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Christian Bök, el filólogo que enseñó a una bacteria a escribir poemas para siempre
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EL "XENOTEXT"

Christian Bök, el filólogo que enseñó a una bacteria a escribir poemas para siempre

Realizó un experimento insólito: logró insertar en el código genético de estos microorganismos un "alfabeto químico" que genera un hermoso soneto hasta el fin del mundo

Foto: Foto: iStock.
Foto: iStock.

Decía el gran William Burroughs que el "lenguaje es un virus", y esta afirmación categórica de tan solo cuatro palabras pasaría a la historia, no solo por su aplicación a la hora de definir la cultura cibernética en la que estamos inmersos. El escritor beat era un adelantado de su tiempo, un poeta alucinado que llegó a la conclusión de que la transmisión de información y significados a través de textos tenía un marcado carácter vírico, contagiaba a los cuerpos y modificaba su manera de ser y habitar en el espacio, lo que a su vez confería al lenguaje una propiedad extrahumana al considerarlo como algo independiente a nuestra voluntad.

Precisamente, hay un hombre que llevó la afirmación de Burroughs hasta su máxima literalidad. Christian Bök, profesor de Lengua Inglesa en la Univeridad de Calgary, en Canadá, consiguió algo realmente inédito en el campo de las ciencias y la literatura: hacer hablar a una bacteria prácticamente imperecedera. No solo le confirió el poder de generar texto, sino que le otorgó unas capacidades órficas para que escribiera con una emotividad digna de un ser humano.

"Estoy diseñando una forma de vida para que se convierta no solo en un archivo duradero para almacenar un poema, sino también una máquina operativa que escriba poemas, una máquina que pueda persistir en el planeta hasta que el propio sol explote". El 2 de abril de 2011, Bök anunció en la página de Poetry Foundation el éxito de su experimento, único en el mundo, fruto de una mente brillante. Un agente microscópico como la bacteria Deinococcus radiodurans, el ser vivo más resistente a condiciones inhabitables de calor y radiación, llevaría consigo hasta el final de los tiempos lo que denominó Xenotext, la capacidad de escribir de manera autónoma y por sí misma un soneto. ¿Cómo?

"Bök compuso Orpheus, un soneto que, al incorporarse al ADN, proporciona información para que la bacteria escriba un poema nuevo"

"Bök diseñó un 'alfabeto químico', que consistió en cifrar arbitrariamente cada una de las 26 letras del alfabeto inglés a un codón", explica Michel Nieva, profesor de la Universidad de Nueva York, en su libro Tecnología y Barbarie (Anagrama, 2024), en el que dedica un episodio al filólogo canadiense. "El codón es una secuencia de tres nucleótidos de ADN o ARN que corresponde a un aminoácido específico. Los nucleótidos posibles que pueden componer el codón son cuatro: A (adenina), C (citosina), G (guanina) y T (timina). Por ejemplo, al codón AAC, Bök le atribuyó la letra P, al GAG, la O, al CCG, la E, y al GGC, la T". Si reparamos en la palabra que Nieva acaba de formar con esta cadena de ADN, nos saldría poet.

placeholder Christian Bök en una foto de archivo. (Wikimmedia Commons)
Christian Bök en una foto de archivo. (Wikimmedia Commons)

El experimento no terminó ahí, sino que Bök se propuso conferir la capacidad a la bacteria de crear por sí misma enunciados no meramente informativos, sino poéticos. "La información contenida en cada codón, a su vez, es una instrucción para que el proceso de transcripción de ARN sintetice nuevos codones, que serán nuevos eslabones en la cadena genética", prosigue Nieva. "La complejidad del 'alfabeto químico' de Bök radica en que está hecho de tal forma que este proceso de transcripción genético que urde la bacteria pueda crear nuevas palabras y oraciones legibles por su alfabeto. Con esta jerga genética, Bök compuso Orpheus, un soneto que, al incorporarse al ADN, proporciona información para que la bacteria escriba un poema nuevo y complementario, que Bök apodó Eurydice. Esto significa que la bacteria, mediante el proceso de transcripción de ARN, toma la información genética de Orpheus como una orden para crear una nueva proteína, cuya secuencia de aminoácidos encripta un nuevo texto. En otras palabras, la bacteria no solo almacena en sus genes los poemas de Bök como un archivo viviente, sino que produce su propia poesía".

El nacimiento de la "biteratura"

Así, el soneto producido por la bacteria constaría de una voz masculina (Orpheus), transferida por Bök, y una femenina (Eurydice), generada por la propia bacteria como respuesta a medida que se va reproduciendo. Lo curioso es que, como señala Virgina Mendoza en un artículo de la revista Yorokobu, la voz masculina y humana que hay en el interior de la bacteria habla de las bondades de la vida, mientras que Eurydice, la femenina y generada por la propia bacteria, es la que responde en un tono pesimista. Nieva se atreve a bautizar este lenguaje genético producido por el microorganismo como "biteratura", o lo que es lo mismo: un "Antropoceno literario" después del mismo Antropoceno. "Si ser olvidado, como decía Borges, fue y será uno de los miedos que más mortifican el narcisismo de un poeta, Bök encontró un inusual consuelo: forjar textos imperecederos que se habrán de conservar cuando ya no haya nadie capaz de leerlos", escribe el profesor argentino, con sumo entusiasmo.

La gran apuesta del Xenotext es traspasar "el umbral entre arte y ciencia, vida y arte, lengua de los humanos y lengua de las bacterias"

Bök no escogió el mito de Orfeo y Eurídice de forma inconsciente o azarosa; la elección de este poema lírico parte de la propia historia de estos dos amantes, que además unen a los seres humanos con las bacterias en un bello concepto artístico. "No hay que olvidar que Orfeo es el héroe mitológico que intentó transgredir el umbral de lo vivo y lo muerto al rescatar a Eurídice de la muerte, pero que fracasó al querer contemplar su rostro", señala Nieva. "Por eso, la gran apuesta órfica del Xenotext es esa torsión de la poesía hacia la infracción de los límites: el umbral entre arte y ciencia, vida y arte, lengua de los humanos y lengua de las bacterias".

"Porque si Orfeo profana la ley biológica confundiendo lo que muere y lo que vive, Bök con su experimento profana la escritura de la Naturaleza, a la que transforma, tras inocular sus poemas, en un palimpsesto, una obra abierta que hace devenir al humano, bacteria, a la bacteria, humana, a la lengua, peste, poesía, y al texto, xenotexto, multiplicando la poesía como una enfermedad y dando, finalmente, literalidad a la alucinada profecía de William Burroughs de que la lengua es, ante todo, un virus", concluye el profesor argentino.

Decía el gran William Burroughs que el "lenguaje es un virus", y esta afirmación categórica de tan solo cuatro palabras pasaría a la historia, no solo por su aplicación a la hora de definir la cultura cibernética en la que estamos inmersos. El escritor beat era un adelantado de su tiempo, un poeta alucinado que llegó a la conclusión de que la transmisión de información y significados a través de textos tenía un marcado carácter vírico, contagiaba a los cuerpos y modificaba su manera de ser y habitar en el espacio, lo que a su vez confería al lenguaje una propiedad extrahumana al considerarlo como algo independiente a nuestra voluntad.

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