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Aforismos, carne de tuit y pancartas
  1. Cultura
AL AUGE DEL GÉNERO LITERARIO SE SUMA EL EMPUJE DE LAS REDES SOCIALES Y LOS LEMAS PROTESTA

Aforismos, carne de tuit y pancartas

Decía Juan Ramón Jiménez (1881-1958) que en España, a pesar de ser un país de refranes, no triunfaba el género literario del aforismo entre los escritores

Foto: Aforismos, carne de tuit y pancartas
Aforismos, carne de tuit y pancartas

Decía Juan Ramón Jiménez (1881-1958) que en España, a pesar de ser un país de refranes, no triunfaba el género literario del aforismo entre los escritores como en el resto de Europa. El poeta onubense no conoció la emergencia aforística que arrancó un siglo después de su nacimiento y que aumenta progresivamente cada año. También se perdió el ejercicio de entrenamiento en la brevedad que vive la sociedad actual adaptada a las redes sociales. El brote electrónico se suma a la lluvia de reflexiones poéticas que inundaron las plazas de España (y de otros países) contra las injusticias de un sistema injusto. El aforismo se ha consolidado como género y popularizado como forma de expresión. Pero le faltaba algo.

La editorial granadina Cuadernos del Vigía se ha apuntado al creciente auge del género chico y acaba de crear el Premio Internacional José Bergamín de Aforismos. Un galardón modesto que otorgará como premio la publicación de un libro de estos pensamientos lúcidos y vibrantes, y que se presenta también como homenaje a Bergamín, uno de los mayores referentes del aforismo en España junto al propio Juan Ramón.

El auge se explica, como explica José Ramón González en su antología Pensar por lo breve. Aforística española de entresiglos (1980-2012), en el creciente aumento de publicaciones aforísticas entre esos años. En la primera década se publicaron 9 libros; entre 1990 y 2000, 30 obras; y desde 2001 hasta 2012 hubo un total de 85 nuevas publicaciones. González reconoce que esto deja de lado otras obras impresas, como las revistas o recopilaciones publicadas en periódicos. Y sobre todo el incontable mundo de internet y los blogs.

Y las redes sociales. Pero cuidado con confundir brevismos con aforismos: Miguel Ángel Arcas, poeta y director de Cuadernos del Vigía, defiende la “extensión del tiempo” del aforismo frente a la “banalidad del tuit”. Para el escritor Fernando Aramburu  es algo mucho más sencillo: “El aforismo es un arte de la frase feliz. Puede darse en cualquier sitio: en la pancarta de una manifestación, en un anuncio publicitario o en una película de los hermanos Marx. Por eso no es exactamente un género. Es como las setas. Salen”.

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Más que entre libros, redes sociales y pancartas hay que distinguir entre aforismos buenos y malos, comenta Manuel Borrás, editor de Pre-Textos. La confusión se hace presente. Entonces, ¿cómo se diferencia un aforismo de cualquier otra cosa? Sus escritores ofrecen algunos apuntes. 

1. Un aforismo es brevedad

Todo resumen es una exageración. (El equilibrista, Andrés Neuman, Acantilado, 2005). “A mí no me gusta pasar de las dos líneas”,  explica el escritor Ramón Eder. No hay una definición científica de la extensión perfecta del aforismo, pero la brevedad es la principal característica de este género.

2. Pero también es mucho más que 140 caracteres

Todos los días vuelco sobre la mesa el saco de mis convicciones. Acto seguido, las voy restituyendo a su lugar, de manera que si en el transcurso del recuento descubro una por la cual alguien, en cualquier rincón del planeta, se siente legitimado a agredir, afrentar o causar alguna clase de infortunio a los demás, la desecho (Fernando Aramburu, Pequeña magnitud (aforismos), post en internet).

Esta reflexión no le cabría en un tuit al autor, que reconoce que los 140 caracteres “invitan a formulaciones próximas al aforismo”. También confiesa en más de una ocasión se abstuvo de darle al botón “porque me pareció preferible incorporarlos a alguna de mis tiras de aforismos”.

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Lo interesante de las redes sociales, apunta Erika Martínez, autora de aforismos y profesora en la Universidad de Granada, es que la obligación del mensaje breve “ha entrenado a toda una comunidad”, de forma que hay muchos más creadores en potencia de aforismos. Para la escritora, el foco no está en la plataforma en sí: “la identidad del género es ensayística y moral”, pero lanzado de forma concentrada.

Aun así, el mundo de Twitter invita a matizar. La plataforma es un asiento perfecto para los aforismos, pero el chorro continuo de mensajes confunde y obliga a hacer un gran filtro. “Me da la sensación de que abundan más los eslóganes que los aforismos”, apunta Borrás. Para que un aforismo sea bueno, explica el editor, tiene que ser original y trascendental “en al menos un 60 %”.

3. Un aforismo es una reflexión

Chuparse los dedos es una antropofagia sutil (Juan Villoro en Twitter, mayo de 2013). Todos, escritores, poetas y editores, coinciden en que la principal función del aforismo es hacer pensar. Borrás pone un ejemplo: El amigo es aquel que nos protege de nosotros mismos. “Esto te deslumbra de forma automática, ¿verdad?”.

Esta es una de las respuestas que el editor da al auge del aforismo: “Creo que hay una mayor inquietud presente por el pensamiento. El aforismo está muy cerca de la poesía y durante algunos años se desdeñó la poesía en la que había cierto pensamiento filosófico, pero ahora creo que interesa de nuevo”. Hablando de filosofía, el alemán Nietzsche fue también un gran autor de aforismos.

4. El aforismo es poesía

El mar es un monólogo interior (Erika Martínez Lenguaraz, Pre-Textos, 2011). Los autores de aforismos, por la cercanía entre géneros, son principalmente poetas. Una enumeración de creadores contemporáneos en castellano lo muestra: Ramón Andrés, Juan Varo, Fernando Menéndez, Andrés Neuman, Manuel Neila, Carmen Camacho, Carlos Marzal y los citados Ramón Eder, Erika Martínez y Fernando Aramburu, son en su mayor parte poetas. Es algo que ha acompañado al género: Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Fernando Pessoa en portugués o el propio Bergamín son poetas que han protagonizado este género. 

5. Un aforismo es ironía. 

¡Cuidado con el yo! A poco que te descuides se adueñará de toda tu persona (Aramburu). Una de las grandes características de este género es el humor: la lucidez se ayuda de la ironía para enriquecer aún más este aforismo, explica Arcas. Es inevitable relacionarlo con los grandes aforismos que expresan las viñetas de humor gráfico, “que inclinan la balanza de la imagen hacia la palabra”, según explica Erika Martínez. “Los textos poseen una auténtica autonomía de sentido”, y desde luego llevan consigo la brevedad, la reflexión e incluso la poesía, como esta viñeta de El Roto: ¿Pero qué clase de orden económico es ese que produce desorden social?

6. Un aforismo es crítica

Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado. Que nuestras conversaciones ahoguen las sirenas. Ambos aforismos tienen un mensaje en defensa de la libertad. Uno pertenece a una pancarta anónima del 15M, y otra al andaluz Juan Ramón Jiménez. ¿Cuál es de uno y cuál de otro?

Las herramientas del aforismo han jugado siempre con el lenguaje de los lemas políticos. La calidad de la reflexión, sea su autor consciente o no de practicar un género literario, es la que le otorga el nivel aforístico. En el 15M, y ya antes el Mayo del 68, florecieron en pancartas, paredes y farolas multitud de aforismos: “Son movimientos con una gran faceta de ingenio”, apunta Aramburu: “El aforismo prolifera allí donde se cuestionan los dogmas, los tópicos, las reglas obsoletas y, en general, al amparo de posturas contestatarias”.

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El aforismo es carne de pancarta, por tanto, por albergar ese componente ensayístico exprimido en pocas palabras. Y de graffiti. En las calles también han quedado plasmadas grandes expresiones que pueden tomar el apellido de aforismo, menciona Borrás, y Erika Martínez recuerda es una de las muchas pintadas que la ceniza del Vesubio conservó en los muros de Pompeya: Oh, muros, habéis aguantado tantos grafitis aburridos, que me asombra que no os hayáis derrumbado”.

7. El aforismo sigue siendo un género minoritario

Un buen aforismo es un relámpago en las tinieblas (Ramón Eder, La vida ondulante, Renacimiento, 2011). Más minoritario aún que la poesía, dice José Ramón González en Pensar por lo breve. “El auge se nota porque se reciben más originales”, explica Borrás. Arcas también considera que no se debe tomar como una moda: son pocos los que están dando un empuje a este género, pero “la presencia en los medios ha aumentado. Es todavía minoritario, pero de una gran aceptación y predicamento”.

Recopilando la construcción del aforismo, Aramburu formula una descripción adaptada, casualmente, a los 140 caracteres. Lo determinante del buen aforismo “no es la idea, sino la formulación, la especial gracia del enunciado, el toque poético, la punta de ironía”. Y necesita un contexto: “El aforismo surge. Su inmediatez lo libra de peso superfluo, de solemnidad y de pretensiones”. En realidad, haría falta un tuit y medio.

Decía Juan Ramón Jiménez (1881-1958) que en España, a pesar de ser un país de refranes, no triunfaba el género literario del aforismo entre los escritores como en el resto de Europa. El poeta onubense no conoció la emergencia aforística que arrancó un siglo después de su nacimiento y que aumenta progresivamente cada año. También se perdió el ejercicio de entrenamiento en la brevedad que vive la sociedad actual adaptada a las redes sociales. El brote electrónico se suma a la lluvia de reflexiones poéticas que inundaron las plazas de España (y de otros países) contra las injusticias de un sistema injusto. El aforismo se ha consolidado como género y popularizado como forma de expresión. Pero le faltaba algo.