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Isabel Díaz Ayuso, la reina Letizia y 'Felpudo VI': la derecha se 'republicaniza' contra el Rey
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EL GALLINERO

Isabel Díaz Ayuso, la reina Letizia y 'Felpudo VI': la derecha se 'republicaniza' contra el Rey

De las palabras de la presidenta de la CAM a la agitación tuitera contra el Rey, pasando por los choques de Aznar con Juan Carlos I. Cuando la derecha se 'republicaniza'

Foto: Imagen: Pablo López Learte.
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Felpudo VI. La derecha tuitera dura ha puesto mote a Felipe VI, la izquierda tuitera republicana ha recibido el apodo con algarabía (y echándole la culpa a Isabel Díaz Ayuso) y entre todos han convertido 'Felpudo VI' en TT/gran tema de conversación en redes.

Pocos dudan de que todo empezó cuando Ayuso puso a Felipe VI a los pies de los caballos por los indultos a los independentistas catalanes —"¿Qué va a hacer el Rey?, ¿los va a firmar?"— insinuando que quizá Felipe VI no debía plegarse al Gobierno. ¿Por qué hizo eso Ayuso?

La teoría de que a Ayuso se le calentó la boca perdió enteros cuando ratificó sus palabras días después. La mayoría de las interpretaciones apuntan a las luchas internas del PP, con Ayuso robándole el 'show' a Casado con declaraciones fuertes un día sí y otro también. Pocos creen que la intención de Ayuso fuera abrirle una fisura a la monarquía, aunque sea eso lo que haya acabado pasando...

No obstante, aunque algunos vean las declaraciones de Ayuso como una extravagancia dentro del bloque conservador, no es la primera vez ni que la derecha institucional saca los pies del tiesto monárquico, ni que la derecha radical se agita contra el Rey.

¡Que vienen los socialistas!

La derecha franquista no reciclada a la democracia siempre desconfió de Juan Carlos I, por "traicionar" los principios fundamentales del régimen en favor de la democracia liberal. El gran choque de trenes se produjo tras el 23-F. Las teorías más minuciosas sobre la supuesta implicación de Juan Carlos I en el golpe no vienen de la extrema izquierda, sino de la derecha, en parte porque los acusados del 23-F utilizaron el comodín de 'el Rey sabía' para defenderse, pero también por la ambigüedad de las relaciones entre Juan Carlos y el cerebro del golpe, el general Armada, que Javier Cercas sintetizó así en 'Anatomía de un instante': el Rey no conocía la asonada, pero jugó con fuego los meses anteriores al dar cuerda a las intrigas de Armada. A su derecha, mucho más osado fue el historiador Jesús Palacios en libros como '23-F, el Rey y su secreto' y '23-F, el golpe del CESID'.

Una de las teorías de la conspiración más fabulosas de los años 90, difundida 'off the record' por altos cargos de Izquierda Unida, aseguraba que José María Aznar y Julio Anguita conspiraban para traer la república. Hablamos de los años de plomo del felipismo, cuando Aznar y Anguita le hacían "la pinza" a González (para enfado del PSOE y el Grupo Prisa), y el mismísimo Luis María Ansón denunciaba ('a posteriori') que los periodistas de su cuerda (Pedro J. Ramírez, Pablo Sebastián, Manuel Martín Ferrand, Antonio Herrero...) cargaron tanto las tintas contra el felipismo que posibilitaron un giro de timón republicano liderado por Antonio García-Trevjiano.

Más allá de la puntería de las declaraciones de Ansón, cada vez que la oposición a un Gobierno socialista se encrespa, el monarca de turno suele acabar salpicado. Véase Felipe VI y los indultos catalanes. Véase el resquemor hacia Juan Carlos I por "blanquear" al felipismo "corrupto". Como si la derecha menos monárquica sintiera que los reyes no hacen suficiente contrapeso a las "tropelías" gubernamentales del PSOE.

En mayo de 1988, durante un viaje a Italia, Juan Carlos I abroncó a Marcelo González-Marín, cardenal primado de Toledo. ¿El motivo? El Rey consideraba que la COPE se excedía en sus críticas al felipismo. El rapapolvo al cardenal se produjo delante del ministro de Justicia (Fernando Ledesma) y varios comensales.

La derecha asistía estupefacta a los arrebatos felipistas del Borbón: "Cuando José María Aznar asumió la presidencia del PP en 1989, el recelo hacia don Juan Carlos era un sentimiento muy extendido en la derecha española —no digamos en la extrema derecha—, que veía contra natura la cordialidad personal e institucional que existía entre el Rey y Felipe González. Cuando los socialistas empezaron a sufrir el acoso implacable de la oposición y de la prensa, más de una vez encontraron consuelo en esas llamadas del monarca al consenso y a la unidad que tanto irritaban a la oposición y que eran como un bálsamo para el gobierno. La desconfianza de Aznar hacia el Rey por su papel en aquellos años se añadía así a las desavenencias de la época de Fraga", cuenta Juan Francisco Fuentes en 'Con el Rey y contra el Rey'.

placeholder Aznar, Rajoy, don Juan Carlos, Felipe González y Zapatero. (EFE)
Aznar, Rajoy, don Juan Carlos, Felipe González y Zapatero. (EFE)

La derecha institucional siempre tuvo relaciones complicadas con Juan Carlos I. Cuando (1982) Fraga se convirtió en líder de la oposición, sus relaciones con Juan Carlos ya eran malas hacía tiempo. "Al joven príncipe Juan Carlos, el trato seco, autoritario y, en el mejor de los casos, paternalista de Fraga le resultaba tan insoportable, que cuando se convirtió en rey hizo lo posible por frenar su ascensión política... Fraga era un accidentalista que aceptó la solución monárquica ante la imposibilidad de que un franquismo sin Franco adoptara la forma republicana, que solo se planteaban los falangistas más radicales y excéntricos… En las feroces luchas por el poder del tardofranquismo, Fraga se alineó abiertamente contra el Opus y los tecnócratas, principales valedores de don Juan Carlos... Mientras su monarquismo era más bien tibio y fruto de una cierta resignación ante lo inevitable, su actitud hacia el príncipe se vio forzosamente condicionada por su enfrentamiento con el grupo juancarlista encabezado por Carrero Blanco… De aquella mala experiencia vinieron sus críticas al borboneo… De tarde en tarde, a Fraga le daba por confesar sus simpatías republicanas, un poco como 'boutade', para sorprender al personal, o para darse el pisto en ciertos ambientes", según Juan Francisco Fuentes.

Aznar se pone serio

Cuando Aznar llegó a Moncloa, el Rey le hizo saber pronto que sus relaciones no serían tan fraternales como con Felipe. En junio de 1996, mes y medio después del cambio de Gobierno, tuvo lugar la recepción para celebrar la onomástica real. Allí, delante de toda la prensa y de todo Madrid, el Rey dio un escueto apretón de manos a Aznar y un entusiasta abrazo a Felipe. "Tal fue la tónica de su relación personal en los ocho años que el líder del PP permaneció en La Moncloa... la cortesía mínima necesaria para evitar que su falta de sintonía afectara al funcionamiento de las instituciones. Y no es que la política desarrollada por el gobierno del PP suscitara graves discrepancias en Zarzuela. El problema era la desconfianza hacia el otro, las viejas cuentas pendientes derivadas de supuestos agravios y una tendencia, apenas disimulada, de Aznar a desplazar al Rey en sus funciones protocolarias, a ocupar su lugar y a ejercer de 'jefe del Estado bis", cuenta Juan Francisco Fuentes.

Juan Carlos I se enfadó con Aznar por recibir en Barajas a Jacques Chirac, presidente de la República Francesa, cuando visitó España. ¿Usurpación de funciones? No fue el único choque protocolario esos años.

Quizá Aznar se creyó por encima del Rey, pero, antes de que le afectara el mal de altura, ya desconfiaba del monarca, al que veía poco serio, quizá porque una de las primeras cosas que tuvo que hacer como presidente fue arreglar el desaguisado con Bárbara Rey. La relación real se movió entre la pasión, la ruptura y el chantaje hasta que Aznar clausuró el circo recurriendo a... los fondos reservados, según detalla en sus libros la periodista Ana Romero. Desde entonces, no se volvió a ver a Bárbara Rey hablando claro en los medios sobre su amistad entrañable con el monarca. O el "loable empeño de Aznar en atar corto al rey en cuestiones que siempre trajeron de cabeza a los gobiernos, como cuando Aznar rechazó asumir gastos ajenos a sus funciones como jefe del Estado: 'Los vicios privados, como el tabaco, se los tiene que pagar cada cual de su bolsillo', le dijo Aznar al rey en cierta ocasión", según Juan Francisco Fuentes.

Alguna espinita juancarlista debe tener clavada aún Aznar, pues cuando Jordi Évole le preguntó sobre el descontrol fiscal del emérito, Aznar respondió hierático: "Si el que representa a la institución no cree en ella, ¿por qué van a creer los demás?".

La divorciada

En el siglo XXI, el Madrid de los cardados bunkerizados la tomó con la prometida Letizia. Desde una recta moral conservadora, no se entendía que España tuviera una reina divorciada. Los cuchicheos maledicentes sobre el matrimonio real han sido constantes desde entonces, mayormente atizados por las cloacas más carpetovetónicas del 'cuore'.

Durante los primeros años del letizismo, la derecha canallita madrileña hacía bromas del tipo: "La monarquía española empezó en Asturias con Pelayo y terminó en Asturias con Letizia", y la imagen de la actual Reina como caballo de Troya republicano sigue vigente, con la paranoia permanente de su (nunca probada) amistad escolar juvenil con Pedro Sánchez.

Lo cuenta Ana Romero en 'El Rey ante el espejo': "Cuando se abra el debate república-monarquía, que se abrirá, la derecha no va a apoyarlo. La derecha no es monárquica. La monarquía es un anacronismo que ha habido que tolerar porque 'garantizaba el famoso salto de la ley a la ley, sin revoluciones', me dice un veterano político conocedor de los corredores del poder en España y que forma parte de esa 'derecha madrileña'... Una derecha que desearía acabar con la monarquía, pero que no tiene un plan B alcanzada la república, muy en la línea de esa 'pulsión nihilista' que según el profesor Juan Francisco Fuentes caracteriza a ese estrambótico grupo de la 'alt-right' española".

"Juan Carlos I estaba marcado a los ojos de la derecha por el estigma de su larga y promiscua cohabitación con el PSOE, como si el felipismo fuera una enfermedad contagiosa. El problema radicaba en la falta de alternativa a la monarquía realmente existente. Acabar con ella abocaba a una forma de gobierno que la tradición conservadora ha identificado siempre con la anti-España... Salvo algún verso suelto de su entorno mediático, nadie en la derecha española se planteaba en serio una solución republicana a las disfunciones de la corona. Su pasado la ataba fatalmente a la monarquía, sin margen siquiera para una tercera vía como la que representó el regencialismo en tiempos de Franco, una fórmula de inspiración falangista que permitía prescindir de la dinastía sin caer en la república, pero que de nuevo obligaba a cuestionar demasiadas cosas como para que incluso los menos juancarlistas no sintieran un cierto horror al vacío. No hay nada más opuesto al sentimiento conservador que el nihilismo, y eran muy pocos los que en el espacio intelectual y político del PP estaban dispuestos a cargarse el 'statu quo' por darse el gusto de librarse de un rey bajo sospecha. La derecha española no tenía elección: sería monárquica o no sería", escribió Juan Francisco Fuentes en 2016 (desde ese año, eso sí, la derecha española ha ganado en nihilismo).

Ahora sustituyan felipismo por sanchismo y comprenderán mejor las palabras de Ayuso. O el sanchismo como enfermedad contagiosa. Del juancarlismo felipista a Felpudo VI. ¿Republicanismo de derechas? Quizá más fuegos de artificio canallitas y luchas de poder coyunturales que ideas claras para cambiar la monarquía por otra cosa.

Felpudo VI. La derecha tuitera dura ha puesto mote a Felipe VI, la izquierda tuitera republicana ha recibido el apodo con algarabía (y echándole la culpa a Isabel Díaz Ayuso) y entre todos han convertido 'Felpudo VI' en TT/gran tema de conversación en redes.

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