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Diego Canogar y los esqueletos invisibles de la materia
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Diego Canogar y los esqueletos invisibles de la materia

"Yo persigo una forma", dice uno de los más celebres poemas de Rubén Darío, y en esta actitud parece mostrarse el escultor Diego Canogar (Madrid, 1966).

Foto: Diego Canogar y los esqueletos invisibles de la materia
Diego Canogar y los esqueletos invisibles de la materia

"Yo persigo una forma", dice uno de los más celebres poemas de Rubén Darío, y en esta actitud parece mostrarse el escultor Diego Canogar (Madrid, 1966). Pero al contrario que en el poema, sus formas sí que parecen estar encontrando su "estilo". Lo corrobora su exposición en la galería Rayuela de Madrid, en la que dice mostrar "el fruto de esas pasiones y obsesiones que tiranizan mi vida", y para ello ha "buscado nuevos recorridos en trayectos ya por mi transitados y bien se podría titular esta exposición 'Evolución' pues es el hilo conductor que unifica este conjunto de esculturas".

Evolución, sin duda, es lo que se transparenta en estos trabajos en hierro, en los que las formas circulares se sobreentienden en piezas como sus Enroscados o sus Tetramorfos, en lo que parece un monumento a lo sobrante de una realidad de círculos y esferas; o en sus Aros emergentes, en los que esa mitad visible cede la importancia a la parte de la forma que no se ve.

También en sus Ensamblados sucede lo mismo. Las piezas, como trozos incompletos de algo tangible, se llenan de valor por esa parte del cubo que no se ve, que parece oculta en la pared que la sostiene . Una combinación de estructuras cúbicas que solo se mostrará en la pieza Cubos ensamblados, un fascinante rompecabezas visual y a la vez un objeto casi tan interminable e imposible como esa unión de formas circulares que muestra en Aros de cobre y Elípticas.

Dentro se estos trabajos, Canogar destaca especialmente Tetramorfos: "Con piezas de esta serie podré enfrentarme con garantías a proyectos monumentales, como en su día me permitieron las series Olas y vértices". La evolución vuelve a estar presente como mejor definición de su trabajo, pues estas obras mostradas en anteriores exhibiciones se han convertido aquí en "la nueva serie Ensamblados", mientras que, por otro lado, "la serie Aros ha progresado a Aros emergentes".

La aportación artística de Diego Canogar se completa con algo más que estas dos formas geométricas y sorprende con sus composiciones en Losa fracturada y Losa hendida, dos sorprendentes ejemplos de su juego con los vaciados, en este caso muy accidentales, de estructuras rectas, pensadas para encajar a la perfección. De esta forma esta exposición se muestra como un juego en el que lo que no es tangible crea formas y las dota de un valor simbólico enorme. Son como recortes o sobrantes en los que el hierro domesticado adquiere formas orgánicas capaces de sugerir interminables formas llenas de vida. Capaces de perseguir una forma y atraparla.

"Yo persigo una forma", dice uno de los más celebres poemas de Rubén Darío, y en esta actitud parece mostrarse el escultor Diego Canogar (Madrid, 1966). Pero al contrario que en el poema, sus formas sí que parecen estar encontrando su "estilo". Lo corrobora su exposición en la galería Rayuela de Madrid, en la que dice mostrar "el fruto de esas pasiones y obsesiones que tiranizan mi vida", y para ello ha "buscado nuevos recorridos en trayectos ya por mi transitados y bien se podría titular esta exposición 'Evolución' pues es el hilo conductor que unifica este conjunto de esculturas".