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Tristes, solitarios y finales en la Semana Negra de Gijón
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ASÍ VIVEN LOS ESCRITORES EL ENCUENTRO

Tristes, solitarios y finales en la Semana Negra de Gijón

Un encuentro de novela negra es el único lugar donde se puede descubrir a escritores a los que les es indiferente que les puedan piratear las

Foto: Tristes, solitarios y finales en la Semana Negra de Gijón
Tristes, solitarios y finales en la Semana Negra de Gijón

Un encuentro de novela negra es el único lugar donde se puede descubrir a escritores a los que les es indiferente que les puedan piratear las novelas. Al fin y al cabo los piratas, todos los piratas, forman parte de la misma comunidad.

Carlos Salem, bonaerense del 59, voz sabiniana, dientes con mucha paliza encima, incluso viste pañuelo negro en la cabeza con nudo atrás, cazadora de cuero y pinta de haber dormido en cubierta.

-Si vas a la barra tráeme un Jim Bean, has el favó.

La XXV edición de la Semana Negra de Gijón se ha clausurado como siempre, dejando Gijón hecha unos zorros de restos de escritores ebrios, entre los que tuve el honor de verme doble, y de hablar de todo menos de derechos de autor y enfermedades, que es de lo único de lo que hablan siempre los escritores sin género.

-Joder, tío, es que a otros festivales tienes que llevarte pareja, que si no te aburres. A este a mí me gusta más venir solo… Ya sabes. Tráeme otro Jim Bean, si vas a la barra.

Este año, la Semana Negra se celebró en el Naval de Gijón, y pusieron unas verjas muy aparentes para que los escritores no se cayeran, o no los tiraran, al mar. La Costa Verde, en todo caso, no es mal sitio para morir.

Aun no hay cifras oficiales de asistencia, creo, pero, en años recientes, llegaron a visitar esta orgía literaria un millón de personas, lo que para una ciudad de menos de 300.000 habitantes no está nada mal, ya que el Mal es aquí el protagonista.

Se me sienta al lado, en la terraza del hotel, un chico joven, nervioso, que se repliega en sí mismo con las manos atadas en el regazo por una cuerda invisible, y uno piensa que este chico tan bien vestido y tímido no puede ser escritor de novela negra. Que debe ser hijo de, acompañante, algo.

-¿Y tú quién eres?

-Jordi –responde tímido.

-¿Jordi Ledesma? –pregunta alguien.

-Sí –y parece que se arrepiente de serlo.

-¿El de Narcolepsia? ¡Joder, Narcolepsia es la bomba!

-No –se yergue Ledesma, con un aplomo hasta ahora impensable-. Narcolepsia es una bala. La que es la bomba es la novela de éste.

Y señala a Víctor del Árbol, que se ríe al otro extremo de la mesa, que ha ganado Le Prix du Polar Européen (el premio de novela negra europeo) con La tristeza del samurái. Víctor del Árbol, además de escritor, es mosso d´esquadra en sus ratos libres, así que no todos los escritores se le acercan por si acaso saca la placa.

La Semana Negra de Gijón es también uno de los escasos encuentros entre autores en los que se puede escuchar a un escritor hablando bien de otro. Parece no haber rivalidades. Más bien al contrario. Ni siquiera Paco Ignacio Taibo II, el creador de la cosa, escritor catarata con más de 50 títulos, se dedica a dar lecciones a nadie o a ejercer de maestro. Tampoco tiene tiempo. Es el ejecutivo entre criminales, pegado a un teléfono que no para de sonar.

-Oye, que está aquí Philip Marlowe preguntando por una rubia de piernas largas. ¿Sabes algo, Paco?

Novelas, novelas y novelas.

Llovía en Gijón.

Leer Narcolepsia, de Jordi Ledesma, el chico tímido de Cambrils que un día se puso a escribir la novela de otro chico tímido, Julio El Perla, de la Barceloneta, que va desadocenando sus rutinas, su inocencia, para ponerse a pasar hachís, y, de ahí, al camino del narco en gran escala, con la naturalidad de quien come primero, segundo y postre…

O el Jamón Calibre 45 de Carlos Salem, sobre un argentino exiliado, acosado por tres mujeres, un gigante y un muerto, una novela desquiciada y hermosa, una amarga carcajada enorme donde la víctima es el que busca al criminal, el detective, y un retrato de la mujer contemporánea, del sexo de la mujer contemporánea, que deja en literatura para niños el Informe Hite.

Moncho Alpuente, aquella rata de La Terraza del Gran Wyoming, del brazo de una mujer bella y con sobrepeso, Mila Santacruz, peluquera que ha encontrado en el oficio de detective la espita gloriosa a su instinto cotilla. ¿Qué mejor detective que una de aquellas porteras o peluqueras antiguas que sabían todo y de todos? De eso nos habla Un maldito enredo.

Novelas, novelas, novelas.

Y el gran premio de novela negra, el Hammett, se lo llevó la periodista Cristina Fallarás, la primera mujer que lo gana, será machista este género, con Las niñas perdidas, una novela bárbara y crudelísima, que se vende descuartizada y sucia de vísceras núbiles, pero que habla de la maternidad. Así de tierno es crimen.

Hoy se van los escritores de Gijón, con sus cadáveres bajo el brazo, de regreso al callejón oscuro de un ordenador con el disco más duro que el de los demás. Tristes, solitarios y finales. Os encontraré. Me han contratado para eso.

Un encuentro de novela negra es el único lugar donde se puede descubrir a escritores a los que les es indiferente que les puedan piratear las novelas. Al fin y al cabo los piratas, todos los piratas, forman parte de la misma comunidad.