¿Se deberían haber permitido las manifestaciones del 8-M en Madrid?

Libertad o salud. Un año después del estallido de la pandemia del coronavirus, el debate sobre cómo conjugar en democracia los derechos individuales y los colectivos sigue irresoluto. Y otra vez con la reivindicación feminista del 8-M, Día de la Mujer, ocupando el centro de la diana.

Si en 2020 se responsabilizó a la marea violeta de expandir el virus, como si fuera el origen de todos los males (según PP y Vox, fue consentida por el Gobierno a sabiendas de los riesgos sanitarios; según reconoció ayer Fernando Simón, fue "imprudente"), esta vez ha sido la decisión contraria de prohibir las marchas de mujeres “por razones de salud pública” lo que ha encendido las hogueras.

“Se criminaliza el movimiento feminista”, clamó la ministra de Igualdad, Irene Montero. Hubo quien en su partido, Unidas Podemos, deslizó que el coronavirus era solo una excusa para cortar las alas al 8-M. “Esa España gris, machista, que nos quiere de vuelta a nuestras casas”, abundó Montero, deslizando que el PSOE le hacía el caldo gordo a la ultraderecha, a Vox.

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J. Bocanegra

El Tribunal Constitucional confirmó la prohibición de las marchas: el derecho a la salud y a la vida está por encima del derecho de manifestación y de reunión. Aunque también adelantó que decidirá sobre el fondo del asunto, dejando claro que esta colisión es de especial trascendencia en sociedades democráticas como la nuestra, y el juego de derechos debe ordenarse.

Pese a los límites impuestos, finalmente miles de mujeres salieron a las calles de toda España a defender lo suyo, también en Madrid. Las manifestaciones masivas dieron paso a ‘happenings’ simbólicos. El movimiento feminista recriminó la rigidez de la Delegación del Gobierno precisamente en la región más permisiva con el comercio, la hostelería y la movilidad de sus ciudadanos.

El ambiente se terminó de caldear la víspera. Cientos de hinchas del Atlético de Madrid se arremolinaron junto al estadio para recibir a su equipo antes del derbi contra el Real Madrid. La indignación corrió por las redes sociales. Los 'hoolingans', netamente masculinos, sí. Las mujeres, que se prometían más ordenadas para reivindicar su día, no. Desde el Gobierno central salieron al corte: la concentración futbolera no se autorizó porque nadie pidió permiso. Y la onda expansiva de las marchas feministas es inabarcable. Fatal en tiempos de pandemia.

¿Hubo discriminación en la orden de prohibir las movilizaciones por el 8-M en Madrid por razones sanitarias? ¿Es comprensible que se limiten los derechos individuales para atajar la expansión del virus, aún desbocado? ¿Debió el Gobierno dar una instrucción igual en todas las comunidades autónomas?

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