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Por qué sufrir traumas en la infancia puede aumentar el riesgo de padecer vigorexia
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Una psicóloga responde

Por qué sufrir traumas en la infancia puede aumentar el riesgo de padecer vigorexia

Las redes sociales nos han creado unas expectativas físicas imposibles de alcanzar, pero a la vigorexia se puede llegar por otros caminos como haber sufrido traumas infantiles, según un estudio

Foto: Un hombre muy musculado (iStock)
Un hombre muy musculado (iStock)

"La infancia es el lugar en el que habitas el resto de tu vida", escribió Rosa Montero en su libro El corazón de Tártaro. Está claro que lo que te sucede durante tu infancia condiciona tu comportamiento en los años posteriores, incluso durante la adultez. En la psicología, esta correlación está muy presente sobre todo en el caso de los traumas infantiles.

Es más, el Consejo General de la Psicología de España recoge un estudio publicado en la revista Clinical Social Work Journal en el que analizaron la relación entre los traumas infantiles y la dismorfia muscular, también conocida como vigorexia; que es un trastorno psicológico caracterizado por una percepción distorsionada del propio cuerpo, específicamente en relación con la musculatura.

Quienes sufren dismorfia muscular se preocupan en exceso por la apariencia de sus músculos y sienten que nunca son los suficientemente grandes o no están tan definidos como les gustaría, incluso cuando su volumen y definición son innegables. Según este estudio, el trauma infantil está relacionado con el aumento del riesgo de sufrir vigorexia durante la adolescencia y juventud; ya que el 16% de las personas con cinco o más experiencias infantiles adversas (ACE) presentaron un riesgo clínico de dismorfia muscular.

"Las vivencias que experimentamos poseen un impacto significativo, contribuyendo a la creación de patrones de pensamiento, emociones y comportamientos que nos acompañan en la vida adulta. Estos patrones influyen directamente en las relaciones que establecemos con los demás, la imagen que tenemos de nosotros mismos y nuestra capacidad para afrontar desafíos", explica Natalia Muñoz, psicóloga general sanitaria, experto en psiconutrición y trastornos de la conducta alimentaria a El Confidencial.

"En mi opinión, la vigorexia es un trastorno de la conducta alimentaria, aunque aún no esté contemplada en el Manual Diagnóstico, pero lo estará próximamente"

¿Es la vigorexia un trastorno de la conducta alimentaria? Pregunto a esta experta, y ella responde: "En mi opinión, la vigorexia es un trastorno de la conducta alimentaria, aunque aún no esté contemplada en el Manual Diagnóstico, pero lo estará próximamente; dado que la vigorexia se vuelve cada vez más común e implica una preocupación obsesiva por la forma y el tamaño del cuerpo. Además, va acompañada de conductas que tienen como fin la modificación corporal, como comportamientos extremos en el ejercicio y la dieta".

Superar un trauma infantil

Según este estudio, los traumas infantiles y la vigorexia en la adolescencia están muy relacionados; pero los seres humanos somos, según Muñoz, capaces de superar estos traumas, para ello, "es fundamental contar con el apoyo de profesionales que nos guíen en la reconstrucción del evento traumático y en la reinterpretación de su significado en nuestra vida. La integración de estas experiencias traumáticas en la narrativa de nuestra historia personal constituye un aspecto esencial para lograr la superación efectiva del trauma".

No obstante, la psicóloga es muy positiva respecto a la superación del trauma y considera que es posible aprender de él y vivir con las experiencias sin que estas tengan un impacto negativo en nuestra vida: "Para mí, la verdadera superación del trauma implica reconocer que hemos vivido situaciones difíciles. En este proceso, el apoyo social, la terapia y una buena red de relaciones saludables tienen un papel crucial en la recuperación", asegura Muñoz.

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Un hombre muy musculado (iStock)

Sufrir un trauma durante nuestra infancia condiciona "los patrones de relación y afrontamiento que desarrollamos"; pero eso no es todo. Estos traumas también "pueden generar patrones disfuncionales al enfrentar situaciones que percibimos como estresantes, y la dismorfia muscular puede constituir una forma de gestionar el malestar emocional. La obsesión por una apariencia muscular puede ser una estrategia para compensar los sentimientos de vulnerabilidad o inseguridad originados por el trauma", sentencia Natalia Muñoz para añadir que el contexto, las expectativas sociales y la presión por cumplir los cánones estéticos pueden intensificar esta relación existente entre trauma y dismorfia.

Afecta más a los hombres

La dismorfia muscular afecta tanto a hombres como a mujeres, pero según el Consejo General de la Psicología de España es más común en hombres: "Esto podría deberse a los roles y expectativas sociales asociadas a la masculinidad. A las chicas se les exige estar delgadas, mientras que a los hombres se les pide un estado físico musculado y fuerte", explica Muñoz, que insiste en que los estándares de la masculinidad "podrían estar vinculados a la idea de fortaleza y, si no cumples con esa fortaleza, se amenaza tu masculinidad".

"Esta exposición constante en las redes sociales, con imágenes idealizadas que a menudo no son reales, puede intensificar la insatisfacción corporal"

En los últimos años, los casos de vigorexia han aumentado y, según Natalia Muñoz, esto se debe a la manera en la que a día de hoy se relacionan los jóvenes, sobre todo a través de las redes sociales, donde se prioriza la imagen corporal: "Los ideales de belleza y la presión social por cumplir con ellos han influido en la percepción distorsionada de la imagen corporal. Esta exposición constante en las redes sociales, con imágenes idealizadas que a menudo no son reales, puede intensificar la insatisfacción corporal y contribuir al aumento de los problemas relacionados con la conducta alimentaria, y en este caso, con la vigorexia", sentencia.

"La infancia es el lugar en el que habitas el resto de tu vida", escribió Rosa Montero en su libro El corazón de Tártaro. Está claro que lo que te sucede durante tu infancia condiciona tu comportamiento en los años posteriores, incluso durante la adultez. En la psicología, esta correlación está muy presente sobre todo en el caso de los traumas infantiles.

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