela. No conozco a nadie que haya dejado de escribir buenos libros por tener hijos.”

Aixa de la Cruz confiesa cómo cambió su punto de vista sobre este asunto: “Hasta hace muy poco, no concebía ser madre. Últimamente es un proyecto que veo factible a medio o corto plazo. Creo que esto no se debe a que se haya activado mi reloj biológico, sino a que al fin he sido consciente de la irrelevancia a la que aspiro con mis libros.”

Y acaba, triunfal: “Intuyo que si finalmente paro una criatura, me tomaré la literatura menos en serio porque ya habré dejado mi cagarruta sobre este planeta, mi 'Been here' escrito en la corteza de un árbol. Igual entonces, cuando la literatura me resulte insignificante, escribiré libros mejores.”

“Para convertirse en un buen novelista, hay que tener hijos”, afirma Rafael Reig. El autor de 'Un árbol caído' tiene claro que las exigencias de la novela de trama y personajes se aprenden o asumen desde la maternidad o la paternidad, como si la procreación diera al talento la última mano de pintura de la sabiduría.

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