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La literatura que se piensa
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La literatura que se piensa

Había gran espectación ante el nuevo trabajo de Eduardo Lago tras la asombrosa y espléndida Llámame Brooklyn, novela que disfrutó del aplauso unánime de la crítica

Había gran espectación ante el nuevo trabajo de Eduardo Lago tras la asombrosa y espléndida Llámame Brooklyn, novela que disfrutó del aplauso unánime de la crítica y de buena parte del público lector. Dos años después aterriza, directamente desde la Ciudad de Nueva York, Ladrón de mapas, un volumen que navega de nuevo entre las aguas de la realidad y la ficción, y repite la indefinición genérica que ya acusaba su ópera prima. Si la obra  ganadora del Premio Nadal en 2006 –demostrando que, pese a algunos patinazos, sigue siendo uno de los certámenes más prestigiosos de este país– finalmente se resolvía como novela, en el caso de Ladrón de mapas la imprecisión es más radical, aunque su aspecto sea más el de un insólito volumen de relatos.

 

En ambos libros, Lago hace gala de una enorme capacidad para la estructura narrativa. La de Llámame… funcionaba como el mecanismo de un reloj atómico, compleja, casi ininteligible, pero tenazmente eficaz. En Ladrón… la estructura es nuevamente sólida especialmente en la primera parte, aunque más vaporosa en la segunda. El tronco de la narración enlaza con los personajes de su novela, el escritor Néstor Oliver–Chapman y Brooklyn/Sophie, y este tipo de iteraciones y paralelismos se mantienen tanto a nivel interno como externo, conformando una symploké espesa, tejida también sobre puntos geográficos –Rusia, África, India; París, Nueva York–, a lo que hace referencia el “ladrón de mapas”.

Y, más allá, el conjunto de relatos que componen el volumen hacen referencia a una cartografía de la ficción, un mapa que conduciría del mundo real al mundo imaginado, al mundo construido por la imaginación del escritor, y que es el problema que reconcome a algunos de los personajes del libro, como la propia Sophie, como Alfau, como Francesca. Este era ya el tema de Llámame…, “¿Cómo nace una historia?”, que además en este volumen titula uno de los relatos, o coda. Esta es la cuestión básica que plantean los relatos, tanto los enviados por Néstor como los devueltos por Sophie; es lo que inquieta a Francesca, que anhela escribir, cuando se enfrenta a la violenta realidad de las guerras africanas.

Las variaciones estilísticas que Lago exhibe a lo largo del volumen muestran también su destreza; el cruce de relatos entre Néstor y Sophie da juego a un amplio repertorio de maneras de contar, aunque al cabo no todas igualmente vigorosas. Todas las piezas están bien escritas, como cabe esperar del autor de Llámame... pero algunas, como Nyala o Unicronio, resultan pobres sin dejar de ser correctas. Y, de igual modo que hay relatos regulares, los hay magníficos, como Little Man, donde Lago maneja el tono en que mejor se desenvuelve –realismo sucio– o Con–ser, un divertido diálogo de besugos –con significado, claro– entre Thich Nhat Hahn y Czeslaw Milosz. Al final, el gran esfuerzo de Lago en cuanto a la estructura del volumen, que lo deja sólidamente armado, no se sostiene con el relato tomado como pieza exenta, rebajando el nivel de un libro que podría haber repetido el éxito de Llámame Brooklyn.

 

LO MEJOR: Sin duda, la estructura de la primera parte.

LO PEOR: Algunos relatos, francamente flojos.

Había gran espectación ante el nuevo trabajo de Eduardo Lago tras la asombrosa y espléndida Llámame Brooklyn, novela que disfrutó del aplauso unánime de la crítica y de buena parte del público lector. Dos años después aterriza, directamente desde la Ciudad de Nueva York, Ladrón de mapas, un volumen que navega de nuevo entre las aguas de la realidad y la ficción, y repite la indefinición genérica que ya acusaba su ópera prima. Si la obra  ganadora del Premio Nadal en 2006 –demostrando que, pese a algunos patinazos, sigue siendo uno de los certámenes más prestigiosos de este país– finalmente se resolvía como novela, en el caso de Ladrón de mapas la imprecisión es más radical, aunque su aspecto sea más el de un insólito volumen de relatos.

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