“Madoff ha ido a la cárcel por estafar a los ricos, no a los pobres”
“Estaban todos implicados. Todos los que podían meterse en líos, lo han hecho. Muy pocos honrados había entre los banqueros”. Así define el escritor Pablo del
“Estaban todos implicados. Todos los que podían meterse en líos, lo han hecho. Muy pocos honrados había entre los banqueros”. Así define el escritor Pablo del Palacio a ese grupo de personajes acaudalados que describe en ¡Pobres, pobres! (Ediciones Carena), su debut en la novela, escrita junto a María Antonia Velasco. Se trata de una narración ácida e irónica, una farsa con tintes de la picaresca española: “Hacer un drama de lo que ya lo es habría resultado redundante. Si no puedes hacer nada para enfrentarte a ello, sólo nos queda reírnos y llevarlo lo mejor que podamos. Hay que reivindicar lo cómico”.
En el póker, como en los mercados financieros, sólo pueden ganar unos pocosPrecisamente cuando hace pocos días ha salido a la luz el escándalo sobre el Líbor que implica a Barclays, un sainete que podría haber sido perfectamente un capítulo más de la novela. ¿Supera la realidad a la ficción? “Por eso hemos introducido en ella personajes reales, porque sus historias son tan tremendas que no hace falta recurrir a la ficción. Ya son suficientemente escandalosas de por sí. Es lo que ocurre con el escándalo de las hipotecas basura de Ángelo R. Mozilo de Countrywide Financial. Como aclaramos en el prólogo del libro, sus conversaciones privadas son ficción, pero lo que concierne a su vida pública ocurrió así. Si podemos utilizar personajes reales es más divertido e impresiona más”.
Apostar fuerte para perder
Pablo del Palacio es, además de novelista, experto en póker. En 2010 escribió junto a la jugadora Leo Margets La reina del póker. Los secretos de una de las mejores jugadoras de poker del mundo (Planeta). El póquer es uno de los hilos conductores de la novela: sus protagonistas juegan continuamente al póker online al mismo tiempo que especulan con hipotecas y créditos. Del Palacio afirma que son dos mundos muy parecidos: “Hemos utilizado el póker como metáfora, ya que ambas cosas significan jugar con dinero: sólo unos pocos ganan y el resto, pierden. Y los que ganan, se llevan mucho. Es lo mismo que ha ocurrido con los mercados financieros, donde mucha gente ha terminado perdiendo. En el póker, apuestas todo tu dinero a que te salga una carta. Y si te sale a ti, no puede ser que le salga también a todos los demás. Eso es lo que ha ocurrido en los mercados financieros”.
Con una diferencia esencial, que es que en el póker, uno suele apostar con su propio dinero y no con el de los demás. “Aunque puedas haberlo pagado con una tarjeta de crédito”, recuerda Del Palacio. “Lo que ocurre es que incluso cuando los CEO multimillonarios de EE.UU. juegan al póker, lo hacen con un dinero que han ganado especulando, o que no es suyo”.
¿Todos culpables?
La novela realiza un análisis concienzudo de diferentes clases sociales, entornos y motivaciones; del constructor español ambicioso al que la burbuja inmobiliaria le estalla en la cara, a la banquera especuladora Lucy O’ Polvoronne, pasando por la familia dominicana que termina sufriendo en sus carnes el derrumbe del sistema. ¿Pero son tan culpables unos como los otros? “En el caso de Amaranta y los dominicanos, son pobres víctimas. Como mucho, tienen la culpa de haber pecado de ingenuos o de inocentes, al haber firmado esas hipotecas. Los constructores también son víctimas, pero al fin y al cabo se forraron en su momento inflando la burbuja inmobiliaria”.
Los que han estafado a los ciudadanos de a pie no han pagado nada¿Qué opina Del Palacio de los lugares comunes que se han creado después de la crisis con frases como “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”? “Tiene su parte de razón, pero es complicado no hacerlo cuando desde arriba te empujan a que lo hagas a través de créditos, hipotecas y te ofrecen continuamente dinero y no eres consciente de que van a subir los intereses, la prima de riesgo, a bajar el Ibex, por lo que al final vas a tener que pagar más. Algunos somos culpables por inocentes, pero no mucha otra gente que no se ha endeudado”. Del Palacio recuerda que “los que crean estos discursos son los que han dado millones de dólares y euros, y que me lo dicen a mí, que a lo mejor me he gastado mil euros más de los que debía. Ahora toca pagar los platos que casi nunca pagan los banqueros, y nunca los políticos”.
Cabezas de turco e imagen lavada
Una de las conclusiones que se desprende de la novela es que ya manejen millones de dólares o apenas un puñado de euros, los personajes no obedecen a motivaciones muy diferentes. “Al final los personajes no se diferencian tanto entre sí. Lo que hay detrás de los bancos son personas, en algunos casos más miserables que el ciudadano de a pie. Son muy poquitos, eran los que tenían el poder y los que lo siguen teniendo”.
¿Pero no ha habido entonces nadie que pagase entonces los platos rotos? “Pagan dos cabezas de turco, como ese Kazoff que es evidentemente Bernard Madoff, que ha ido a la cárcel porque estafó a ricos de la clase más alta de Estados Unidos, por lo que se le consideraba un enemigo del sistema. Los que han estafado a los ciudadanos de a pie no han pagado nada. Todos conocemos los casos de los banqueros que han sido despedidos y rápidamente aparecen en la política, como en el equipo de Barack Obama”. O como parece ser que ocurrirá con Rodrigo Rato. “Claro, te vas, quedas muy bien renunciando a tu indemnización, pero no nos engañemos: dinero se han llevado por todos lados, y desde luego los que salen estarán colocados enseguida”. En definitiva, se trata de “un sacrificio para lavar la cara y seguir haciendo lo mismo”.
Del optimismo radical a la caída
¡Pobres, pobres! ofrece también un resumen bastante pedagógico, sencillo y didáctico, sobre los pasos que nos han llevado a la coyuntura actual, y que parecen encubrir que quizá todo sea más sencillo de lo que parece. “Los mismos que se han aprovechado de todo el mundo han dificultado la comprensión sobre la banca y las finanzas, quizá para llenarse los bolsillos: se venden y revenden las hipotecas, se meten en paquetes y en productos financieros que nadie comprende ni sabe muy bien por qué están formados, y el ciudadano de a pie mucho menos”, señala Del Palacio.
La novela tiene más vigencia que nunca gracias al agravamiento de la crisisTodos los personajes tienen algo en común: la lectura frecuente de El secreto de Rhonda Byrne (Urano, 2007), aquel célebre libro de autoayuda: “Es una coña que mantenemos a lo largo de la novela. El libro te hace pensar que puedes tener cualquier cosa con pensarlo. Parece mentira que haya llegado a vender millones de ejemplares con esas ideas, pero tiene seguidores muy fieles que piensan que es así y que llevan a locuras como tener cáncer y no darse quimioterapia. En el libro lo leen tanto los personajes negativos como los positivos”.
También un resumen del signo de unos tiempos, los previos a la crisis, en los que el optimismo inconsciente nos llevó a darnos de bruces con la realidad: “Lo que se sugería es la idea de ‘pide todo lo que quieras que al final lo conseguirás’, cuando nada funciona así. En El secreto se dice que si quieres ser rico, no sólo debes pensar que puedes serlo, sino vivir como si ya lo fueras. ¡Esto es tremendamente dañino! Si alguien realmente se convence de que por el hecho de vivir como un rico lo vas a ser, te arruinas en cuestión de días. En el momento en el que estalla la banca parecía que viviésemos contagiados por El secreto”.
Cuando se le sugiere si cabría la posibilidad de una segunda parte, dado que la crisis aún continúa –y no tiene visos de acabar–, Del Palacio responde que “María Antonia lo tiene en la cabeza. Mientras escribíamos el libro, teníamos el miedo de que se acabase la crisis, y dejase de tener sentido. Tuvimos que poner punto y final porque empezaba a ser muy largo. Gracias a Dios, nos gusta decir en broma, la crisis no se ha acabado, sino que ha ido a peor y por lo tanto la novela tiene más vigencia que nunca.”
“Estaban todos implicados. Todos los que podían meterse en líos, lo han hecho. Muy pocos honrados había entre los banqueros”. Así define el escritor Pablo del Palacio a ese grupo de personajes acaudalados que describe en ¡Pobres, pobres! (Ediciones Carena), su debut en la novela, escrita junto a María Antonia Velasco. Se trata de una narración ácida e irónica, una farsa con tintes de la picaresca española: “Hacer un drama de lo que ya lo es habría resultado redundante. Si no puedes hacer nada para enfrentarte a ello, sólo nos queda reírnos y llevarlo lo mejor que podamos. Hay que reivindicar lo cómico”.