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Beatriz de Vicente: "Los asesinos rara vez son enfermos mentales"
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'bestias', nuevo pódcast en podimo

Beatriz de Vicente: "Los asesinos rara vez son enfermos mentales"

La abogada y criminóloga estrena pódcast en Podimo analizando varios de los crímenes más llamativos de la historia, así como las motivaciones, parafilias o desórdenes de sus ejecutores

Foto: Beatriz de Vicente lanza el pódcast 'Bestias' en Podimo. (Foto cedida)
Beatriz de Vicente lanza el pódcast 'Bestias' en Podimo. (Foto cedida)

Beatriz de Vicente lleva décadas estudiando las mentes más malévolas de la historia de la humanidad. Abogada y criminóloga, su experiencia le aporta un sinfín de estudios sobre las criminalidades de las que otras personas huyen: asesinos en serie, coprófragos, sádicos, violadores, pederastas… Allí donde mucha gente prefieren no indagar, entra ella.

Ahora está de estreno. En su pódcast Bestias, de Podimo, De Vicente analiza diversos crímenes desde la perspectiva tanto de la víctima como del asesino: sus filias, sus parafilias, el canibalismo, las motivaciones... Aprovechando el estreno, nos sentamos a hablar con ella de una temática tan oscura como —en realidad— atractiva: el true crime.

PREGUNTA. ¿Qué nos encontramos en Bestias?

RESPUESTA. Nos encontramos 25 años, casi una vida, recopilando información en torno a aberraciones, rarezas y todo aquello que se aparta de lo normal en el ámbito de la criminalidad. Yo soy criminóloga vocacional y desde tiempos inmemoriales me ha interesado siempre lo anómalo, lo extraño, lo raro. Dice Schneider, un psiquiatra alemán, que tan anormal es el santo como el criminal. Y precisamente esa anormalidad es la que me llama la atención.

En Bestias nos acercamos al lado más salvaje del ser humano y a sus conductas más anómalas, más extrañas, más difíciles de entender: desde el canibalismo hasta el vampirismo, los depredadores sexuales, asesinos seriales, parafilias sexuales y conductas de todo tipo, cada cual más aberrante.

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Foto cedida.

P. Me llama la atención el nombre porque, de algún modo, parece que despersonalizamos al asesino, ¿no? Quizás es una forma de no vernos reflejados, de pensar que nosotros nunca podríamos ser así.

R. No, y te digo por qué. La primera acepción de bestia en el diccionario es "animal", y los seres humanos somos animales. La segunda es "monstruo; dícese de aquel que presenta anomalías y desviaciones notables respecto de los de su especie". Hablamos de sujetos que, siendo —como yo— una bestia, presentan desviaciones, anomalías que los hacen llamativos. El concepto, lejos de alejarlo del común de los mortales, lo acerca.

Es más, la coña de llamarlos bestias viene de mis clases de criminalidad violenta y sexual, que son muy famosas, porque soy muy bruta. Mi disco duro se llama El cerebro de la bestia y los alumnos siempre se ríen. Cuando me preguntaron cómo íbamos a llamar al pódcast, puse Bestias. La primera bestia soy yo.

P. ¿Por qué a todos nos gusta tanto el true crime y los sucesos en general? ¿Qué tienen que nos atrapan a todos?

R. Cuando quieres comprender la conducta humana tienes que tirar de tres patas: hay unas razones biológicas, otras psicológicas y otras sociológicas. Las razones biológicas están en nuestro cerebro. La violencia genera importantísimas descargas en nuestros neurorreceptores, excita nuestras neuronas. Pero cuidado, no es una excitación erótica y sensual, pero activa tu cerebro, es una descarga de adrenalina, excita y activa nuestro cerebro.

"Nos gusta el 'true crime' porque la violencia excita nuestras neuronas"

La psicológica es la curiosidad innata al ser humano. Conocer el mal de otros también nos acerca a nuestra propia naturaleza. La ira, la venganza o la rabia están detrás de muchos crímenes y son sentimientos que no nos son ajenos. Y a nivel social, piensa que incluso el asesino o el delincuente es un rompedor de las normas. Él se atreve, aunque tú no, y luego necesitamos al monstruo. Necesitamos que alguien lo haga mal para que podamos establecer la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal.

P. Siempre es difícil hacer un retrato común de los asesinos, ya que los hay de muchos tipos. Pero ¿hay algunos rasgos que todos compartan?

R. En el 90% de ocasiones matamos a quien conocemos, así que lo más común es matar por motivos de lo más triviales. Y la persona que comete este tipo de homicidios es alguien común. Venganza, celos, ira, poder, control... Cuando hablamos de este tipo de homicidios en los que la motivación resulta —entre comillas— comprensible, no nos encontramos con ningún tipo extraño ni anómalo o alguien que llame especialmente la atención. Cualquiera de nosotros, en unas circunstancias determinadas, puede llegar a matar a otro desde incluso una situación de imprudencia.

Ahora bien, cuando hablas de homicidas seriales, ya es otra cosa. Eso sí, la enfermedad mental rara vez está detrás, pero sí solemos encontrar sujetos con rasgos psicopáticos. Y ojo, que la psicopatía no es una enfermedad mental: el 90% de los psicópatas no delinque nunca. Hay psicópatas prosociales que utilizan su frialdad afectiva y su templanza a favor de la sociedad: un desactivador de bombas, un tío que dirige un pelotón militar, un cirujano que opera a corazón abierto... Pero en el caso de los asesinos en serie, por ejemplo, son sujetos que buscan fama, poder, control, venganza, sexo... En muchas ocasiones están utilizando el asesinato para cubrir otro tipo de necesidades.

"En el 90% de ocasiones matamos a quien conocemos y por motivos de lo más triviales"

P. Hay criminales o asesinos de muchos tipos, usted misma lo dice, pero hay un perfil que a mí me llama mucho la atención: el sectario, por así decirlo. Es decir, aquel cuyas víctimas quizá no saben que lo son, le veneran e incluso le perdonan una vez que conocen sus crímenes. Es el caso de Juan Carlos Aguilar, el supuesto monje shaolín, ¿no?

R. Esa es la llamada víctima abducida y pasa mucho también en el maltrato, que hay una especie de síndrome de Estocolmo. Es un conjunto de síntomas a través de los que tú justificas a tu agresor, le entiendes, le comprendes, eres benévolo con él. Es una especie de mecanismo de defensa para no asumir que en realidad eres una víctima.

P. Otro concepto que me resulta llamativo: la firma del asesino. ¿Qué es la firma?

R. Hay un concepto, el modus operandi, que es la manera de actuar que engloba desde la localización de la víctima, el acercamiento, el acto criminal en sí, sea de la modalidad que fuere, eh todo lo que son los actos de huida o incluso de ocultamiento. Ahora, cuando se realizan actos en este crimen que son innecesarios para acercarse, para controlar, para realizar el camino, para huir o para ocultarlo, hablamos de firma. Son actos que de algún modo reflejan las emociones del sujeto.

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Foto cedida.

Ahí hay que diferenciar entre firma consciente o inconsciente. Keith Hunter Jesperson dejaba una carita sonriente en los escenarios de los crímenes. Dennis Rader firmaba BTK, las siglas en inglés de "atar, torturar y matar". Eso es una firma consciente. Es una firma inconsciente, el sujeto refleja sus deseos, sus fantasías: mutilaciones, llevarte determinadas cosas, disponer la escena de una forma concreta, etc.

P. Por su experiencia, ha contado los casos de muchos asesinos. ¿Cuál es el que más le ha llamado la atención y por qué?

R. Hay muchos. Dennis Rader, por ejemplo, se hacía fotografías colgado de poleas o atado a unas cuerdas. Tú ves esas fotos y piensas que son sus víctimas, pero ¡en realidad era él! O Albert Fish, que tenía un gran número de parafilias sexuales, vivía con 29 agujas clavadas en los testículos y practicaba el canibalismo, la coprofagia, la necrofilia, la pederastia... Era impresionante.

P. Es abogada y criminóloga, con lo que, evidentemente, ha estado a ambos lados cuando se juzga a un delincuente o a un criminal. Se ha hablado mucho sobre el derecho de defensa que tiene todo el mundo, eso está fuera ya de toda duda. Pero, una vez que le toca defender a alguien que sabe o sospecha que es culpable, ¿es difícil hacer esa defensa?

R. La palabra abogado viene del latín ad vocate, el llamado al auxilio. Somos ayudadores. Todo el mundo tiene derecho a la asistencia jurídica, y la sentencia justa es aquella que se obtiene después de que el sujeto, por malo que sea, haya tenido el derecho de la defensa. Si tú has tenido capacidad de explicar y poder decir lo que quieras en tu descargo y no has convencido a nadie, esa es una sentencia justa.

"Cualquiera de nosotros, en unas circunstancias determinadas, puede llegar a matar a otro"

Por otro lado, como abogada del turno de oficio, soy como el médico de urgencias. Yo no puedo decidir si coso al bueno o al malo. Imagínate que en urgencias entra un pederasta rajado de lado a lado por un accidente de tráfico. ¿Puede el médico decir que no le cose porque es un pederasta? Pues en este caso es lo mismo. Como abogada del turno oficio, coso la herida sí o sí. Les invito a la redención, a llegar a un acuerdo si las pruebas son clamorosas... pero no me puedo negar a su defensa.

Como abogada particular, yo elijo, pero quiero defensas dignas. Si las pruebas son incontestables, querido, la mejor defensa es un buen acuerdo. Si pretendes que haga el ridículo en una sala, no lo voy a hacer. Defender a un cliente no tiene nada que ver con su culpabilidad, sino con la estrategia de defensa que pretenda. Si una niña tiene en su vagina el ADN de mi cliente y hay testigos y pruebas incontestables de que la ha violado, la mejor defensa es un buen acuerdo. Y si lo que pretende es que yo diga una estupidez que la niña le provocó o cualquier otra barbaridad, no lo voy a hacer.

P. Se habla mucho de la reinserción (o no) de los delincuentes. ¿Es posible?

R. En principio, por supuesto que sí, pero ¿de qué tipo de delincuente? En la mayoría de ocasiones son sujetos que llegan a la delincuencia, sobre todo patrimonial, por el injusto reparto de las riquezas o por adicción a las drogas. En esos casos, dales unos estudios y un trabajo y no volverán a delinquir. Ahora, si es un político corrupto o una persona a la que le gusta mucho el dinero o que tiene una sexualidad aberrante, será difícil que cambie.

Beatriz de Vicente lleva décadas estudiando las mentes más malévolas de la historia de la humanidad. Abogada y criminóloga, su experiencia le aporta un sinfín de estudios sobre las criminalidades de las que otras personas huyen: asesinos en serie, coprófragos, sádicos, violadores, pederastas… Allí donde mucha gente prefieren no indagar, entra ella.

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