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Cuando España y Portugal pudieron ser un solo país bajo el emperador de Brasil
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Cuando España y Portugal pudieron ser un solo país bajo el emperador de Brasil

En la década de 1820, la lucha entre partidarios del Antiguo Régimen y liberales motivó proyectos para unir las coronas de España y Portugal bajo Pedro de Braganza

Foto: Imagen: Rocío Márquez.
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En los casi nueve siglos transcurridos desde que Portugal desligó su camino del de los restantes territorios peninsulares, han sido recurrentes los proyectos para recomponer la unidad de los distintos reinos ibéricos. Rara vez, sin embargo, estos planes han pasado de simples ensoñaciones y la reconstrucción de la casa común bajo una misma cabeza solo fue posible durante seis décadas, entre 1580 y 1640, bajo los reinados de Felipe II, Felipe III y Felipe IV.

El poco venturoso final de aquel episodio no significó, ni mucho menos, el final de las aspiraciones iberistas, que, con mayor o menor intensidad, han seguido vivas casi hasta nuestros días.

En esta singladura, uno de los episodios más curiosos y, hasta cierto punto, que más visos tuvo de hacerse efectivo, tuvo lugar entre las décadas de 1820 y 1830, cuando un grupo de políticos y militares de España y Portugal vislumbraron una solución a los males que aquejaban a ambos países a través de su unión bajo un mismo rey.

Foto: Imagen: Rocío Márquez.

Por aquellos años, ambas monarquías, como otros muchos reinos del entorno, andaban envueltas en profundas luchas intestinas, que tenían como trasfondo la disputa entre los partidarios del Antiguo Régimen y los impulsores de algún tipo de reforma liberal.

En una evolución llamativamente paralela, tanto España como Portugal habían experimentado en 1820 una revolución que había instaurado un régimen liberal, que sería derrocado en ambos casos tres años después, para dar paso nuevamente a un estado de corte absolutista.

Fue en esa tesitura cuando los partidarios del liberalismo de uno y otro lado de 'la raya' decidieron aunar fuerzas y estrategias y configuraron un plan para establecer un régimen liberal común que debía estar encabezado por Pedro de Braganza, a la sazón emperador de Brasil.

Pedro, que era hijo del rey luso Juan VI, había huido con sus padres a Brasil, por entonces colonia portuguesa, en 1807, a causa de la invasión francesa que, posteriormente daría lugar, también en España, a la Guerra de Independencia contra las tropas napoleónicas. Desde allí, el heredero al trono luso decidió ponerse al frente del movimiento independentista brasileño y en 1822 asumió la jefatura del nuevo estado.

placeholder Pedro de Braganza, componiendo el himno de la independencia de Brasil. (CC)
Pedro de Braganza, componiendo el himno de la independencia de Brasil. (CC)

La hora de la verdad

Cuando en 1826 le llegó la hora de relevar a su padre como rey de Portugal, Pedro I de Brasil y IV de Portugal entendió la inviabilidad de ejercer ambos poderes y decidió abdicar el trono portugués en su hija María, tras proclamar una Constitución liberal para el país.

Frente a esa situación se levantaría su hermano, el infante don Miguel, partidario del absolutismo, y que en 1828 se proclamó rey de Portugal y derogó la Constitución. En su lucha contra las fuerzas liberales portuguesas, Miguel I contó con el respaldo de la Corona española, encabezada por Fernando VII, que por aquellos años también se defendía de las sucesivas intentonas liberales por retomar el poder perdido tras la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis.

Al frente de las conspiraciones liberales españolas se encontraban dos héroes de la Guerra de la Independencia: Francisco Espoz y Mina y José María de Torrijos -no siempre bien avenidos-, que no tardaron en establecer contacto con los líderes del liberalismo portugués, como el duque de Saldanha, conviniendo en la necesidad de establecer un frente común, ofreciendo el trono de un reino ibérico al emperador brasileño. En 1827, el propio Saldanha escribe a Pedro I animándole a "reinar sobre 14 de millones de hombres como los españoles y portugueses".

Para facilitar aquella empresa, Pedro I necesitaba fondos con los que sufragarla y para ello disfrutó de la ayuda de insignes liberales españoles, como el empresario Juan Álvarez Mendizábal. Una vez obtenidos los recursos necesarios y tras renunciar a la corona de Brasil, Pedro emprendió en 1829 la tarea de invadir Portugal para restituir en el trono portugués a su hija María.

Los partidarios del liberalismo de uno y otro lado de 'la raya' aunaron fuerzas en un régimen liberal común encabezado por Pedro de Braganza

El inicio de su expedición alentó nuevamente las esperanzas de que la unión ibérica bajo su cabeza fuera posible, especialmente a medida que fue cosechando victorias. Pero los partidarios de aquella solución carecían de una carta que resultaba prácticamente indispensable para sacar adelante sus planes: la aquiescencia de las potencias europeas y, en especial, de Reino Unido y Francia, los países más proclives a los regímenes liberales, pero que temían que una unión de Portugal y España les restara su respectiva influencia en ambos países y pudiera emponzoñar la relación con las potencias conservadoras encabezadas por Rusia, Austria y Prusia.

Sin ese visto bueno y con el viraje que se produjo en la política española, con Fernando VII acercándose a elementos moderados ante la oposición de la camarilla ultra que encabezaba su hermano, el infante don Carlos, aquellos planes cayeron en saco roto. Pedro de Braganza logró, con apoyo de fuerzas españolas, imponerse en aquella batalla contra su hermano y devolver la corona portuguesa a su hija María. Y los liberales españoles lograrían acceder al poder a partir de 1833, aunque precisaran de una larga guerra (la Primera Guerra Carlista) para asentarse en el mismo. Los sueños de sacar adelante un proyecto liberal conjunto quedarían, sin embargo, enterrados bajo la dinámica de las relaciones internacionales de la época.

En los casi nueve siglos transcurridos desde que Portugal desligó su camino del de los restantes territorios peninsulares, han sido recurrentes los proyectos para recomponer la unidad de los distintos reinos ibéricos. Rara vez, sin embargo, estos planes han pasado de simples ensoñaciones y la reconstrucción de la casa común bajo una misma cabeza solo fue posible durante seis décadas, entre 1580 y 1640, bajo los reinados de Felipe II, Felipe III y Felipe IV.

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