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Rebelión en el Centro Dramático Nacional
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LA COMPAÑÍA LA ZARANDA PISA EL MARÍA GUERRERO CON UNA OBRA DE INSPIRACIÓN ORWELLIANA

Rebelión en el Centro Dramático Nacional

Los vientos corren a favor de una de las compañías más sustanciales y menos presentes. Legendaria La Zaranda, representa el teatro vivo, el mundo como manicomio,

Foto: Rebelión en el Centro Dramático Nacional
Rebelión en el Centro Dramático Nacional

Los vientos corren a favor de una de las compañías más sustanciales y menos presentes. Legendaria La Zaranda, representa el teatro vivo, el mundo como manicomio, el mundo como una taxidermia, el mundo como una sala de necropsia. El mundo de los reducidos, los desahuciados y los invisibles. Sí, los días son cada vez más zarandinos.

“Son buenos tiempos para el teatro que quiere escuchar, para ese teatro que ha dejado de ser la fábula egocéntrica. Lo demuestra que se pongan tantas cortapisas económicas, que traten de ponerle cerco a algo tan vivo”, explica Eusebio Calonge, el autor de los textos que durante 35 años han nutrido los escenarios españoles y latinoamericanos. Para Calonge “el teatro se configura contra todo y estos son momentos fantásticos” para hacer del teatro el reflejo del malestar.

La compañía menos comercial del mundo cambia de casa en Madrid. La Zaranda, Premio Nacional de Teatro 2010, deja el Teatro Español tras la marcha de su anterior director Mario Gas y aterriza en el Centro Dramático Nacional (CDN), en el Teatro María Guerrero, dirigido por Ernesto Caballero. Los componentes del grupo prefieren no entrar en el detalle sobre la mudanza, salvo para decir que el teatro está “sujeto a los vaivenes de la política” y que lo único que importa es que ellos se mantienen “honestos” en su propuesta.

La primera parada de su, esperemos, largo viaje en la cuna de la excelencia escénica es una obra producida y estrenada por el Festival Temporada Alta de Girona y titulada El régimen del pienso, en la que muchos han visto una parábola de Rebelión en la granja, de George Orwell. El espectáculo trata una epidemia porcina en torno a la que surgen distintas teorías veterinarias que no logran frenar el índice de mortandad en las pocilgas. La industria se resiente y cada vez necesita menos mano de obra. ¿Consecuencia? Lucha por el puesto de trabajo con el único horizonte de un horario, una rutina, un vacío sin más esperanza que la de una muerte indolora y un paralelismo entre las vidas del cerdo y del hombre.

El esperpento humano

Nadie notaría ninguna diferencia con la realidad, sino fuera porque La Zaranda trabaja en la conciencia, con sus materiales de despojo, su luz lúgubre y sus materiales barrocos. Trompetas y Semana Santa, futuros difuntos. Un ritual grotesco en el que nunca hay escenografía, pero los objetos que manipulan y les acompañan son tan importantes como los propios actores, quienes aparecen como chamarileros de las emociones, como domadores de expresiones.

Así que los personajes de La Zaranda son muñecos de trapo descompuestos. Títeres del siniestro juego del sistema que habitan en la conciencia del que los está mirando. El objetivo de la compañía es el ser humano que, al preguntarse por sí mismo, parece querer ponerse en pie y acabar con el simulacro de su existencia, que representan con apego, rutina y vacío. Los personajes favoritos de La Zaranda están en la encrucijada de resolver cuál es el camino malo y cuál es correcto. Ellos dicen que no son nihilistas, porque siempre ponen una chispa de esperanza al final de sus cuadros. Es probable que su corte de devotos no piense de la misma manera.

Son el Teatro inestable de Andalucía la baja, porque la inestabilidad les ha hecho independientes. Se han empeñado en caminar al margen de las modas que aniquilan todo lo que no sea como ellas. A la cartelera la llaman “cacharrería de novedades”. “No tenemos grandes pantallas ni tecnologías. En nuestro teatro hay un rescate de lo poético y de lo íntimo. Es una vuelta al valor artesanal del teatro. Siempre hemos actuado con el mismo modo de rebeldía: contra el marketing, la intimidad”, remata agudo Calonge.

La Zaranda es de Andalucía la baja, pero ha podido sobrevivir gracias a la acogida de Latinoamérica cuando aquí nadie quería saber nada de ellos. Una compañía transnacional que se sorprende con las reacciones del público del país al que visitan. La última anécdota sucedió mientras montaban su anterior obra Nadie lo quiere creer en Venezuela, durante los funerales de Hugo Chávez. Aquello sucedía en el estudio de un taxidermista y los medios pensaron que habían actualizado la obra para encajarla en ese momento velatorio. “Fue la primera vez que hicimos teatro político y fue por casualidad. No hacemos teatro, el teatro nos hace a nosotros”, suelta el director de la compañía, el ilustre Paco de La Zaranda

Los vientos corren a favor de una de las compañías más sustanciales y menos presentes. Legendaria La Zaranda, representa el teatro vivo, el mundo como manicomio, el mundo como una taxidermia, el mundo como una sala de necropsia. El mundo de los reducidos, los desahuciados y los invisibles. Sí, los días son cada vez más zarandinos.