Es noticia
Las nuevas leyes de prensa acorralan a los periodistas en todo el mundo
  1. Comunicación
NUMEROSOS GOBIERNOS REDEFINEN SU RELACIÓN CON LOS MEDIOS

Las nuevas leyes de prensa acorralan a los periodistas en todo el mundo

Miles de personas recorrieron las calles de Tel Aviv en la noche del pasado martes, y muchos de ellos lo hicieron con la boca tapada con

Foto: Las nuevas leyes de prensa acorralan a los periodistas en todo el mundo
Las nuevas leyes de prensa acorralan a los periodistas en todo el mundo

Miles de personas recorrieron las calles de Tel Aviv en la noche del pasado martes, y muchos de ellos lo hicieron con la boca tapada con esparadrapo. Lo que les empujó a hacerlo fue la noticia de que, en la madrugada del día anterior, la nueva Ley de Difamación del Gobierno israelí había superado el primero de los trámites parlamentarios necesarios para su aprobación.

La principal novedad de esta norma es una cláusula que multiplica por seis la cantidad económica que se puede reclamar a un medio por difamación, sin necesidad de presentar pruebas que demuestren que en efecto se ha incurrido en el delito. En palabras de la organización Reporteros Sin Fronteras, “la severidad de las multas (cerca de 60.000 euros) no solo persigue ahogar económicamente a los medios, sino también intimidar a los periodistas que pudieran atreverse denunciar la corrupción o a criticar al Gobierno”.

No es el único precepto polémico de la nueva norma: otra cláusula introduce la obligación de incluir en la noticia cualquier comentario que quiera hacer la parte implicada. Es decir, que una información sensible publicada acerca de un político, una institución o una empresa deberá ir acompañada de la nota que los afectados quieran adjuntar, sin ningún límite de espacio. Una condición que dificulta enormemente que la noticia termine saliendo a la luz porque ¿quién querría publicar algo que forzosamente debe ir acompañado de una réplica de varias hojas?

Israel ha estado esta semana en el punto de mira de todos los observadores de la libertad de prensa en el mundo, pero no es ni mucho menos un caso aislado en los últimos tiempos. A comienzos de este año, Europa tuvo que tragarse el sapo de ver como Hungría estrenaba su presidencia semestral de la UE con la promulgación de una nueva ley de prensa repleta de vaguedades que, entre otras cosas, estipula sanciones de hasta 730.000 euros por "atentado contra el interés público, el orden público y la moral" o por emitir o publicar "informaciones parciales" a juicio de los censores. Además, la norma permite reclamar informaciones confidenciales a los medios de comunicación y obligar a los periodistas a revelar sus fuentes cuando, a juicio del Ejecutivo, aborden cuestiones que pongan en peligro la seguridad nacional.

La arbitrariedad de la norma provocó protestas en el Parlamento Europeo, siendo la más llamativa la que protagonizaron eurodiputados del Partido Verde, que se levantaron de sus asientos con una venda en la boca y mostrando diversos diarios húngaros que habían salido a la calle con sus portadas en blanco o con la expresión “censurado”. El ministro de Exteriores de Luxemburgo, Jean Asselborn, declaró entonces que la ley violaba la letra y el espíritu de los Tratados de la Unión y cuestionó públicamente que Hungría mereciera ostentar la presidencia. A pesar de todo ello, la cuestión ha sido tratada de manera discreta en una Unión Europea que ya tiene problemas para mantener ensamblados a sus miembros en muchos otros asuntos.

Las revueltas árabes y el poder de la información

Un vistazo al estallido 'primavera árabe' ha dejado claros ejemplos de que la máxima “la información es poder” sigue plenamente vigente. Sin llegar a los extremos del flagrante 'apagón' de Internet que sufrió Egipto a principios de año, otros países de la región como Arabia Saudí o la convulsa Siria no han tardado en ponerse manos a la obra para reescribir las reglas del juego en lo que a medios de comunicación se refiere.

De esta manera, el rey Abdullah promulgó una nueva ley el 29 de abril que restringía aún más la libertad de expresión en Arabia Saudi. La norma introduce tantos criterios imprecisos a la hora de evaluar las informaciones que pueden ser prohibidas (contradecir la sharia, fomentar el sectarismo, dañar la seguridad, el orden público, los intereses nacionales o la imagen pública del país) que en la práctica, todo puede ser censurado.

Cuatro meses después, el presidente sirio, Bashar Al-Assad, demostraba haber tomado buena nota de la idea: un nuevo decreto legislativo afirmaba que los periodistas sirios tienen “libertad de expresión” siempre que la ejerzan de acuerdo a criterios como “responsabilidad”, “objetividad” y “conciencia”. Un organismo gubernamental se encarga de asegurarse de que no se difunda ninguna información que, a su juicio, incumpla esas condiciones. Como toque distintivo, provocado por la inestabilidad de un Ejército cada vez menos dispuesto a disparar contra su población, se incluye  la prohibición de divulgar “cualquier información concerniente a las Fuerzas Armadas, excepto la proporcionada por las Fuerzas Armadas”.

Pero no son las protestas árabes las únicas que han obligado a replantear la relación de los Gobiernos con los periodistas. En Chile, otro país cuyas calles echan humo desde hace meses, una reciente reforma del Código Penal permite a la Policía requisar fotografías o imágenes tomadas durante las protestas con el objeto de poder perseguir sospechosos, convirtiendo 'de facto' a los periodistas en funcionarios públicos. Mientras tanto, en Estados Unidos, el Comisionado de la Policía de Nueva York ha debido llamar al orden a sus agentes después de las numerosas denuncias sobre el trato otorgado a los reporteros que cubren el movimiento 'Occupy Wall Street'.

Una tendencia en aumento

En los últimos días, nuevas noticias relativas a la libertad de prensa han asomado a los medios internacionales. La semana pasada, el Gobierno de Rafael Correa en Ecuador apuraba los detalles de su proyecto de Ley de Comunicación, a imagen y semejanza de la Ley de Responsabilidad Social de Radio y Televisión vigente en la Venezuela de Hugo Chávez, despertando los recelos de la Sociedad Interamericana de Prensa.

Mientras tanto, el pasado martes en Sudáfrica, grupos políticos tan enfrentados como los conservadores blancos y los nacionalistas negros se unían a líderes religiosos, económicos y a ganadores del Nobel para denunciar la nueva ley de Protección de la Información presentada por el Gobierno, que tiene como objeto restringir la libertad de información sobre temas sensibles.

A la vista de que incluso los continuadores del legado de un gigante como Nelson Mandela están dispuestos a apretar la correa a los medios, el futuro de la libertad de prensa en todo el planeta parece estar seriamente comprometido.

Miles de personas recorrieron las calles de Tel Aviv en la noche del pasado martes, y muchos de ellos lo hicieron con la boca tapada con esparadrapo. Lo que les empujó a hacerlo fue la noticia de que, en la madrugada del día anterior, la nueva Ley de Difamación del Gobierno israelí había superado el primero de los trámites parlamentarios necesarios para su aprobación.