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Dónde come S. McCoy | Más allá de Atrio: Oquendo, el discreto encanto de la burguesía
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EXPERIENCIA GASTRONÓMICA

Dónde come S. McCoy | Más allá de Atrio: Oquendo, el discreto encanto de la burguesía

En Oquendo, es eficaz el producto, es eficaz el modo de elaboración, es eficaz el servicio, es eficaz la bodega, es eficaz la decoración y es eficaz, o más bien eficiente, la cuenta

Foto: Oquendo, el discreto encanto de la burguesía. (Imagen: EC Diseño)
Oquendo, el discreto encanto de la burguesía. (Imagen: EC Diseño)
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Hablar de gastronomía cacereña es hablar de Atrio. Atrio sería a la cocina de la ciudad lo que la nobleza en la época en la que los partidarios de Isabel la Católica y Juana la Beltraneja se dejaban la vida por sus campos coincidiendo con el final de la Edad Media. Por emplazamiento, por propuesta culinaria, por bodega, por todo aquello que lo hace un local diferente y al alcance de unos elegidos. No en vano, dos estrellas Michelin lo contemplan.

Sin embargo, proliferan en la localidad restaurantes extramuros que, sin apuntar tan alto, cumplen con creces su función y son referencia para los habituales del lugar. Uno que siempre asoma en boca de los iniciados cuando se buscan referencias en Cáceres es Oquendo, un lugar magnífico que participa del discreto encanto de la burguesía, esa que determina el ser y el sentir de cualquier población. Todo para el pueblo, pero con el pueblo. Porque Oquendo es eso: un sitio de barrio esencialmente eficaz. Burgués.

Foto: El tesoro mejor escondido: Éter. (Imagen: Laura Martín) Opinión

Es eficaz el producto, es eficaz el modo de elaboración, es eficaz el servicio, es eficaz la bodega, es eficaz la decoración, es eficaz, más bien eficiente, la cuenta. Todo. Algo que, no siendo suficiente para garantizar su éxito, se convierte en base necesaria para todo lo demás, que es mucho y (muy) bueno. En Oquendo es tan difícil equivocarse como complicado no deslumbrarse con alguno de sus platos. Hace, sin duda, honor al lema que preside su web: 'Alta cocina tradicional'.

Así, en nuestra reciente escapada de Madrid, guiados por Julia en la sala y su marido Pablo en los fogones, propietarios del establecimiento, decidimos arrancar con 'concha', una apuesta no exenta de riesgo. Pues bien, tanto los berberechos, en su doble versión al vapor y al ajillo, como las navajas a la plancha estaban increíbles, de lo mejor que hemos probado en mucho tiempo. Tamaño, cocción, salsa... de 10. Seguimos con los 'carpaccios': rico el marinado de atún, al que el acompañamiento de pimiento rojo no estorba pero confunde, y brutal el de lomo ibérico con virutas de boletus, para tomar uno detrás de otro hasta reventar. Terminamos esta primera parte con una tapa de morcilla con salsa casera de tomate, correcta sin más.

El arranque había sido bueno, aunque aún quedaba lo mejor por llegar.

placeholder Los berberechos de Oquendo. (Alberto Artero)
Los berberechos de Oquendo. (Alberto Artero)

Señoras, señores, el rape en salsa verde con almejas que hace esta pareja es su-bli-me. Repito su-bli-me. Pocas cosas mejores probarán ustedes en su vida. Pena que sea un producto fuera de carta. Es como peregrinar a Tierra Santa, algo que hay que hacer: ir, comerla y llorar de placer. Ya saben. Por si no son mucho de 'sapito', probamos una lubina sobre patata panadera con ajo y guindilla, bien ejecutada y mejor presentada, donde no hubo pan suficiente para mojar la salsa. Y cerramos los platos principales con el entrecot trinchado que, si la carne no decepciona, y esta no lo hizo, es lo que es. No esperen sorpresas donde no puede haberlas.

placeholder Lubina sobre patata panadera en Oquendo. (Alberto Artero)
Lubina sobre patata panadera en Oquendo. (Alberto Artero)

Postres, vino y sala. Torrija de pan de 'brioche' caramelizada: me pone cinco, que me las llevo puestas. Melocotón asado sobre emulsión de natillas caseras: otros cinco, hasta completar la decena. Helado de plátano, único postre para celíacos, fallo, prescindible, se lo queda. 'Stop'. Buen surtido de vinos extremeños. Por 26 euros sale muy bien el Marqués de Valdueza, un 'bastardo' mezcla de muchas variedades (Cabernet, Syrah, Merlot), pero que es, ¿lo adivinan?, eficaz. 'Stop'. Local funcional con barra de raciones y pinchos y comedor funcional, sin nada que merezca una mención especial, muy animado eso sí, de barrio. 'Stop'. Servicio estupendo tanto de Julia como del resto del personal, ni un 'pero', más bien al contrario. 'Full stop'.

placeholder Un dulce para acabar el día. (Alberto Artero)
Un dulce para acabar el día. (Alberto Artero)

Ya, ya, McCoy, pero esto, ¿cómo se llama?

Esto, compartiendo todo entre los que fuimos, 40 euros por barba que, como diría aquel, no es dinero. O sí. Todo depende lo que uno esté dispuesto a disfrutar por una experiencia que te lleva del mar a la montaña y de la montaña al mar a través de un gran producto, bien tratado, mejor servido y, esto ya depende de ustedes, en buena compañía. La sombra de Atrio es alargada, pero no impide que, desde antes de su irrupción, florezcan sitios que, en relación calidad-precio, poco le tienen que envidiar. Oquendo es, 'by no means', uno de ellos.

La semana que viene más y, lo intentaremos, mejor.

Hablar de gastronomía cacereña es hablar de Atrio. Atrio sería a la cocina de la ciudad lo que la nobleza en la época en la que los partidarios de Isabel la Católica y Juana la Beltraneja se dejaban la vida por sus campos coincidiendo con el final de la Edad Media. Por emplazamiento, por propuesta culinaria, por bodega, por todo aquello que lo hace un local diferente y al alcance de unos elegidos. No en vano, dos estrellas Michelin lo contemplan.

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