Una cenicienta espacial para los Wachowski

Hace ya 15 años de la llegada de Matrix a las salas. Mucho tiempo desde que dos ‘casi’ novatos (sólo habían dirigido Lazos ardientes) revolucionaran la ciencia ficción del momento. Su película fue todo un impulso para el género, a la vez que creó un estilo propio e imitado hasta la saciedad (por aquel entonces si no ponías una pelea a cámara lentao ‘bullet time’ no eras nadie).

Hasta los Oscarse rindieron a las virguerías técnicas de los Wachoski y premiaron el filme con cuatro estatuillas. Andy y Larry (que ahora es mujer y se llama Lana), se convirtieron en los directores de moda. Dos nombres a seguir. Las dos secuelas del filme que les dio la fama hacían presagiar lo peor: a los Wachowski les había sonado la flauta por casualidad.

No ayudó en nada su adaptación cinematográfica de la serie de dibujos Meteoro (Speed Racer) y fue con su adaptación del libro El atlas de las nubes,dirigida al alimón con Tom Tykwer, con la que recuperaron algo del prestigio perdido. Eso sí, en ambas los espectadores les dieron la espalda.

Lo que siempre ha quedado claro con todas sus películas, y se confirma ahora con su nueva aventura, El destino de Júpiter, es que a los Wachowski no hay quien los pare, no tienen filtro y siempre se las apañan para que alguien les produzca sus fantasías.

Fantasías juguetonas, en el caso de su último filme, más propias de dos niños que han metido en una coctelera una colección de referencias temáticas y estilísticas en un producto muy caro y pomposo.Hay elementos de Star Wars en El destino de Júpiter, pero lo que sobre todo uno encuentra es una Cenicienta moderna en una historia de amor interplanetaria. Los Wachowski actualizan el cuento clásico y convierten a la princesa en Júpiter, una descendiente de inmigrantes rusos que vive en chicago y se gana la vida limpiando váteres y soñando con una vida mejor y un príncipe azul.

Júpiter (o Jupi como pide que le llamen aunque suene a nombre sacado de Las gemelas de Sweet Valley) es además la heredera y elegida para salvar el destino de la Tierra, ya que otros humanos más avanzados y habitantes de otros planetas comercian con los cuerpos de los terrestres para conseguir un elixir de la eterna juventud. El tiempo como tesoro, y la vida como moneda de cambio.

Estamos así ante la típica historia de ‘elegida’ que tiene que aceptar su condición de ser especial, nada en contra si la película fuera consciente de lo simple de su argumento y optara por los fuegos artificiales para entretener. Nadie puede negar a los directores un innegable talento visual, capaz de conseguir escenas de acción espectaculares, vistosas y divertidas, como todas las que envuelven a ese Channing Tatum patinador.

El problema de los Wachowski es que no hay quien les ponga freno. Su poderío estético y visual no es suficiente, y las razas, planetas, naves, persecuciones y tiroteos acaban saturando hasta llegar a un clímax final excesivo y cansino que se podía haber reducido a la mitad.

Lo que podía haber sido una obra entretenidísima queda lastrada por su falta de definición en el tono. ¿Estamos ante una parodiao una película que se toma demasiado en serio? Nunca lo sabemos, y por cada frase delirante que parece escrita por un niño de cuatro años, encontramos un 'taco' metido con calzador; pegotes que parecen marcar territorio diciendo al espectador que no se encuentra ante un filme infantil.

Eso y sus toques filosóficos de manual consiguen que uno desconecte cada vez que un personaje abrela boca. Andy y Lana Wachowsky deberían dejar que otros escribieran sus guiones y ellos pusieran el toque visual. Siempre con alguien que les ate en corto para que sus aspiraciones no terminen enterrándoles.

El déstino de Júpiter

Dirección: Lana y Andy Wachowsky

Duración: 127 minutos

Género: Ciencia Ficción

Nacionalidad: EEUU

Intérpretes: Mila Kunis, Channing Tatum, Eddie Redmayne, Sean Bean, Doona Bae