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Nacidos para perder: cómo los Burning dejaron pasar su última oportunidad
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ENTREVISTA CON SU BIÓGRAFO, ALFRED CRESPO

Nacidos para perder: cómo los Burning dejaron pasar su última oportunidad

“El material original es buenísimo. Si se publicase, sería el disco del año sin ninguna duda. Pero si no están implicados los dos, no tiene ningún

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Nacidos para perder: cómo los Burning dejaron pasar su última oportunidad

Si Burning no hubiesen tocado en tugurios, no tendrían el pedigrí que tienenTodo arranca en el popular barrio madrileño de la Elipa, a comienzos de los años setenta, cuando Enrique Pérez recluta a otros chavales interesados por el rock de Rolling Stones, Chuck Berry y Lou Reed para montar una banda de rock. Entre ellos se encuentran Toño, Risi y Johnny, que de no haber formado parte de la banda, probablemente habrían terminado en algún taller, obra o fábrica de la periferia madrileña. Si algo demostraron Burning es que era posible hacer del rock una filosofía y una forma de vida que, aunque en ocasiones terminase de manera dramática, permitió vivir una realidad alternativa a unos chicos criados en la opresiva atmósfera del tardofranquismo. Algo que ha cambiado completamente hoy en día: “el rock and roll es hoy por hoy un hobby. Es probable que con la crisis ahora vaya a haber una criba, y que la gente vuelva a colgarse una guitarra por necesidad, como una forma de vida, y no como una mera afición”.

Una lucha contra los elementos

Otra de las principales conclusiones que se pueden extraer de Burning. Madrid es que el rock and roll siempre ha sido precario en España: ni en sus momentos de mayor auge comercial gracias a En concierto (BMG-Ariola, 1991) consiguieron dar ese salto cualitativo que les habría resuelto la vida.  Y sin embargo, cuantos menos recursos tuvieron, más vibrantes eran sus discos. “Al rock, la falta de medios le va de maravilla. Cuanto más fácil, peor”, señala Crespo. “Si los Stones no hubiesen empezado en el Marquee o si Burning no hubiesen tocado en tugurios como el Red Gold o el MM, no habría sido lo mismo, no tendrían ese pedigrí que tienen. Lo que ocurría con Burning es que, cada vez que lo tenían fácil, metían la pata y volvían al principio. Pero en general, creo que en el rock, cuando peor, mejor”.

Burning se ganaban la vida en los pueblos de la España profunda, delante de cuatro gatosQuizá uno de los grandes obstáculos a los que se ha tenido que enfrentar Burning a lo largo de su trayectoria ha sido, además de los cambios constantes de formación y las tragedias personales, la incapacidad de rentabilizar uno de los mejores cancioneros del rock español. “Nunca tuvieron a un Andrew Loog Oldham que supiese cómo sacar partido a un grupo y por dónde llevarles”, opina el autor del libro. “Como cuento, Burning no tuvieron manager durante muchos años. Eran autodidactas en sus negocios, nadie les aconsejaba. Muchos grupos acabaron como ellos por aquella época, con un elepé debajo del brazo y disueltos sin que nadie les hiciera caso. La cultura imperante en la época tampoco ayudaba”.

Más bien al contrario: si los Stones, sus primos ingleses, son una institución a prueba de críticas, en España Burning no disfrutan de esa veneración histórica, ni siquiera por parte de la afición musical más rockera. ¿Qué ocurre? “En este país siempre se ha dado más importancia y se ha apoyado más lo de fuera. Se aplaude la gira en la que el único miembro que queda es el primo del batería, o la enésima reunión de Beach Boys con Brian Wilson, y la gente se atreve a discutir a Johnny. Creo que en el fondo es como los cromos: queremos completar la lista y el nombre extranjero puntúa más. Así nos luce el pelo a nivel de prensa o de industria. Somos muy listos”, afirma el autor.

Alfred Crespo fue compañero de correrías de la banda desde que contaba con poco más de veinte años: “Los conocí en la época de Regalos para mamá (Victoria, 1989), en la presentación del disco en  Barcelona. Pero donde de verdad cogí confianza con ellos fue siguiéndoles por pueblos de la España profunda, que es como realmente se ganaban la vida, delante de cuatro gatos”, recuerda. “Esa era realmente la forma de vida de Burning, ir a tocar a las fiestas de Burgos, o a las de Segovia, Valladolid, etc. Recuerdo tres días en el Puerto de Mahón en Menorca que fueron de sus mejores conciertos”.

Vivos, cuarenta años después

Las dificultades que tuvo que atravesar el grupo a lo largo de su historia provocaron esa sensación de hermandadDespués de la muerte del guitarrista en mayo de 1997, Cifuentes tuvo que decidir entre defender a la banda o acabar para siempre con una formación histórica. Y eligió seguir adelante, una decisión que no contentó a todos los seguidores. “Nunca lo han dejado”, recuerda Crespo. “Hay gente que piensa que la banda se debería haber disuelto la banda después de la muerte de Risi, pero estoy seguro de que si Johnny hubiese disuelto Burning, Pepe se habría levantado de la tumba y le habría dado una hostia. Las propias dificultades que tuvo que atravesar el grupo a lo largo de toda su historia provocaron esa sensación de hermandad, de que había que seguir adelante a toda costa. Era esa actitud de ‘o estás a mi lado, o estás en mitad de mi camino’”.

Uno de los grandes tantos que el autor puede apuntarse con este libro es haber conseguido localizar al hombre que comenzó todo a comienzos de los setenta, Enrique Pérez, o como le conocían en la época, Quique Langstrum. “Estaba encantado de haber pasado desapercibido durante 31 años. Muchos pensaban que estaba muerto. Johnny, después de tanto tiempo, ni siquiera se acordaba de si habían terminado bien o mal”, aclara Crespo, que recalca que el antiguo bajista del grupo nunca se arrepintió de abandonar la nave en 1979. “Se le veía orgulloso de haber formado parte de la banda, pero no tenía ninguna gana de volver. Sus prioridades vitales terminaron siendo muy diferentes a las del resto de la banda. Era el mayor de todos, y no sé si en determinado momento se asustó… Después del reencuentro, se le propuso colaborar en algún concierto, y aunque decía que sí, todos sabíamos que no lo haría”.

El futuro parece deparar para los próximos meses un nuevo trabajo de Burning, un decenio después de su última entrega de nuevo material, Altura (Avispa, 2002). Y aunque no podamos disfrutar aún de ese disco grabado junto a Leiva que promete convertirse en un trabajo de culto que sólo unos pocos privilegiados podrán escuchar, es posible que alguna de esas canciones terminen en el nuevo disco del conjunto madrileño. Aunque tratándose de Burning, uno nunca puede estar seguro. Al fin y al cabo, ellos fueron los que cantaron en Hey, nena “si rujo y lloro no me importa, así es como he nacido. Nunca me podrán domar porque he crecido torcido”.

Si Burning no hubiesen tocado en tugurios, no tendrían el pedigrí que tienenTodo arranca en el popular barrio madrileño de la Elipa, a comienzos de los años setenta, cuando Enrique Pérez recluta a otros chavales interesados por el rock de Rolling Stones, Chuck Berry y Lou Reed para montar una banda de rock. Entre ellos se encuentran Toño, Risi y Johnny, que de no haber formado parte de la banda, probablemente habrían terminado en algún taller, obra o fábrica de la periferia madrileña. Si algo demostraron Burning es que era posible hacer del rock una filosofía y una forma de vida que, aunque en ocasiones terminase de manera dramática, permitió vivir una realidad alternativa a unos chicos criados en la opresiva atmósfera del tardofranquismo. Algo que ha cambiado completamente hoy en día: “el rock and roll es hoy por hoy un hobby. Es probable que con la crisis ahora vaya a haber una criba, y que la gente vuelva a colgarse una guitarra por necesidad, como una forma de vida, y no como una mera afición”.