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Los de tu manada, unos vagos
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Michele serra, moralina contra los jóvenes

Los de tu manada, unos vagos

El canibalismo es la manera natural en la que una generación se relaciona con su precedente. De vez en cuando aparece quien se revuelve contra esta

Foto: Una modelo chequea su móvil antes de mostrar la colección de verano, en la Milan Fashion Week (Reuters)
Una modelo chequea su móvil antes de mostrar la colección de verano, en la Milan Fashion Week (Reuters)

El canibalismo es la manera natural en la que una generación se relaciona con su precedente. De vez en cuando aparece quien se revuelve contra esta máxima, un papel adoptado por los precursores y progenitores de aquellos. El último grito reaccionario en Italia se titula Los cansados (Alfaguara) y lo ha escrito Michele Serra, del que en España no conocemos traducción alguna de su ingente obra, ni de su participación en televisión y política.

El autor reconoce que ha escrito una novela sobre una “convivencia difícil, una comunicación fragmentaria, una herencia cultural incierta”, sin la intención de llegar a ninguna conclusión, pero con una reflexión devastadora: la autoridad ha desaparecido y hay que esperar que un imprevisible cambio de dirección la restablezca. ¿Cómo cuál? “La guerra al menos, ella al menos, sería capaz de encontrar un pasaje hacia tu vida entre algodones…” Lo que oyen, “la guerra como purificación del mundo”. Todo por recuperar la autoridad, como la clave de la educación.

Serra es un romano de sesenta años que da vida a un sesentón con una manifiesta incapacidad para relacionarse con su hijo

Antes de seguir dramatizando, debemos señalar la mayor virtud de Serra: la ironía y el sarcasmo, que en más ocasiones de las deseables cruza y se tropieza con el cinismo y la hipocresía. Al parecer, los cansados son los chavales que rozan los 18 años. Ya saben, un blanco fácil. Serra es un romano de sesenta años que da vida a un sesentón con una manifiesta incapacidad para relacionarse con su hijo. El protagonista es un declarado izquiergués (burgués de izquierda), al que Serra aboceta como un ser tragicómico, que se cabrea con el talante y las preocupaciones de los protagonistas del futuro. O Saturno devora a sus hijos o sus hijos acaban con él. Una vieja canción.

placeholder Michele Serra.

“He escrito por fragmentos, por arrebatos de ira, por ataques de pánico, por arranques de amor, por accesos de hilaridad, porque quería que mi escritura fuese incoherente, a la merced de los eventos, exactamente como lo es el padre de la novela, que cuenta en primera persona”, explica el autor. Es decir, lo ha escrito desde las vísceras. Desde lo más personal y profunda de las incomprensiones.

'Los de tu manada', como se refiere a ellos, todavía no han aprendido la hipócrita habilidad de nadar y guardar la ropa. Quizá eso echa en falta el escritor italiano cuando hace hablar a su elocuente protagonista

Describe a un hijo nacido de la nada, generación espontánea: ¡Plop! “Hola, soy tu hijo", parece decirle,"tengo 18 tacos y me gusta tirarme en el sofá a ver series de televisión, conectado a mi música, dormir, tomar el sol en la azotea del colegio cuando las clases no me interesan, vestir con pantalones de tiro bajo, sudadera haga frío o calor, fumar, dormir, dormir y dormir”. Surgidos de la nada, una estirpe educada, según parece, a su libre albedrío, sin referentes, vamos, sin padres. El concepto “hijo” aparece comoun sinónimode “marciano”. Algo así como un bicho sangre de tu sangre (esa cosa italiana) al que no se le reconoce. Cansados, vagos, autistas, desanimados, indiferentes.

Los primeros narcisos de la Historia

“¿Qué probabilidad de éxito tiene la Solución Final en curso, la que prevé la transformación de los seres humanos en Completos Idiotas (y, por consiguiente, en consumidores ideales y súbditos serviles) a través del narcisismo de masas? ¿La narcisizazión de la humanidad tiene momentos de crisis? ¿Es un proceso reversible?”, escribe Serra. A su favor, un estilo antiliterario insolente que enjuga momentos tan prejuiciosos como desternillantes.

Las preguntas del padre sobre su responsabilidad tardan en llegar, y cuando lo hacen, desaparecen al momento: “Por supuesto, tendríamos que estar mucho más pendientes de estos chicos, pero quién tiene tiempo, y además de nosotros, cuando íbamos al colegio, ¿quién estaba pendiente?”. Los cansados -título que debería referirse a la voz protagonista pero que insiste en definir a los más jóvenes- es la historia de una clase favorecida, de un privilegiado, culto y reconocido en su profesión, que ha fracasado como padre. Aunque él no lo vea. Aunque el autor no lo enseñe.

Serra ha asegurado que este es un libro que parece criticar a los hijos y pronto se convierte en crítica a los padres

“Los de tu manada”, como se refiere a ellos, todavía no han aprendido la hipócrita habilidad de nadar y guardar la ropa. Quizá eso echa en falta el escritor italiano cuando hace hablar a su elocuente protagonista. También es la actitud del propio Serra, que ha asegurado que este es un libro que parece criticar a los hijos y pronto se convierte en crítica a los padres. Para conseguirlo habría sido necesario un contrapunto, que no existe. “Más de un cenicero, por toda la casa, vomita colillas. Confío en que no solo tuyas. Desde lo alto de los montoncitos se ha desbordado alguna unidad rebelde, que ha rodado sobre la mesa o ha caído al suelo. Escamas de ceniza adornan especialmente el sofá, tu hábitat predilecto. Vives tumbado”.

Esto es la guerra

Merece la pena leer a Serra, porque tiene oficio y aunquesólo sea para indignarse ante una obra tan parcial como polémica. Por no mencionar la ausencia absoluta de la figura femenina, aunque se puede entender que el conflicto padre-hijo es la madre de todas las guerras.En Italia funcionó, allí es un personaje famoso –del humorismo a la tertulia- que le escribía guiones a Roberto Saviano, en sus apariciones estelares del programa Quello che (non) ho (Lo que (no) hice).

Es en el tramo final de la novela, momento en el que el padre logra que su hijo le acompañe a una caminata por un monte importante para él –porque por allí le llevaba su padre-, cuando parece que el engranaje de la autocrítica hace su aparición: “Tuve como una intuición reveladora, y un escalofrío de esperanza: que tal vez no seas, no seáis unos apáticos, es decir, por debajo del mundo, sino unos esnobs, es decir, por encima de él. Esnobs de nuevo cuño […] Habéis llegado a un mundo que ya ha agotado todas las experiencias, digerido todos los alimentos, cantado todas las canciones, leído y escrito todos los libros”.

Piensa el protagonista de Serra que los jóvenes no se pronuncian por temor a que esa experiencia ya ha sido vivida por sus padres. Quién puede avanzar entusiasta por un camino consumido por millones de pasos, piensa, “os aferráis con fuerza a lo poco que se puede robar en un mundo ya saqueado”.

Hasta que asoma la moralina en la última frase para volverlo a tumbar todo: “Por fin podía envejecer”. No es una reconciliación, sino la aceptación del hijo, su acercamiento a los deseos del padre, mientras éste se mantiene en sus trece. Ya puede envejecer porque ha hecho lo que él quería. Llegados a la cumbre, es inevitable recordar que nadie sube montañas como Erri de Luca, y entre él y Serra hay una distancia insalvable: la insolvencia para aceptar la realidad y actuar sobre ella, que arrastra la acomodada progresía socialdemócrata.

El canibalismo es la manera natural en la que una generación se relaciona con su precedente. De vez en cuando aparece quien se revuelve contra esta máxima, un papel adoptado por los precursores y progenitores de aquellos. El último grito reaccionario en Italia se titula Los cansados (Alfaguara) y lo ha escrito Michele Serra, del que en España no conocemos traducción alguna de su ingente obra, ni de su participación en televisión y política.

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