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La vigorexia y las redes sociales: una relación complicada
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PROBLEMAS PSICOLÓGICOS

La vigorexia y las redes sociales: una relación complicada

Este trastorno viene alimentado por un 'feed' continuo de contenidos en la red que no paran de generar una espiral de obsesión por la imagen corporal, la alimentación y el consumo de fármacos para aumentar el volumen muscular

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Los preceptos de una vida sana, sumados al culto al cuerpo, inundan las redes sociales. Más aún si sigues ciertos perfiles de personas dedicadas a la promoción de productos y hábitos de ejercicio, los cuales pueden ir desde deportistas profesionales a 'influencers' de la vida saludable. En este sentido, la actitud de querer fortalecer el cuerpo no pasa por negativa, pues entra dentro de una buena conducta de alimentación y de una exigente rutina de gimnasio, lo que redunda en una buena calidad de vida al prevenir determinado tipo de enfermedades y alargar la vida. Sin embargo, cuando este estilo de vida entra dentro del terreno de la obsesión, el día a día de quien lo practica puede convertirse en una auténtica pesadilla.

No hay datos claros a la hora de hablar de vigorexia. En España, ni siquiera se considera una enfermedad. Se calcula que puede haber unos 70.000 afectados por este trastorno no estrictamente alimentario, como apuntan desde el Hospital Sant Joan de Deu de Barcelona. El problema aparece cuando existe una profunda insatisfacción corporal, también llamada como dismorfia muscular, que lleva al individuo a sufrir una gran dependencia por el ejercicio físico, además de una excesiva atención a las reacciones que se dan en el organismo al consumir alimentos o antes, durante y después de los entrenamientos, algo en lo que la propia persona tiene poco control, ya que depende de su sistema hormonal y de neurotransmisores.

"Esta es la paradoja de la dismorfia muscular, tienes a hombres grandes y musculosos, pero que se sienten increíblemente pequeños por dentro"

Hay otros rasgos psicológicos que comparte con trastornos mentales más visibles o al menos con una percepción social más negativa, como puede ser la anorexia o la bulimia. Así, en ninguno de estos problemas el individuo se siente con una autoestima demasiado alta, se exigen demasiado y para nada tienen una percepción buena o positiva de su cuerpo, sino que vive en la completa obsesión por querer perfeccionarlo a toda costa. Como la perfección no existe, se sentirán frustrados, lo que les lleva a su vez a aislarse socialmente.

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Como síntomas físicos, los vigoréxicos experimentarán fuertes dolores musculares como fruto de sus excesivas rutinas de ejercicio junto con fatiga generalizada, lo que a su vez provoca que muchos recurran al dopaje para aliviarla y seguir fortaleciendo el músculo incluso cuando están en reposo. Los anabolizantes son la opción más clásica para estimular la producción de testosterona. Estos pueden producir efectos secundarios bastante perjudiciales por la salud si se abusa de ellos o se consumen a largo plazo: impotencia, caída del pelo, mal estado de ánimo, irritabilidad... y en los casos más extremos, también enfermedades de corazón o de hígado.

La gran paradoja de la vigorexia

Muy fuertes por fuera, débiles por dentro. "La gente no tiene empatía por alguien que parece amenazante. Esta es la paradoja de la dismorfia muscular, tienes a hombres grandes y musculosos, pero que se sienten increíblemente pequeños". Este es uno de los lemas más repetidos dentro de la comunidad de personas aquejadas por la vigorexia. A fin de cuentas, tiene un gran sesgo de género: al igual que ocurre con la anorexia en mujeres (estando bien visto socialmente lucir delgadas), el icono masculino por antonomasia es el del hombre fuerte, con una impresionante tableta y una 'bola' bien construida tras mucho sudar en el gimnasio.

"La conclusión es obvia: mientras que las mujeres se centran en ser bellas y estar delgadas, los hombres en hacer crecer sus músculos"

Ambos géneros son víctimas de la moda y de la presión social por lucir un cuerpo perfecto. Y, en el caso de los hombres, al imponer tanto por su físico y tener muy asimilados los roles de género que les hace no mostrar vulnerabilidad, la mayoría de ellos viven esta debilidad emocional o psicológica en silencio, sin contárselo a nadie, lo que limita mucho sus posibilidades de recuperación.

Ahora, cabe reflexionar sobre el papel que cumplen las redes sociales, sobre todo en aquellos que empiezan a sufrir dismorfia muscular desde muy jóvenes al consumir contenidos continuamente de dieta sana y ejercicio. Un estudio publicado en 'The Journal of Social Media in Society' en 2020 que analizó 1.000 publicaciones de Instagram dirigidas a hombres jóvenes y creadas por hombres, resolvió que aquellos que se afanaban en mostrar cuerpos escultóricos, musculosos y delgados recibían un mayor porcentaje de comentarios positivos.

"El culturismo es un entorno de riesgo para la salud mental y es vital que las personas obtengan una orientación profesional"

"La conclusión es obvia: mientras que las mujeres se centran en ser bellas y estar delgadas, los hombres en hacer crecer sus músculos", concluyó Thomas Gültzow, profesor de la Universidad de Maastricht en los Países Bajos, en un artículo de la revista 'Men's Health'. "Por supuesto, la mayoría de los hombres no se ven de esa forma, por lo que existe un gran desequilibrio entre lo que ven en Instagram y la vida real. No obstante, los que cumplen el canon de belleza obtienen un mayor porcentaje de participación. El seguimiento y la atención es la moneda de cambio en estas redes, y según funcionan los algoritmos, estos perfiles seguirán promocionándose en el futuro. Es como un círculo vicioso".

En dicha página web, la doctora psiquiatra Katherine Philips, especializada en trastornos de imagen corporal, diferencia entre "vigorexia" y "dismorfia muscular", alegando que la primera se relaciona más con un trastorno alimentario, mientras que la segunda abarca más la distorsión de la percepción de la imagen corporal. Ella, que ha tratado a muchos jóvenes aquejados de ambos problemas, advierte de que es un mal que hay que tomarse muy en serio, ya que muchos de estos pacientes terminan aislados socialmente, cuando no pensando en otro tipo de salidas más desesperadas.

El culturismo: un "riesgo enorme"

Philips aboga por abrir un gran debate entre la comunidad masculina, los gimnasios y los psiquiatras para sacar a la luz un problema que también tiene relación con otros trastornos de la imagen corporal y la alimentación. Básicamente, porque seguramente haya mucha gente que todavía no es consciente que sufre de dismorfia muscular o vigorexia. Incluso, un estudio publicado este mismo año por la Universidad de Queensland, alertó del "enorme riesgo" que tenían las personas que hacen pesas por motivos estéticos de sufrir vigorexia. En realidad, no puede sorprendernos, en las mujeres sería el equivalente de querer ser modelo, aunque afortunadamente los cánones de belleza femeninos por los que apuestan muchas marcas ya están cambiando.

"El culturismo es un entorno de riesgo para la salud mental y es vital que las personas obtengan una orientación profesional para desarrollar estrategias que los prevengan de los riesgos, en lugar de empeorar el trastorno", asegura Mair Underwood, autora principal del estudio, en declaraciones recogidas por 'News Medical'. "Desafortunadamente, no sabemos si hay un 'culturismo saludable' o 'normal' y en qué se diferencia del 'psicopatológico'. No sabemos cuáles son los procesos que hacen que las personas se vuelvan obsesivas con su tamaño, pero el hecho de colaborar con comunidades de culturistas podemos ayudarles a manejar y prevenir estos trastornos".

Los preceptos de una vida sana, sumados al culto al cuerpo, inundan las redes sociales. Más aún si sigues ciertos perfiles de personas dedicadas a la promoción de productos y hábitos de ejercicio, los cuales pueden ir desde deportistas profesionales a 'influencers' de la vida saludable. En este sentido, la actitud de querer fortalecer el cuerpo no pasa por negativa, pues entra dentro de una buena conducta de alimentación y de una exigente rutina de gimnasio, lo que redunda en una buena calidad de vida al prevenir determinado tipo de enfermedades y alargar la vida. Sin embargo, cuando este estilo de vida entra dentro del terreno de la obsesión, el día a día de quien lo practica puede convertirse en una auténtica pesadilla.

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