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Por qué los zombis nos roban el corazón (y nos comen el cerebro)
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los hay vampíricos, 'teen' y hasta submarinos

Por qué los zombis nos roban el corazón (y nos comen el cerebro)

Un repaso a la gran familia genealógica de los muertos vivientes, en la que hay zombis románticos, vampíricos, superzombis y hasta zombis submarinos

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Corren que se las pelan, saltan como liebres y tienen una fuerza descomunal. Para más tragedia tienen el oído finísimo y muy mal despertar –al menos, despertar a la vida de ultratumba–.

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Los zombis de Guerra Mundial Z, los más recientes del género, están a la última en lo que a tendencias se refiere entre los de su género, pero eso es precisamente porque no han salido de la nada. Antes que ellos ya hubo superzombis y antes que superzombis los hubo de todos los tipos: románticos, teen, embrujados y hasta submarinos. El árbol genealógico zombi es largo y sus ramas –¿humanas? ¿zoológicas?– han dado ya para mucho. Esto son algunos de los mejores muertos vivientes que ha dado la gran familia Z.

Zombis románticos

Muchos atribuyen la creación de los zombis al cineasta George A. Romero, pero no. La primera película sobre estas criaturas fue White Zombie, una fantasía de 1932 dirigida por los hermanos Halperin, adaptada de una obra de teatro –Zombie, de Kenneth Webb, representada ese mismo año– inspirada, a su vez, en La isla mágica, una novela de 1929 escrita por William Seabrook.

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En la cinta el villano, Bega Lugosi, devuelve a una doncella la vida y la convierte en zombi recurriendo a las artes oscuras del vudú. Aunque tuvo una continuación –Revolt of the zombies, de 1936–, la cinta no gozó en su día del favor de la crítica.

Zombis embrujados

Y es que para la mayoría de los expertos los zombis nacieron, en efecto, en Haití y de la mano del vudú. De hecho, la primera mención a los mismos de la que se tiene constancia se remonta a Le Zombi du Grand Pérou –El Zombie del Gran Perú– o La comtesse de Cocagne, una novela satírica escrita por el francés Pierre-Corneille de Blesseboi en 1697 y ambientada en el Caribe. En publicaciones como Passage of Darkness: The Ethnobiology of the Haitian Zombie –1988–, el reputado antropólogo Wade Davis corroboró el origen haitiano de la criatura, que en la superstición vudú se presenta como un cuerpo revivido pero carente de alma que obra según la voluntad del hechicero. Y una curiosidad: La serpiente y el arcoíris –un filme de 1988 sobre zombis dirigido por Wes Craven con Bill Pullman en el papel principal– está inspirada en el libro homónimo de Davis de 1985, en realidad un tratado antropológico sobre algunos de los célebres –y presuntos, claro– zombis de Haití, como Clairvius Narcisse o Felicia Félix-Mentor.

Zombis híbridos

Como ilustra este ejemplo, el zombi moderno –el que acuñó, ahora sí, George A. Romero en La noche de los muertos vivientes de 1968– se ha construido picoteando entre todas las criaturas del terror fantástico. Un ejemplo: si la primigenia White Zombie bebía indisimuladamente del mito de Frankenstein –y algunos añaden incluso que copió a El gabinete del doctor Caligari, de 1920–,Romero asegura haber "robado" la idea de La noche de los muertos vivientes de Soy Leyenda, un clásico de 1954 a medio camino entre la ciencia ficción y el vampirismo escrito por Richard Matheson.

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Y si "robado" va con comillas es porque la cita es literal. En una entrevista concedida a la BBC en 2005, Romero explica: "Siempre digo que robé la idea de Soy Leyenda, la novela de Richard Matheson. Eso eran vampiros, así que intenté camuflar el hurto y me decidí por los comedores de carne".

Zombis que no son zombis

Comedores de carne humana, eso sí, que todavía no degustaban solo cerebros –eso fue una introducción posterior, en El regreso de los muertos vivientes de 1985– ni se llamaban propiamente "zombis", ya que Romero quiso poner distancia entre sus muertos vivientes, más cercanos a la ciencia ficción, y los predecesores del vudú, que eran más bien criaturas fantásticas. Para ello los llamó precisamente así, muertos vivientes, en las otras cinco películas que ha dirigido para el género: El amanecer de los muertos en 1978, El día de los muertos en 1985, La tierra de los muertos en 2005, El diario de los muertos en 2008 y La supervivencia de los muertos, de 2009.

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De hecho, esta contradicción –la de que los zombis modernos se llamen así pese a que su denominación sea la antiguo, la asociado a la superstición vudú y no a la ciencia ficción– se ha convertido en una broma recurrente en la historia del género, donde multitud de películas juegan a no decir la palabra "zombi", sustituida en ocasiones por el eufemismo "la palabra con zeta". Así es como la usaban, por ejemplo, en la magnífica comedia británica Shaun of the dead, de 2004, que en España, un país en el que arcanos incomprensibles rigen la traducción de los títulos extranjeros, se llamó –traicionando, obviamente, el contenido, y encima dejándola de nuevo en inglés– Zombies party.

Zombis de risa

Curiosamente el ejemplo contrario –una película titulada seguramente mejor en español que en su lengua original– lo tenemos en otra de las grandes comedias del género, a la postre una de las primeras en hacer humor con los zombis: Braindead –conocida en nuestro país como Tu madre se ha comido a mi perro–, una cinta gore de 1992 dirigida por Peter Jackson en la que, en efecto, la madre de alguien acaba comiéndose a un perro.

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En la historia, ambientada en la Nueva Zelanda de los años 50, una mujer es mordida por un mono-rata de Sumatra y se convierte en un zombie. Su hijo la recluye entonces en casa, intentando sin éxito contener su infección, que pronto acaba con el domicilio lleno de zombis y con el pobre Lionel, que así se llama el héroe, intentando que no escapen. La película, que bebe de la cinta fundacional del humor zombi –El Regreso de los Muertos Vivientes, dirigida en 1985 por Dan O'Bannon– es denominada con frecuencia "la película más sangrienta de la historia". Y si no lo es, se aproxima bastante.

Superzombis

El género zombi pasó así por su era dorada y por la época que habitualmente viene después, aquella en la que el género se parodia a sí mismo. Para cuando llegó el momento de la gran resurrección del género –un giro interesante cuando tratamos con zombis, estaremos de acuerdo en esto– estábamos ya en el siglo XXI y en pleno boom de la revolución digital. Era el momento de los superzombis.

Superzombis porque los zombis de toda la vida, para que nos vamos a engañar, daban más miedo por lo sobrenatural que por sus propias habilidades físicas, que hasta los años noventa no iban mucho más allá cojear, babear y extender los brazos hacia delante. Eso cambió con el cine digital y con precedentes como Resident Evil, videojuego primero y después franquicia de cinco entregas –de momento– gracias a Paul W. S. Anderson. Los zombis a los que Mila Jovovich se enfrenta desde entonces son tan terribles que hasta tienen perros no-muertos, entre otras criaturas zombificadas. Así de terrible está el patio.

Zombies vampiro

Los zombis contemporáneos a lo mejor no tienen la capacidad de hacer sudokus, pero desde luego sí de discurrir cómo acabar con los seres humanos y eso los ha hecho mucho más terribles. En Soy leyenda –la película de 2007 dirigida por Francis Lawrence–, la tercera adaptación de la novela de Matheson –tras The Omega Man y El último hombre sobre la Tierra–, los vampiros del texto original han sido transformados para el cine en una criatura a medio camino entre el zombi y el vampiro, presas de una infección reversible y sensibles al sol –como los vampiros– pero con el aspecto y algunos de los lastres de los zombis.

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Y no son los primeros zombis en aparecer hibridados con otras criaturas. En la novela de 2006 Guerra mundial Z: Una historia oral de la guerra zombi, de Max Brooks –y de la que la Guerra Mundial Z de Brad Pitt es solo una escasísima adaptación– nos encontraremos, entre otros inventos, con zombis subacuáticos que acechan en el fondo de mares y lagos y allí se hacen con sus presas humanas. No es que les hayan salido branquias, claro, durante el proceso de zombificación. Es que, estando muertos –o siendo no-muertos, a lo sumo, pero en ningún caso personas vivas–, no se ahogan. O sí, pero les da igual.

Zombis victorianos

En los últimos tiempos, no en vano, la literatura ha recogido el testigo del cine en la actualización de los zombis –hoy ya firmemente asentados en los apetitos comerciales del gran público–, aprovechando de paso para experimentar con las propias fórmulas narrativas. Además de innovar con su Guerra mundial Z: Una historia oral de la guerra zombi –presentada al lector en la forma de un falso documental literario con tintes de reporterismo–, Brooks ha escrito Zombi: Guía de supervivencia, una ficción con la forma de un tratado de no ficción escrita en tono enciclopédico, convertida también en un superventas desde el momento mismo de su publicación.

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No es el único ejemplo. Otro reciente fenómeno editorial, Orgullo y prejuicio y zombis –de Seth Graham-Smith, que firma, lógicamente, junto a la mismísima Jane Austen–, experimentó de nuevo con la excusa zombi y nos presentó el mismo clásico aderezado con el brote de una epidemia de muertos vivientes en plena Regencia inglesa. El estrambótico mashup funcionó también que dio lugar a toda una colección de improbables reescrituras –la siguiente fue Sentido y sensibilidad y monstruos marinos, de 2009– y en Hollywood se prepara ya su adaptación cinematográfica.

Zombis de cómic

Los de Austen –a falta de poder preguntarle a ella, podemos denominarlos así– no han sido los únicos zombis que han revivido un clásico: Warm Bodies, el debut literario de Isaac Marion, cuenta un romance inspirado en el de Romeo y Julieta de Shakespeare protagonizado por una humana y R, un joven zombi adolescente. Este romance teen y zombi –todo a la vez– llegó este año a las pantallas dirigido por Jonathan Levine con el título de Memorias de un zombie adolescente.

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Mención aparte merecen, lógicamente, los ubicuos muertos vivientes de The Walking Dead, la serie de cómic creada en 2003 por Robert Kirkman y Tony Moore que hoy arrasa, también por entregas, en televisión. En Los muertos vivientes, que así se llama la adaptación en España, Rick Grimmes despierta de un coma para descubrir que el mundo ya no existe, al menos demográficamente hablando. La humanidad ha sucumbido al apocalipsis zombi y unos pocos supervivientes se afanan desde entonces por sobrevivir.

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Corren que se las pelan, saltan como liebres y tienen una fuerza descomunal. Para más tragedia tienen el oído finísimo y muy mal despertar –al menos, despertar a la vida de ultratumba–.

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