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Una gran isla desde Madagascar a la India: bienvenidos a Lemuria, el continente que nunca existió
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KUMARI KANDAM

Una gran isla desde Madagascar a la India: bienvenidos a Lemuria, el continente que nunca existió

Repasamos cómo este supuesto nuevo territorio pasó de ser una posibilidad biogeográfica a convertirse en un rasgo del folclore indio y en una creencia religiosa en Estados Unidos

Foto: Cómo sería el mundo si Lemuria emergiera a la superficie. (Wikimedia Commons)
Cómo sería el mundo si Lemuria emergiera a la superficie. (Wikimedia Commons)

Imagina un trozo de territorio mucho más grande que la isla de Australia ocupando buena parte del océano Índico, desde las costas orientales de Madagascar hasta Indonesia y llegando hasta la India por el norte. Aquí supuestamente yacería Lemuria, un continente enorme que en un pasado muy remoto fuera colonizado por los mismos primates que le dan el nombre y seres humanos prehistóricos que lo recorrieron de punta a punta, contradiciendo las teorías de la evolución de Darwin.

Como todo 'seudocontinente' (véase Atlantis o Zelandia) en algún momento fue engullido por las aguas, sepultando consigo todos los fósiles que habrían servido para probar su existencia, dejándonos solo la imaginación como medio para llegar hasta él y conocerlo. La imaginación y algo más, puesto que a mediados del siglo XIX se empezaron a extender argumentos a favor de su existencia prehistórica que bien podrían valer para que creyéramos en él. De hecho, fue uno de los padres de la biogeografía (la ciencia que estudia la distribución de especies y ecosistemas en el espacio y el tiempo) llamado Philip Sclater, quien resucitó a Lemuria de su naufragio en las aguas del Índico.

Era 1858. Para este investigador, el planeta Tierra se dividía en seis reinos biogeográficos, en vez de en seis (lo que hoy llamamos "continentes"). Resulta que este biogeógrafo entusiasta dio con fósiles de los animales lémures tanto en la isla de Madagascar como en la India, es decir, en la zona afrotropical e indomalaya, como explica el periodista Frank Jakobs en un reciente artículo de Atlas Obscura. Por ello, entendió que hace miles de años estas dos zonas estaban comunicadas entre sí por un vasto territorio terrestre que descansaba sobre buena parte del océano Índico y que esta especie de primates se extendía por toda esa zona terrestre ahora sumergida.

De algún modo, Lemuria era el último territorio por descubrir cuando ya no quedaban más zonas por explorar. Parece que la colonización hizo más pequeño el mundo (a pesar de que la aviación comercial todavía no existía), por lo que un montón de científicos entusiastas empezaron a desarrollar teorías sobre ese supuesto continente enterrado en el fondo marino, aunque realmente fuera improbable su existencia y mucho menos relevante su protagonismo en la historia de la evolución humana.

Y llegó la teosofía

El siguiente hito importante fue en 1870, cuando el biólogo alemán Ernst Haeckel sugirió que Lemuria podía ser el lugar desde el que partieron nuestros ancestros primates, rechazando las teorías de Darwin que situaban África como el punto de partida de esa evolución. Años más tarde, la propia fundadora de la teosofía, Helena Blavatsky, propuso que los lemurianos eran la "tercera raza de raíz de la humanidad", incorporando esta creencia a su doctrina esotérica. Un colega suyo llamado William Scott-Elliot modificó la teoría inicial de Sclater y colocó a Lemuria en el océano Pacífico.

Para la creencia india, "Kumari Kandam era una sociedad matriarcal en la que las mujeres elegían a sus maridos y poseían las propiedades"

"Scott-Elliot describió a los lemurianos como homínidos de 4 metros y medio de altura, de piel morena, cara plana y visión lateral como la de un pájaro", explica Jakobs en su artículo. "Podían caminar hacia delante y hacia atrás con suma facilidad y se reproducían a través de huevos. El mestizaje con otros animales finalmente produjo a ancestros parecidos a los simios en algunas de las razas humanas". Sin duda, una teoría de lo más fantasiosa que echa por tierra todo el rigor científico que antaño otros habían perseguido.

Foto: Foto: iStock.

La posibilidad de que existiera este continente sumergido llegó a la India con un afán renovado. Adoptaron otro nombre para designar a este seudocontinente que remitía al folclore indio y la civilización tamil: Kumari Kandam, que puede traducirse como "tierra de la doncella". Al final, esta posibilidad geográfica fue usada como reivindicación por los grupos nacionalistas indios que buscaban la independencia de la inflexible corona británica. Pronto, se convirtió en su propia utopía, hasta el punto de creer que "Kumari Kandam era una sociedad matriarcal en la que las mujeres elegían a sus maridos y poseían todas las propiedades", recalca Jakobs.

Se conoce que ante la nulidad de dar con una explicación científica convincente, este continente pasó de enunciar a un pedazo de territorio para pasar a ser una religión. El culto, sin embargo, no tiene su centro ni en Madagascar, la India o Indonesia, sino en un pueblito de California llamado Ramona, donde desde 1936 se encuentra la sede de la Comunidad de Lemuria. Lo curioso de sus predicados es que aglutina conceptos y preceptos de la religión budista y cristiana, pues creen en el karma o en la reencarnación, pero también en las enseñanzas de Cristo (suponemos que aquellas que tienen un contenido ético).

Imagina un trozo de territorio mucho más grande que la isla de Australia ocupando buena parte del océano Índico, desde las costas orientales de Madagascar hasta Indonesia y llegando hasta la India por el norte. Aquí supuestamente yacería Lemuria, un continente enorme que en un pasado muy remoto fuera colonizado por los mismos primates que le dan el nombre y seres humanos prehistóricos que lo recorrieron de punta a punta, contradiciendo las teorías de la evolución de Darwin.

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