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El producto español más competitivo: el escritor joven
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LAS APUESTAS EDITORIALES APUNTAN AL PRODUCTO BARATO Y DE CALIDAD

El producto español más competitivo: el escritor joven

Son jóvenes, han terminado novela, tienen otro trabajo o algo que se parece a uno, aceptarán un anticipo muy bajo –ni mileurista- por la publicación de

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El producto español más competitivo: el escritor joven

Son jóvenes, han terminado novela, tienen otro trabajo o algo que se parece a uno, aceptarán un anticipo muy bajo –ni mileurista- por la publicación de su escrito realizado a ratos libres. Peinarán el mapa de librerías y centros culturales del país defendiendo su novela. Además, se autopromocionan en las redes sociales y no tienen agentes que les representen. Los jóvenes escritores españoles son una ganga, son el producto más “competitivo” de la marca nacional, ya saben, barato, de calidad y perfecto para hacer que la cadena de producción de novedades no se detenga.

El bajo coste de producción de sus obras les hace rentables a todos, y algunos hasta tienen éxito. Este año tres autores confirman que las apuestas por ellos recogen suculentos frutos: Jesús Carrasco, Dolores Redondo y Natalia Sanmartín han logrado lo que nunca había pasado, que autores sin aval de mercado hayan pegado pelotazo en el extranjero.

“La mesa de novedades cambia todas las semanas. El mercado editorial y los medios de comunicación son una máquina de machacar novedades y como tal necesita alimentarse. Es un buen momento para los escritores jóvenes”, explica Constantino Bértolo, director del sello Caballo de Troya, hábitat natural de la cantera patria desde diez años. “Son competitivos porque no se les paga mucho y tienen muchas ganas de vender. Parece que las grandes editoriales les van a prestar atención, es decir, que pondrán dinero para marketing y promoción. Los editores han empezado a pensar que a lo mejor invirtiendo en escritores jóvenes sacan algo. Sobre todo después del agotamiento del best seller. Deben buscar cuáles son los nuevos superventas”.

Salvados por los followers

El reventón de la burbuja editorial y sus anticipos irrecuperables ha provocado el auge del novel, que debe aceptar el deterioro de las condiciones laborales si quiere seguir para adelante. “Son escritores rentables porque sus anticipos son muy bajos, entre 500 y 2.000 euros en el mejor de los casos”, asegura el editor de Península Manuel Fernández Cuesta. Afirma que se mueven mejor que antes, que tienen unas redes sociales en las que se agitan muy bien y consiguen vender los libros de la tirada entre sus contactos. El autobombo estaba mal visto, pero “ahora se apoya mucho a quien tiene 20.000 followers.

“Son libros de pequeño tamaño y coste de producción mínimo. Pequeños éxitos que compensan la edición del libro mientras esperas a que alguno despunte. Es un buenísimo momento para el nacimiento del autor español: su libro siempre tendrá coste menor, por ejemplo, frente a los jóvenes extranjeros que necesitan traducción”, reconoce Fernández Cuesta. “Las editoriales apuestan por el joven español porque es mejor precio. Tiene más que ver con el coste de oportunidad que con la calidad literaria: si uno triunfa, pelotazo. Si no, recuperas”.   

La experiencia de Enrique Murillo, editor de Libros del lince, es diferente: le llegan manuscritos en los que encuentra cosas excepcionales. Dice haber encontrado en un año dos piezas de este tipo por eso le parece un “momento excelente” para las nuevas firmas. El texto se impone. Pero aclara que su apuesta no tiene parangón en un gran grupo, porque, dice, que en estos se dedican a mirar el índice Nielsen y si ven que alguien vende mucho le hacen una oferta. “No leen libros, leen cifras”.

Agarrados por el salario

Quizás Murillo exagere más de la cuenta, aunque las trabas que tienen los editores de las tres grandes empresas editoriales de este país se fijan en sus contratos laborales. La cláusula variable es la mayor trampa que se han inventado estas compañías para lograr que los editores se esfuercen en contratar libros que sean capaces de vender como se vendía antes. Porque su sueldo va en ello: si cumplen sus objetivos de beneficios para el año podrán cobrar íntegramente el salario. Los objetivos que marcan las editoriales son inalcanzables, porque son las mismas cifras de hace varios años, cuando el sector no sufría el mayor batacazo en ventas de su historia.

De esta manera, a pesar de que el maniatado editor ha sido forzado a contratar y publicar según resultados para salvar su salario –nunca lo logran-, la empresa se ahorra una parte importante en sueldos y la exigencia por la venta –en vez de por la calidad literaria- se mantiene intocable. En este panorama perverso, previsto por los capos de las editoriales, no caben las sorpresas si no hay seguridad –nunca la hay- de la fuerza y calidad de un producto capaz de alterar los nombres de siempre en la lista de los más vendidos.

Eso no quiere decir que el joven autor no tenga lugar entre las grandes, porque en todo este cambalache las mejores cuentas salen cuando un desconocido por el que se ha pagado 2.000 euros consigue alrededor de 20 contratos para ser traducido en 20 países y una productora de cine monta película con guión inspirada en la obra. Ahí asoma la mayor cualidad del editor, la de vaticinar la garantía del éxito. “Las editoriales arriesgan con los jóvenes, ¿para qué están si no?”, se pregunta la agente literaria Palmira Márquez, gestora del éxito de El despertar de la señorita Prim, de Natalia Sanmartín.

Márquez cuenta que su experiencia le ha demostrado que el texto manda, que si tienen entre manos una buena obra publican. “Los que apuestan poco por las nuevas voces son los medios de comunicación”. Sin embargo, no es hasta que el libro se ha calentado cuando invierte en tiradas mayores y una buena campaña de marketing. La estrategia está más que ensayada, ocurrió con El tiempo entre costuras de María Dueñas y ha pasado con El guardián invisible de Dolores Redondo e Intemperie de Jesús Carrasco.

La directora editorial de Mondadori, Mónica Carmona, es reconocida por sacar a la luz valores que se han consolidado como Patricio Pron, Elvira Navarro o Gonzalo Torné. Reconoce que su apuesta es de dos autores desconocidos como mínimo al año. Todas las chicas besan con los ojos cerrados, de Enric Pardo, es su último descubrimiento y éxito de alta rentabilidad. Avisa a los soñadores: “Tratar de vivir de la literatura es un sueño reservado para pocos. Eso no te legitima para ser injusto en los anticipos”. Curiosamente, lo que más le ha sorprendido gratamente de los malos tiempos no es la entrada de jóvenes baratos, sino de la exigencia con la que ahora se trabaja sobre el texto entre el autor y el editor.  

La rentabilidad está en el catálogo

Así que se avecina nubarrones para los que tienen caché medio y alto, éstos son los que no pueden devaluar su obra. Pero los nuevos, los baratos, “los competitivos”, sí. “La ambición más modesta es la oportunidad”, explica Carlos Pardo, autor de Vida de Pablo (Periférica), para quien el “activismo cultural” no se escribe con las grandes firmas, sino con las apuestas.

La editorial más rentable es la que se justifica por su catálogo, no por sus firmas. Lo importante es crear mercado, no ir detrás del mercado. Por eso es un buen momento para los jóvenes, porque tienen una oportunidad: las tiradas son menores, las ediciones rentables. Una editorial que no apuesta por escritores jóvenes españoles es una editorial muerta y deficitaria porque pagará unos anticipos tan altos que no podrá recuperar jamás”, cuenta con claridad Pardo.  

Somos baratos porque no vivimos de la literatura. Es duro ser muy rentable porque sacrificas tu tiempo y tu economía. Es una vida perra y gratificante con muy poco”. Las comillas pertenecen a Óscar Curieses, ecritor que ha publicado dos libros de poesía Dentro y Sonetos del útero (ambos en Bartleby) y confirma la rentabilidad del autor anónimo español, sobre todo en su especialidad. No hay anticipos y se debe perseguir al editor para reclamar los derechos de las ventas. Aclara que no es su caso, pero que es lo común en otras editoriales. En la poesía, según Curieses, se está produciendo algo parecido a una Edad de Oro, en la que a pesar de pasar por un gran momento creativo los autores están “un poco huérfanos”.  

Apuestas arriesgadas pero baratas

La editora de El Gaviero, Ana Santos, confirma que desde las pequeñas editoriales y las grandes se está apostando por los jóvenes autores. Ella destaca la facilidad para mover por espacios culturales del país al autor. “La apuesta es absoluta. Hay mucho talento y hay que darle una oportunidad”.

Y la lengua. El castellano es la salvación y la traducción la maldición. Una buena cuesta cerca de 3.000 euros a añadir al contrato que se ha cerrado con el autor extranjero. Murillo, que en los ochenta se dedicaba a literatura extranjera para las grandes, ahora sólo puede permitirse la imprenta como inversión. La última traducción que encargó y publicó fue hace dos años, con la autobiografía de Julian Assange. “No estoy ni pensando en ellas, porque un libro se te pone en 8.000 euros y eso no se recupera”. Reconoce que no paga ni mil euros de anticipo y que el gasto de promoción lo hace más con ideas que con presupuesto.

Luis Solano, editor de Libros del Asteroide, inicia una nueva línea en su impecable trayectoria como lector de exquisitos autores extranjeros. Hace cuentas en alto: de un libro de 18 euros al autor le corresponde 1,8 euros. Si vendes 10.000 ejemplares, el escritor gana 18.000 euros, pero si vendes sólo 2.000 las cuentas no salen. Si a eso le sumas la traducción… ¿Resultado? La semana que viene aparecerá en castellano Todo lo que una tarde murió con las bicicletas, de Llucia Ramis en el catálogo del sello.

“Quiero que haya un poco más de renovación y prestar atención hacia abajo. En el último año han aparecido muchas apuestas y nombres que han sido rentables, basta con mirar el catálogo de Random House Mondadori y Seix Barral”, explica el editor. Y dos datos fundamentales para decantar la elección: “No tenemos el dinero para comprar y publicar a los autores que nos gustan y queremos. Y el autor está aquí para hacer la promoción, que cuenta mucho”.

Son jóvenes, han terminado novela, tienen otro trabajo o algo que se parece a uno, aceptarán un anticipo muy bajo –ni mileurista- por la publicación de su escrito realizado a ratos libres. Peinarán el mapa de librerías y centros culturales del país defendiendo su novela. Además, se autopromocionan en las redes sociales y no tienen agentes que les representen. Los jóvenes escritores españoles son una ganga, son el producto más “competitivo” de la marca nacional, ya saben, barato, de calidad y perfecto para hacer que la cadena de producción de novedades no se detenga.