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Querejeta, entre las heridas de conflictos mal cerrados
  1. Cultura
REFLEJÓ LOS PROBLEMAS DEL PAÍS ENTRE LA METÁFORA Y EL REALISMO SOCIAL

Querejeta, entre las heridas de conflictos mal cerrados

Cualquiera diría que la carrera de Elías Querejeta, fallecido este domingo, tocó techo a los 20 años: el 9 de octubre de 1955 marcó el gol con el

Cualquiera diría que la carrera de Elías Querejeta, fallecido este domingo, tocó techo a los 20 años: el 9 de octubre de 1955 marcó el gol con el que la Real Sociedad batió al Real Madrid de Di Stéfano. Atocha se vino abajó, pero Querejeta ya tenía entonces otros planes en la cabeza. “Me aburría mucho el fútbol y sobre todo los entrenamientos, el cine me había interesado desde siempre, desde mi infancia. Cuando era niño apareció mi padre con una cosa escondida bajo el brazo, nos cito a todos los de mi cuadrilla y nos hizo entrar en el salón, entonces apagó las luces y sólo veíamos una sábana bien planchada sobre algo. Tiró la sábana al suelo y de repente salió Charlot en la pantalla. Es la primera imagen de cine que recuerdo y a partir de ahí surgió en mi una fascinación tremenda”, contó una vez. Que Querejeta no haya pasado a la historia por su gol al Madrid sino por su rol como productor clave del tardofranquismo da idea de la profundidad de su legado cultural. Sus películas emblemáticas reflejan las claves de una carrera impulsada por las ganas de contar los conflictos mal cerrados del país, del franquismo a la democracia. Y por su buen ojo para lanzar nuevos directores.  

Parábolas enfermizas sobre el franquismo: La caza (Carlos Saura, 1966)

Ventajas de la censura: te obliga a exprimirte la cabeza para narrar con una alegoría lo que no puedes contar directamente. De paso evitas caer en los subrayados del cine social.  O cómo hablar de las heridas mal cicatrizadas de la Guerra Civil siguiendo los tensos pasos de cuatro amigos de cacería. Carlos Saura recreó una atmósfera malsana con una extraña mezcla de realismo seco y vanguardia que asombró a cineastas como Sam Peckinpah. “Hubo mal ambiente en la Junta de Censura al ver la película, incluso se le sacaron a cada plano simbolismos eróticos y políticos. Que la película tiene intención, es evidente; que sea para prohibirla, es otra cosa”, contó en sus memorias el entonces director general de Cinematografía, José María García Escudero. Los problemas del simbolismo: o te cargas la película entera o tiras para adelante. El tándem Querejeta-Saura iba a contar lo que sucedía en el país mediante parábolas y subiéndose a la ola de los nuevos cines que sacudieron entonces el audiovisual europeo.  Luego llegarían Ana y los lobos (1973), La prima Angélica (1974) y Cría Cuervos (1976).  

Metáforas de la guerra: El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973)

“El título, en realidad, no me pertenece. Está extraído de un libro, en mi opinión, el más hermoso que se ha escrito nunca sobre la vida de las abejas, y del que es autor el gran poeta y dramaturgo Maurice Maeterlinck. En esa obra, utiliza la expresión El espíritu de la colmena para describir ese espíritu todopoderoso, enigmático y paradójico al que las abejas parecen obedecer, y que la razón de los hombres jamás ha llegado a comprender. Así explicaba Víctor Erice el misterioso título de su primera película, la más prestigiosa de la historia del cine español, que se dice prontoEl espíritu de la colmena continúa siendo un enigma cuatro décadas después, sin importar cuántas veces se haya visto, quizás por la capacidad visual de Erice para la metáfora y la sugerencia. Sabia utilización del mito de Frankenstein para asomarse a los abismos del traumático pasado español desde el sosiego y la inocencia de la mirada de una niña. Entre otras muchas cosas.

Los parias de la democracia: Deprisa, deprisa (Carlos Saura, 1981)

Llegó la democracia y se acabó la censura… pero no la tensión social. Con la impunidad que otorga el paso del tiempo, la nostalgia ha intentado convertir el fenómeno quinqui en folclore irónico. Revisar Deprisa, deprisa permite refrescar la mirada sobre un tiempo conflictivo, los primeros ochenta madrileños, que ahora asociamos únicamente con el juergón de la movida, pese a que su fenómeno social más significativo fue la marginalidad de las periferias. Saura y Querejeta se tiran de cabeza al cine social, sin parábolas o simbolismos que valgan, y salen triunfantes al contar la historia de cuatro jóvenes del extrarradio madrileño que basculan entre el robo a mano armada y el chute de heroína. Mítica banda sonora con Los Chunguitos a todo trapo.     

A vueltas con Euskadi: 27 horas (Montxo Armendáriz, 1986)

La alianza Querejeta-Armendáriz arrancó con Tasio (1984), ópera prima del director, una historia rural sobre un chaval del monte (Sierra de Lokiz) que se niega a adaptarse a la modernidad urbana. Dos años después saltarían a la jungla urbana contemporánea con 27 horas. Otra vez la marginalidad social y la heroína pero en el enfermizo contexto vasco de los ochenta. Realismo social crudo para contar una historia de depresión y amor imposible entre adictos.

El extraño mundo de las relaciones humanas: Familia (Fernando León, 1996)

El mito de las óperas primas de Querejeta se agrandó con el debut de Fernando León en 1996. Puede que Los lunes al sol (2002) sea la película más conocida del dúo, la depresión de un grupo de obreros despedidos del astillero, un tema social muy del gusto del Querejeta de la era democrática, pero quizás sea Familia la cinta de León que mejor resiste el paso del tiempo. Antes de lanzarse a los senderos del cine social, el director contó las tribulaciones de una familia de alquiler con una ironía que reflejaba muy bien los absurdos de las relaciones humanas.  

Cualquiera diría que la carrera de Elías Querejeta, fallecido este domingo, tocó techo a los 20 años: el 9 de octubre de 1955 marcó el gol con el que la Real Sociedad batió al Real Madrid de Di Stéfano. Atocha se vino abajó, pero Querejeta ya tenía entonces otros planes en la cabeza. “Me aburría mucho el fútbol y sobre todo los entrenamientos, el cine me había interesado desde siempre, desde mi infancia. Cuando era niño apareció mi padre con una cosa escondida bajo el brazo, nos cito a todos los de mi cuadrilla y nos hizo entrar en el salón, entonces apagó las luces y sólo veíamos una sábana bien planchada sobre algo. Tiró la sábana al suelo y de repente salió Charlot en la pantalla. Es la primera imagen de cine que recuerdo y a partir de ahí surgió en mi una fascinación tremenda”, contó una vez. Que Querejeta no haya pasado a la historia por su gol al Madrid sino por su rol como productor clave del tardofranquismo da idea de la profundidad de su legado cultural. Sus películas emblemáticas reflejan las claves de una carrera impulsada por las ganas de contar los conflictos mal cerrados del país, del franquismo a la democracia. Y por su buen ojo para lanzar nuevos directores.