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'El País' se autopremia: perfil del nuevo ganador del Ortega y Gasset
  1. Comunicación
JOSÉ MANUEL ROMERO-SALAZAR, ALIAS ‘ROMERITO’

'El País' se autopremia: perfil del nuevo ganador del Ortega y Gasset

Los Premios Ortega y Gasset de Periodismo, convocados por el diario El País, han correspondido este año a… El País. La noticia, dada a conocer el

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'El País' se autopremia: perfil del nuevo ganador del Ortega y Gasset

Los Premios Ortega y Gasset de Periodismo, convocados por el diario El País, han correspondido este año a… El País. La noticia, dada a conocer el pasado 19 de abril, y que ha provocado los comentarios jocosos que eran de prever, alude a la concesión de dicho premio, en su vigésimo séptima edición y en la categoría de mejor trabajo de prensa, al equipo de la sección Nacional del diario, dirigido por José Manuel Romero-Salazar, por la investigación realizada sobre el caso Gürtel. El comunicado correspondiente hablaba de la capacidad del premiado para “descubrir y denunciar ese escándalo de corrupción política, frente a los innumerables intentos de muchos sectores por ocultar la verdad”. Que un periódico decida premiarse a sí mismo debería enmarcarse dentro de los límites de lo anecdótico de no ser, primero, por la personalidad del galardonado y su especial significación dentro de un estilo, hoy tan en boga en España, de periodismo al servicio de intereses ideológicos y/o de partido, y, segundo, por el notable malestar causado dentro de la redacción del propio El País, donde aún hay gente que cree en el periodismo a secas.

 

¿De quién estamos hablando? De un hombre con 46 años, padre de dos adolescentes, que firma como José Manuel Romero, pero a quien sus amigos y allegados, caso de Marisa González, la directora de Comunicación del alcalde de Madrid Alberto Ruiz-Gallardón, llaman simplemente Romerito por su aspecto aniñado, apelativo con el que es también conocido por gran parte de sus compañeros en El País. Sus orígenes profesionales hay que buscarlos en el diario El Mundo, donde trabajó como becario y donde era conocido como un furioso anti socialista. De allí pasó a formar parte del equipo fundador de El Sol, diario con el que, según Juan Luis Cebrián, Alfonso Guerra quería controlar la información. Y en El Sol ganó pronta fama como furioso pro socialista, llegando a ser nombrado redactor jefe de Local, colega, por tanto, de Alex Grijelmo, el controvertido actual presidente de Efe, con quien hizo buenas migas. Coincidiendo con el nombramiento de Jesús Ceberio como director de El País, Romerito se incorporó como redactor al diario del Grupo Prisa.

Obsesionado con su carrera profesional, su progresión ha sido lenta y tortuosa. Aunque desde el primer momento apuntó maneras de querer dirigir el periódico, titulando y rescribiendo textos de otros compañeros con prodigalidad, tuvo que esperar cinco años para abandonar el estatus de redactor y escalar el siguiente peldaño, el de subjefe de Local. Poco tiempo comparado con las catorce anualidades de entrega incondicional que necesitó para, tras la llegada de Javier Moreno a la dirección, ser nombrado subdirector, en octubre de 2007. La reseña aparecida en El País con tal motivo especificaba que se hacía cargo de las secciones de Internacional, España y Economía, además de los cuadernillos de información regional y local, pero no recogía el resultado de la votación celebrada –de acuerdo con el Estatuto de la Redacción-, entre los redactores del diario, y ello por culpa del escaso respaldo que su nombramiento obtuvo. Títulos aparte, Romerito se dedica a Nacional en exclusiva, y sólo se acerca por la sección de Madrid en época de elecciones.

Un fiel soldado

Su estrategia de carrera profesional, confesada en más de una ocasión a amigos y conocidos, se basa en el viejo principio del “que hablen de uno, aunque sea mal”, lo que implica asumir como beneficiosas las críticas de los lectores por informaciones incorrectas e incluso la presentación de demandas por parte de fuentes agraviadas. Para él “no son malas las demandas”. Muy al  contrario, “la empresa oye hablar de ti y, cuando llegan las  promociones, te conocen”. Fuera de su círculo íntimo, sus ascensos se atribuyen a su demostrada condición de “fiel soldado; le mandan que vaya al frente y siempre va”. Su  dedicación a la empresa ha sido también generosa en tiempo, prescindiendo de fines de semana y vacaciones. Tamaña entrega le era recompensada (la legislación laboral impide pagar las vacaciones no disfrutadas) con cheques de El Corte Inglés.

Consciente de sus limitaciones con la escritura, Romerito  prefiere no correr riesgos de ningún tipo, por lo que tanto sus textos como la edición que hace de los de sus compañeros pueden encuadrarse en el género denominado periodismo de tópicos: los atascos son monumentales; las sequías, pertinaces. Cuando llueve, las cosechas se anegan y las manifestaciones, como la del sábado pasado en apoyo a Baltasar Garzón, son multitudinarias, lo sean o no en la realidad. En ellas, además, siempre hay un niño que pregunta a su padre por el motivo de la marcha. Y el solícito padre, en lenguaje que entiende el niño, se lo explica a los lectores. Y si la información versa sobre una muerte violenta, siempre hay una vecina o un conocido que alude a la campechanía del supuesto asesino: “parecía un hombre normal…”

La carrera hacia la cúspide del reciente premio Ortega y Gasset ha sido siempre observada con recelo dentro de la redacción de El País. En una encuesta realizada en junio de 2003 para evaluar los estilos de dirección en la redacción, uno de los redactores más significados del diario le describió en los siguientes términos: “Desconfianza (descomunal en Nacional) hacia el criterio de los periodistas”. Romero era entonces redactor jefe de Nacional. De hecho, es famoso su temor a los "veteranos" y su afición por apoyarse siempre en los becarios, gente joven que difícilmente podría cuestionar su proceder.

Una gran amistad con Manuel Cobo

El escaso respeto que el personaje siente por la deontología profesional le acompaña desde los tiempos de El Sol, donde el grueso de sus informaciones tenía como fuente a consejeros, diputados, concejales y técnicos socialistas. El elenco se ha ampliado ahora a la policía judicial y, por supuesto, a los juzgados, responsables en gran medida de su “éxito” con Gürtel. De la estrecha vinculación que mantenía con los guerristas de la Federación Socialista Madrileña (ahora PSM), Romerito pasó directamente a disfrutar de una gran amistad con Manuel Cobo, portavoz del PP en la Asamblea Regional durante el primer Gobierno de Ruiz-Gallardón. En esos años llegaba a la redacción con montones de papeles conseguidos en los aledaños de Don Alberto y su autoproclamado “esclavo moral”.

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La relación de nuestro hombre con Gallardón hay que enmarcarla en la batalla que, a partir de 1996, enfrentó al Grupo Prisa con el Gobierno de José María Aznar a cuenta de la llamada “primera guerra del fútbol”. Álvarez Cascos, entonces vicepresidente,  forzó una legislación que declaró “de interés general” el fútbol por televisión, lo cual supuso un duro golpe para la viabilidad económica de Sogecable (Canal Plus). El Ejecutivo trataba de ayudar así a Vía Digital, la plataforma lanzada por la Telefónica entonces presidida por Juan Villalonga, el amigo de pupitre de Aznar. La iniciativa de Cascos tensionó hasta extremos inimaginables el entorno del difunto Jesús Polanco, al punto de marcar un antes y un después en la utilización de El País como punta de lanza de los intereses económicos de la propiedad. En aquella batalla, agria donde las haya, el Grupo se encontró con algo más que un amigo: Alberto Ruiz-Gallardón. Y el fino olfato de Romerito se percató pronto de que “el verso suelto” del PP, apuesta personal del fundador, era un hombre con mucho futuro en Prisa. Hacia él reorientó sus informaciones.

Entre sus costumbres, cuentan en la redacción de El País, figura la de llamar por teléfono a las fuentes y recabar su aprobación para texto y titulares. La práctica alcanzó el grado de evidencia pública con motivo de la entrevista, 26 de octubre pasado, que Romero amañó con el mencionado Cobo y que tantos desperfectos causó en el PP madrileño. A la pregunta de por qué “Zapatero no quiere a Rato en Caja Madrid”, el entrevistado responde que el Presidente “no puede anteponer los miopes intereses partidistas en el PSOE de Madrid a lo que sería bueno para tantos y tantos españoles (…) Se lo diré a la cara si se atreve a cumplir con lo que se ha comprometido conmigo, pero no se va a atrever porque lo va a pasar muy mal. No aguantará que le diga lo que no quiere oír. Tengo una buena relación personal con él y respeto su persona y a su familia, pero como ya le dije hace algunos años, el poder le iba a cambiar y claro que le ha cambiado”. Resulta bastante obvio que quien responde no es Cobo, sino el propio Gallardón.

“Exclusivas Romero”

Nuestro hombre tiene también por costumbre poner su firma al pie de informaciones que no ha escrito y atribuirse investigaciones que no ha realizado, prácticas que han causado no pocos episodios de irritación en El País. El pasado enero, tras la mencionada entrevista a Cobo en el que éste criticaba en tono soez a Esperanza Aguirre, la presidenta de la Comunidad recordó el patinazo más famoso de Romerito: publicar el 20 de septiembre de 2003 en primera página, con titulares de gran exclusiva, una noticia que llevaba seis años en las hemerotecas. El titular decía así: “El PP firmó un pacto secreto con CC.OO. para controlar Caja Madrid”. El subtítulo aseguraba que el “contrato” dio en su día la presidencia de la entidad a Miguel Blesa, a cambio de trato preferente al sindicato.

 

“Todo perfecto si la noticia hubiera sido realmente una noticia. Pero no lo era. El pacto, firmado en 1996, no había sido secreto y se había publicado íntegro en el diario Cinco Días, perteneciente al Grupo PRISA, y, lo que parece más extraño aún, en este mismo periódico, aunque resumido”, afirmaba Malén Aznárez, entonces Defensora del Lector en El País, ocho días más tarde. Las quejas de CC.OO. y las cartas de los lectores obligaron al director adjunto, José María Izquierdo, a pedir públicas disculpas. Pese a ello, un mes más tarde el Comité Intercentros del diario recalcaba en un comunicado “la inquietud que nos ha suscitado la burda manipulación informativa referida al caso del pacto secreto de Caja Madrid”.

Bajo su mandato han dejado también 'El País' periodistas de referencia

 

El sector del PP enfrentado al dúo Gallardón-Cobo no tuvo que acudir a las hemerotecas para recordar ese patinazo de Romero. Al llegar a Nacional, el ahora galardonado había acogido bajo su protección a una joven periodista, Pilar Marcos, a quien  encomendó la información sobre el Partido Popular. En octubre de 2006, sin embargo, y tras meses de soportar desplantes, Marcos abandonó la redacción para incorporarse al equipo de Aznar en FAES. Bajo su mandato, y ya como subdirector, han dejado también El País periodistas de referencia como Ernesto Ekaizer, Andrés Ortega, Luis Matías López, Georgina Higueras o Félix Monteira. A otros muchos los ha neutralizado relegándoles a labores secundarias. Hay, en fin, quien ha optado por el exilio, caso de Sol Gallego-Díaz (Buenos Aires), o Enric González (Jerusalén). Se mantienen, y a duras penas, aquellos que no tienen recambio. Triunfan sus machacas: Francisco Paco Mercado (operaciones policiales) y José Antonio Hernández (Tribunales-caso Garzón).

Los cheques regalo de El Corte Inglés

Aún subsiste, entre otros profesionales, José María Irujo, quien el 19 de noviembre de 2006 escribió un reportaje titulado “Animal nº 64”.  En la portada del suplemento Domingo y tres páginas interiores, Irujo narraba con gran precisión el paso por Guantánamo de Lahcen Ikassrien, marroquí residente en España. Tras ser absuelto por la Audiencia Nacional, Ikassien relataba las torturas que había sufrido y los interrogatorios a los que había sido sometido por policías españoles desplazados hasta la base norteamericana en Cuba. Dos meses y medio más tarde, febrero de 2007, Romero firmaba en primera página de El País: “Policías españoles interrogaron a 20 marroquíes en Guantánamo durante el Gobierno de Aznar”. El “fusilamiento” de la noticia de Irujo le permitió lucirse en portada durante varios días, aunque sin aportar absolutamente nada nuevo.

Ahora El País, que aprovechó la llegada de Javier Moreno a la dirección para suprimir el equipo de investigación, se ha autopremiado con el Ortega y Gasset por un supuesto trabajo de investigación, personalizándolo en José Manuel Romero. “El daño sufrido por la marca El País a partir de 1996 es tan grande, que ya lo mismo da”, aseguran en la redacción del diario. El grueso de esas informaciones se ha centrado en documentar el pago de los trajes de Camps y los bolsos de Rita Barberá. Los cheques regalo de El Corte Inglés con los que la empresa recompensa la entrega de Romerito a Ruiz-Gallardón fueron reconvertidos, entre otras cosas, en un costoso abrigo de piel que en su día causó sensación en el diario. Y los periodistas de su equipo reciben del alcalde cada Navidad regalos que superan con creces lo meramente protocolario. Gallardón es hombre desprendido con quienes le sirven fielmente. Eso sí, con dinero ajeno.

Los Premios Ortega y Gasset de Periodismo, convocados por el diario El País, han correspondido este año a… El País. La noticia, dada a conocer el pasado 19 de abril, y que ha provocado los comentarios jocosos que eran de prever, alude a la concesión de dicho premio, en su vigésimo séptima edición y en la categoría de mejor trabajo de prensa, al equipo de la sección Nacional del diario, dirigido por José Manuel Romero-Salazar, por la investigación realizada sobre el caso Gürtel. El comunicado correspondiente hablaba de la capacidad del premiado para “descubrir y denunciar ese escándalo de corrupción política, frente a los innumerables intentos de muchos sectores por ocultar la verdad”. Que un periódico decida premiarse a sí mismo debería enmarcarse dentro de los límites de lo anecdótico de no ser, primero, por la personalidad del galardonado y su especial significación dentro de un estilo, hoy tan en boga en España, de periodismo al servicio de intereses ideológicos y/o de partido, y, segundo, por el notable malestar causado dentro de la redacción del propio El País, donde aún hay gente que cree en el periodismo a secas.

Banco de España José Luis Paradas Romero El País