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De cómo la filosofía devoró a la novela
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De cómo la filosofía devoró a la novela

¿Qué decir que no se haya dicho ya de Las teorías salvajes de Pola Oloixarac, que hoy se publica en España*? Ríos de tinta pixelada fluyen

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De cómo la filosofía devoró a la novela

¿Qué decir que no se haya dicho ya de Las teorías salvajes de Pola Oloixarac, que hoy se publica en España*? Ríos de tinta pixelada fluyen por el inabarcable océano digital que la ha acogido con el jolgorio del triunfo de los héroes. Se ha dicho mucho muy bueno y algo, poco, muy malo. A la novela, por el momento, se le ha concedido en Argentina el aura de “obra de culto”, en espera de que se la otorguen los laureles del clásico; en España, antes de su publicación, ha recibido grandes elogios de Javier Calvo y del siempre atento Vicente Luis Mora. No sólo eso; Oloixarac fue portada de la revista literaria Quimera el mes pasado, y del último número de EP3. Estamos en el momento en que todos quieren subirse a la ola de esta nueva -otra más- revolución de las letras castellanas.

 

La pregunta que cabe hacerse, la primera que nos viene a la cabeza es, ¿qué se ha dicho, además de alabar justamente la belleza de la autora? ¿es para tanto? Respecto de la primera, ahora vamos con eso. De la segunda, que se adentra en el territorio de la subjetividad por muchas categorías técnicas y argumentos teóricos que se empleen, respondo “sí”. La novela sorprende, arrastra, a ratos fascina, a ratos molesta, pero siempre mantiene el tono de reto intelectual, jugando borgeanamente con las teorías salvajes o no de una filosofía real o inventada; arrasando con su sátira mordaz el mundillo intelectual y académico bonaerense, así como a la izquierda acomodada -“Nada compite en asco con el capitalismo escénico desarrollado por las izquierdas para la comercialización de sus productos”-; y, finalmente, destripando con precisión quirúrgica y saña de barbero renacentista nuestro mundo digital actual y su microcosmos juvenil.

En la novela se cruzan varios hilos argumentales. Por una parte, tenemos a la narradora, que opera bajo el sobrenombre de Rosa Ostreech y que puede ser fácilmente confundida con una compañera suya de Puán -“un ecosistema gagá donde se permitía al académico gagá convivir a gusto con el deterioro institucional”- llamada Pola (p. 269). Rosa es bella, inteligente, culta, gerontófila y está un poco, bastante, loca -perdió el seso, seguramente, de tanto leer filosofía-. Acosa intelectualmente a un viejo profesor, Augusto García Roxler, como estrategia para conseguir su amor. Otra parte de su estrategia consiste en seducir a un repulsivo escritor montonero. Por otra parte tenemos a la pareja formada por Kamtchowsky y Pabst; la primera, videoartista devenida inocentemente en estrella del ciberporno, el segundo, onanista que utiliza la atalaya de su blog para purgar la frustración de su fealdad mediante ácidas teorías sociológicas.

De la novela se ha dicho que pesa más la parte reflexiva que la narrativa, y algo de eso hay. Sin embargo, toda esa parte filosófica es tan acendradamente irónica que no puede dejar de ser literaria. Las “teorías salvajes” de la novela son varias, muchas de ellas expuestas por Pabst, a modo de máscara sobre su fealdad, pero la principal es la teoría de las “Transmisiones Yoicas”, expuesta por primera vez por el antropólogo holandés Johan van Vliet y retomada por García Roxler, que no le servirá sin embargo para medrar en el mundillo académico. Esta teoría será para Rosa el argumento de su ataque/seducción, porque, devota lectora de Hobbes, Clausewitz y Sun Tzu, “all war is the storytelling of seduction, / and seduction is the nature of war” (p. 133). Dicha teoría se erige sobre una inversión de la tradicional teoría de la humanización del simio por su rol de asesino, de cazador: “la presa es la causa del hombre” (p. 174). El hombre, como tal, nace por el miedo a ser cazado, nace por un pacto con su cazador; el mundo es, entonces, “un teatro de guerra invisible habitado por actores visibles” (p. 175), y las relaciones humanas se ven condicionadas por ello: “acercarse a alguien y empezar a temblar, entrever de manera imperceptible el cuadro de ataque, contar los segundos para embestir” (p. 176). Pabst alcanza, instintivamente, conclusiones semejantes.

También se ha hablado del sexo morboso que recorre la novela. Si toda la obra es variada y rica, la experiencia sexual desplegada es igualmente amplia, y va del gang-bang al onanismo pabstiano, quien está seguro que la famosa revolución sexual de los 70 -década con la que la autora es terriblemente crítica- sólo se está cumpliendo en la actualidad. Para los personajes de la novela, no cabe duda. Por todo ello, también se ha dicho que es radical, subversiva o polémica. No sé hasta qué punto puede ser ya tales cosas una obra artística. Parece que, a estas alturas, la subversión tiene más de desdoro del receptor que de merecimiento del emisor-creador. Tampoco estoy convencido de que eso sea una virtud literaria. Sí lo son la riqueza de las ideas desarrolladas, la asombrosa variedad de registros, la riqueza léxica -un léxico más científico-filosófico que narrativo- o la mordaz ironía. La novela, claro, tiene defectos; los diarios de tía Vivi rompen la unidad de un relato que tiene en ello su mayor reto y, al margen de alguna sonrisa, no aportan nada a la novela; algunas construcciones sintácticas, como se ha dicho, son algo torpes, pero son las menos en una obra que destaca por su riqueza y amplitud en todos sus ámbitos.

*A las 12.00h la editorial ha comunicado que tiene que tirar una segunda edición.

¿Qué decir que no se haya dicho ya de Las teorías salvajes de Pola Oloixarac, que hoy se publica en España*? Ríos de tinta pixelada fluyen por el inabarcable océano digital que la ha acogido con el jolgorio del triunfo de los héroes. Se ha dicho mucho muy bueno y algo, poco, muy malo. A la novela, por el momento, se le ha concedido en Argentina el aura de “obra de culto”, en espera de que se la otorguen los laureles del clásico; en España, antes de su publicación, ha recibido grandes elogios de Javier Calvo y del siempre atento Vicente Luis Mora. No sólo eso; Oloixarac fue portada de la revista literaria Quimera el mes pasado, y del último número de EP3. Estamos en el momento en que todos quieren subirse a la ola de esta nueva -otra más- revolución de las letras castellanas.