El Hombre de Acero SÍ.
Porque sí. Porque David S. Goyer y Zack Snyder han zarpado llevando en la cubierta al mito más complejo, más rico y más
Porque sí.
Porque David S. Goyer y Zack Snyder han zarpado llevando en la cubierta al mito más complejo, más rico y más influyente de la cultura norteamericana y lo han atracado en buen puerto.
Porque por fin –por fin- he podido ver en la gran pantalla algunas de las particularidades más interesantes del mito.
Porque he visto el conflicto que atormenta el niño Clark cuando se enfrenta a un mundo que no comprende y que le sobrepasa, pero no como le sucedería a cualquier niño: Clark no comprende el mundo porque su verdadera naturaleza no le permite comprenderlo.
Porque he sentido en Diane Lane y en Kevin Costner el miedo continuo y ominoso que sobrevuela por encima de las cabezas de Jonathan y Martha Kent ante la posibilidad de que el mundo descubra a su hijo Clark. De que el mundo descubra a Superman. De que el mundo se lo quite.
Porque he contenido la respiración cuando Clark niño, Clark adolescente y Clark joven reprimían su impulso y su furia. Y porque he exhalado aliviado cuando Superman la ha desatado al fin. Cuando amenazaron a Martha Kent. Cuando amenazaron a su madre.
Porque Goyer y Snyder han enseñado sin rubor todas y cada una de las analogías del mito americano con el dios cristiano. Porque Clark tiene 33 años. Porque, en un bellísimo plano, Superman y Lois Lane dibujan una delicada pietá invertida (y no la describo completamente, creo que merece ser contemplada). Porque, al contrario que el general Zod, Superman conserva y abraza la moral.
Porque Henry Cavill da vida a un notable Superman y a un sobresaliente Clark Kent.
Porque Russel Crowe es un estupendo padre ausente y Ayelet Zurer una tierna madre doliente.
Por Kevin Costner y Diane Lane (otra vez).
Por el grito y el llanto final de Superman.
Por volar.
Porque sí.