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En el diván de los hombres enfadados: retrato de la masculinidad herida en España
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ANTE EL AVANCE DEL FEMINISMO

En el diván de los hombres enfadados: retrato de la masculinidad herida en España

El avance del feminismo está provocando un replanteamiento de la masculinidad en España. Muchos se sienten acosados y se resguardan en WhatsApp y redes para desahogarse

Foto: Ilustración: Raúl Arias.
Ilustración: Raúl Arias.

"El feminismo pop nos da auténtica puta grima pero no sabemos definir bien por qué". Lo dice un 'youtuber' que esconde su rostro tras una máscara blanca, una capucha y unas gafas negras. Su cuenta (Un Tío Blanco Hetero) ha alcanzado los 60.000 suscriptores en poco tiempo y, según dice, ya le permite vivir de ello gracias a las donaciones. Frente a la cámara lanza contraargumentaciones vehementes contra el feminismo, distribuidas en vídeos de pocos minutos, y con las que viene a dar voz a miles de hombres españoles de todas las clases sociales y culturales, personas escandalizadas con la fulgurante irrupción en la agenda pública de tesis hasta hace poco residuales.

Los vídeos de Tío Blanco Hetero ofrecen una munición muy demandada que no abunda en medios de comunicación ni en canales tradicionales. Por ejemplo, acusa a las feministas de convertir frustraciones cotidianas —micromachismos— en axiomas políticos, de haber retirado la presunción de inocencia a uno de los dos sexos, de erigirse como representantes de la mitad de la población sin que las haya elegido nadie, de ser totalitarias en sus formas, de tener una formación intelectual muy mejorable —incluso en las teorías feministas—, de lapidar a quien las matiza y de meterse en la vida privada de la gente.

Cuando los hombres se topan ante este discurso del machismo… es imposible no verse reflejado de alguna manera

Lo plantea todo como línea de defensa ante una agresión y tiene el éxito de lo políticamente incorrecto: dice en voz alta lo que mucha gente murmura en conversaciones privadas o grupos de WhatsApp. "La acogida está siendo buenísima", comenta en una entrevista por chat. "Me abrí una página de Patreon —una plataforma de mecenazgo para artistas— para preguntarle a mis seguidores si querían que me dedicase a esto y en aproximadamente 48 horas ya tenía a 500 personas apoyándome. Ahora mismo voy por las 750. Una respuesta así es sintomática de que algo está pasando".

placeholder La cuenta de Un Tío Blanco Hetero tiene ya 60.000 suscriptores.
La cuenta de Un Tío Blanco Hetero tiene ya 60.000 suscriptores.

Lo que está pasando es que se está extendiendo un malestar, dice Lionel S. Delgado, filósofo y doctorando en Sociología por la Universidad de Barcelona. "En última instancia es un malestar frente al espejo. Cuando los hombres se topan ante este discurso del machismo… es imposible no verse reflejado de alguna manera". Muchos reaccionan así: ¿Por qué me atacan si no he hecho nada? "Campañas como el #MeToo provocan que en el hombre aparezca el fantasma de la culpa. Y eso supone un problema de espejos: de repente no eres percibido como pensabas, como una buena persona, te dicen que estás haciendo algo mal. Empieza el debate interno, que es superdoloroso y ahí pelean dos reacciones: la autojustificación y la valentía de la deconstrucción".

Un Tío Blanco Hetero no revela su identidad, no quiere hablar por teléfono y lleva la cara cubierta. Se expresa desde el anonimato, como buena parte de las fuentes de este reportaje, y como muchos hombres que prefieren no exponer en redes sociales lo que realmente piensan, lo que callan en una reunión de trabajo o en una comida con amigos. Una actitud como de dejar que amaine el chaparrón que resumía el diario satírico 'El Mundo Today' tras la huelga masiva del 8-M. "Mariano Rajoy sobre la huelga feminista: 'Ya se les pasará'. A veces uno no sabe lo que ha hecho y le cae una bronca, pero cualquier cosa que digas es peor", parodiaba el humorista Kike García.

Los grupos de WhatsApp son como las casas de hombres de la Polinesia o las sociedades gastronómicas vascas

Los grupos de WhatsApp son un oasis de sinceridad para muchos. "Son como las casas de los hombres de la Polinesia, o las sociedades gastronómicas vascas, donde no pueden entrar las mujeres. Son espacios donde los hombres dicen cosas que no dirían delante de sus parejas", analiza el antropólogo y escritor Ritxar Bacete. "Chicos que en lo público pueden ser majos y con discurso favorable a la igualdad, en el grupo de WhatsApp privado, exclusivo de hombres, dicen otras cosas".

En las reacciones frente al feminismo, Bacete identifica a tres tipos de hombres y se atreve incluso a aventurar porcentajes: en primer lugar, los que se resisten a la igualdad y se siguen declarando abiertamente como machistas, o antifeministas, que abarcaría a un 10% del total. Una minoría —3% o 4%— de "aliados" o militantes activos por la igualdad de las mujeres y, por último, una gran masa, a los que los aires de cambio más bien se les vienen encima, y tienden a adaptarse y en mayor o menor medida, revisar sus conductas.

Esa minoría de declarados antifeministas son los que más ruido hacen en redes sociales, como señala —y vive en sus propias carnes— la profesora de la Universidad Abierta de Cataluña y periodista Ana Bernal-Triviño. "Muchos de ellos se camuflan con el anonimato, están desinhibidos, tienen opción de decir lo que quieran, cosas que en su entorno no se atreven, es su única válvula de escape y es donde dirigen el odio y la ira en forma de amenazas a muchas de nosotras. Es ese espacio de evasión, de estar oculto, donde se sienten libres de decir lo que socialmente no pueden".

Que te esté haciendo la comida tu madre y tú estés en el sofá es un privilegio, pero la conciencia sobre el mismo es discutible

Los comentarios fuera de tono y los insultos son la reacción, dice, de quienes quieren aferrarse al status quo. "Se caen las caretas porque tienen que asumir que lo que han vivido hasta ahora no es lo correcto y su mente machista no quiere aceptarlo", continúa Bernal-Triviño, quien cree que es algo que ha pasado en todas las oleadas feministas. Delgado pone un ejemplo: "Que te esté haciendo la comida tu madre y tú estés en el sofá es un privilegio, pero la conciencia sobre el mismo es discutible; puedes pensar 'es que a ella le gusta, es que yo hago otra cosa…". Una vez conquistada la igualdad de derechos sobre el papel, el ámbito privado es el nuevo desafío y, por tanto, donde surgen la mayoría de las quejas. "Esto pasa cuando una reclama su espacio, en el que ellos han estado dominando hasta ahora: las relaciones personales, la casa, el trabajo…".

Renunciar a sus privilegios

José Iniesta es un hombre "que lucha contra su propio machismo" y eso de reconocer sus privilegios también le ha costado, sobre todo al principio. "De repente llega el feminismo a tu vida, que siempre es por mujeres cercanas y tendemos a negarlo. Yo me acuerdo, por ejemplo, de que me preguntasen si tenía miedo a ir solo por la noche, y decir que sí, que igual que ellas, pero claro luego ves que los miedos son distintos. Yo nunca he tenido miedo a ser violado. Es un poco como las fases del duelo: primero negación, y luego terminas aceptándolo porque es lo que hay. Todos los hombres estamos dificultando una igualdad real".

El pasado domingo, José salió a la calle con un grupo de hombres con el que suele juntarse a debatir sobre su lugar en la búsqueda de la igualdad. No llegaron al medio centenar. "Es curioso porque hay manifestaciones como las del 8-M, con muchos hombres sujetando pancartas pero el pasado domingo no había casi nadie. Parece que si no conseguimos una palmada en la espalda no hacemos las cosas", se queja.

En el otro lado está Jorge. Tiene 41 años y un cargo intermedio en un banco español. Se siente muy identificado con los mensajes de Tío Blanco Hetero. Intenta no encenderse en público, delante de mucha gente, pero se desata en privado y bajo anonimato. "En mi trabajo promocionan a mujeres solo por ser mujeres, por la moda feminista. A mí se me han escapado ya dos ascensos por esto. No es que me parezca mal, es que me indigna". Asegura que hace ya mucho tiempo que no se mete en una sala a solas con una subordinada porque "no sabes de lo que te pueden acusar después". Y admite estar algo frustrado en el ámbito personal también. "Sigo teniendo muchos roles de hombre tradicional en mi casa, soy el que lleva dinero, pero se me cuestiona si no hago otras cosas fuera de ese rol. Mis padres tenían mucho mejor repartido el trabajo diario y creo que eran más felices".

El reequilibrio de roles y el papel del hombre en entornos más igualitarios han inspirado infinidad de libros y estudios en los últimos años. En Estados Unidos, donde el debate está más maduro, se ha abordado prácticamente desde todas las disciplinas. Uno de los últimos ensayos, 'La crisis de los chicos', está firmado por dos autores de best-sellers sobre asuntos de género Warren Farrell y John Gray.

En mi trabajo promocionan a mujeres solo por ser mujeres, por la moda feminista. A mí se me han escapado ya dos ascensos por esto

El libro ilustra la crisis de la masculinidad americana con datos (por ejemplo, la tasa de suicidios entre hombres en EEUU se ha triplicado desde los años 80 y ya es tres veces más alta que entre mujeres) y llega a la conclusión —simplificando mucho— de que los hombres de mediana edad han visto cómo la mayoría de los patrones de conducta que aprendieron son hoy problemáticos. Según Farrel y Grey, esta situación, junto a la cantidad de niños que han crecido sin un referente paterno, deja a miles de hombres desnortados. Los autores no proponen volver al pasado, sino dar visibilidad también a las frustraciones de los hombres para hacer menos traumático el cambio.

En España se han editado libros similares, de la mano de escritoras como María Calvo ('La masculinidad robada'), doctora en Derecho y profesora de la Universidad Carlos III, quien considera que el auge del feminismo, en general positivo, está dejando en segundo plano los problemas de los hombres. "Se ha ido ensombreciendo la figura del varón. Con las mujeres nos volvemos todos locos para que accedan a carreras técnicas, ingenierías o matemáticas, pero a nadie le preocupa que 3 de cada 4 expedientes disciplinarios sean para hombres, o que ahora solo el 40% de los varones llegue a la universidad".

Blanco no se muestra en contra de una transformación que considera necesaria y que ha beneficiado también a los hombres, por ejemplo despojándolos de cargas como llorar en público o mostrar afecto a sus seres queridos. Pero, advierte, se está produciendo una evolución hacia lo que denomina "el varón suave". "Ha surgido un miedo a demostrar la masculinidad porque todo se tacha de agresivo, de violento… Hay miedo a ser hombre. Se olvida que con agresividad también se juega el mundial de fútbol, o se cruzan océanos". Y abunda: "Se malinterpreta esa agresividad. Los retratos sociales degradan mucho la masculinidad: el hombre es el borracho, el violento… Ahora parece que las heroínas son solo las mujeres y los hombres están en un segundo plano. Que les toca pasar a un segundo plano, bueno pues sí, pero creo que estamos en un punto de inflexión. Y hay que hacer una búsqueda de una masculinidad equilibrada que complemente a la mujer".

Castrados emocionalmente

Álvaro tiene 35 años, está casado con una mexicana y a los 25 dejó de salir con chicas españolas. "Al principio no era algo consciente, pero luego me he ido dando cuenta de que estaba siendo selectivo. Las latinas son más dulces, más cariñosas, se arreglan, les gusta cuidar de mí y que yo cuide de ellas. Muchas españolas son bordes desde el primer día. Son todo problemas, reproches, siempre a la defensiva, siempre regañando y reivindicando cosas. Si la pareja es un equipo, con una española acabas sintiendo que tienes que aportar todo y no obtener nada a cambio", dice. Él compara estas experiencias ("lo veo entre mis amigos también") con la relación de sus padres, que sigue siendo su modelo a seguir. "No sé cuándo se estropeó esto en España, pero creo que los matrimonios antes eran más felices y no había tanta gente frustrada. Al menos en mi familia ha sido así".

Necesitamos construir un rol masculino mucho más completo y faltan referentes

Los cambios de la vida en común es otra de las grandes transformaciones sociales de las últimas décadas. Tasio Pérez Salido, psicólogo especializado en terapia de pareja, asegura que "una parte importante de los conflictos se producen porque los hombres no tienen ni idea de cómo ejercer su masculinidad y paternidad". Uno de los problemas más frecuentes, dice, es la diversidad de criterios a la hora de educar. "Muchos padres quieren poner límites a sus hijos y las madres no lo toleran. El rol de padre estricto, un contrapeso a la maternidad, se está perdiendo y los hombres sienten que se tienen que plegar a lo que diga su mujer en todo momento. Hay un libro que lo explica muy bien: se llama 'Padres fuertes, hijas felices'".

Pérez Salido insiste en que no existen referentes sobre lo que debería ser el nuevo modelo masculino. "Necesitamos construir un rol masculino mucho más completo y faltan referentes. No hemos visto a nuestros padres cambiando pañales, recogiendo la ropa tendida... y muchas veces no sabemos cómo posicionarnos ante todo lo que tenemos que asumir como nuestro deber". A eso se suma, dice, la falta de educación emocional que tradicionalmente recibían los hombres en los hogares españoles. "En la consulta sigues viendo que el hombre español tiene seis sentimientos: de puta madre, muy bien, bien, mal, muy mal, de puta pena. A muchos no consigues sacarlos de ahí, son incapaces de explicar si lo que tienen es miedo, frustración, etcétera". Y esa falta de herramientas comunicativas, genera una frustración que se desata a veces de la peor manera posible: "Hemos sido castrados desde pequeños en el tema emocional y podemos recuperarlo. Está bien tener miedo a que te deje tu novia y aceptarlo, no convertir ese miedo en rabia e ira, que es algo que pasa muy a menudo".

placeholder En los últimos meses las calles de las ciudades españolas han acogido varias manifestaciones feministas. (EFE)
En los últimos meses las calles de las ciudades españolas han acogido varias manifestaciones feministas. (EFE)

Jonathan vive en una pequeña ciudad de provincias y asegura que hasta hace seis años nunca había tenido sentimientos negativos hacia el feminismo o las mujeres. Empezaron, cuando su pareja se enamoró de otro hombre y "se quedó la custodia de su hijo, la casa común y la mitad de mi sueldo en pensiones alimenticias". Tras la ruptura, Jonathan entró en depresión, ganó más de diez kilos y poco después perdió también su trabajo. "No soy una persona muy masculina en el sentido de pelearme, dar voces o imponerme. Tengo buen carácter. Pero me siento abandonado y un desecho".

Las asociaciones de padres divorciados son de las más combativas contra los postulados feministas

En los periodos más duros, dice, llegó a plantearse el suicidio. "Ahora vivo con mis padres, que me apoyan, pero la sensación de que soy un fracasado también la percibo al hablar con familiares cercanos. Lo que me enfada del feminismo es que digan que los hombres tenemos todas las ventajas en la sociedad. Mi experiencia es justo la contraria: soy un apestado por ser el hombre. A mi exmujer le va de maravilla por ser mujer". Su psicóloga está intentando trabajar en reconstruir su autoestima. "Me dice que tengo que cambiar el chip, olvidarme de lo que se supone que tengo que hacer y aceptar la situación y mis emociones".

No es casualidad que el colectivo de padres divorciados sea uno de los más vehementes y activos a la hora de combatir el discurso feminista. Vicente Rodrigo, abogado de ASEPADI, se queja de que su punto de vista es silenciado sistemáticamente en los medios de comunicación. "Para un heterosexual divorciado con dos o tres hijos llega un punto en el que tiene que medir hasta lo que pone en Facebook si quiere seguir viendo a sus hijos. Muchos de estos hombres viven en una angustia constante, en depresión. Se convierten en cadáveres civiles sin ningún derecho. A ellos no les asiste nadie, no hay un teléfono para hablar de sus problemas", asegura. Carlos Ruiz, abogado de otra asociación de padres separados, subraya que en muchos contenciosos "un hombre es una pelota de ping pong que llega ya condenado solo por ser hombre".

Estas asociaciones reclaman un cambio legislativo o de criterio en los juzgados a la hora de otorgar las custodias. "Está mejorando, empieza a ser más frecuente la custodia compartida, pero siguen siendo el 26 por ciento de los casos. Y es engañosa porque de ese total el 75 por ciento no llegan por sentencias judiciales, sino por acuerdos entre las partes", dice Rodrigo. Paradójicamente, los colectivos feministas llevan años señalando que otorgar por defecto la custodia exclusiva a las mujeres perpetúa en ellas el peso exclusivo de los cuidados, y que si ha sido así tradicionalmente, es por el escaso interés de los progenitores masculinos y no porque la legislación no lo permita. Ruiz, por su parte, insiste en que "quedarte la custodia equivale a quedarte la casa, el coche y una pensión, así que muchas mujeres van a querer eso, sobre todo si el matrimonio acabó mal". Las voces feministas reivindican, sin embargo, que hay que tener en cuenta el sacrificio laboral y social que hicieron las mujeres durante el matrimonio (reducir la jornada, o incluso dejar completamente el trabajo para dedicarse al cuidado de los menores), y que justifica las pensiones y reparto de bienes a su favor.

Pedir permiso para piropear

Los códigos están cambiando y a muchos les ha pillado con el pie cambiado. Entender que los piropos no son un halago es complicado, dicen los expertos, para aquel que lleva lanzándolos a desconocidas toda la vida. El psicólogo, sexólogo y director de una clínica de seducción, Luis Tejedor, lo ve a diario en sus clases: "Ese punto genera todavía bastante conflictos. Nosotros lo estamos resolviendo enseñando a pedir permiso a la hora de expresar lo que sentimos”, continúa el director de Égoland. Lo que propone es preguntar directamente a la mujer si se le puede decir 'algo que me está pasando o he pensado al mirarte'... "Que aun así no tienes por qué sentirte legitimado, pero hay que buscar ese consenso en la comunicación, tanto de hombre para mujer como mujer para hombre".

El terreno sexual es uno de los principales campos de batalla del feminismo actual. Episodios como la sentencia de la Manada han traído a la palestra debates como el consentimiento y sus límites y es, según las voces feministas, el terreno donde más resistencia se genera. "La posibilidad de que una mujer diga 'no' para muchos puede ser una ofensa porque creen que su pareja, o su amiga especial, es de su propiedad", explica Bernal-Triviño. "Han aprendido que ellos son los que tienen que manejar la situación. Y cuando se rompen esas estructuras se genera mucha agresividad".

"Me he encontrado hombres a los que les cuesta mucho empatizar, que es la clave, sentirse en la piel de la persona que tienes delante", comparte Tejedor. "Si has recibido una cultura y una educación donde el papel y el rol del hombre y la mujer han sido muy marcados, es muy difícil. Cómo te voy a enseñar a ligar si no has entendido que la chica no es como tu madre, ni funciona como tu madre, ni como tu madre cree que tiene que ser una mujer".

"El feminismo pop nos da auténtica puta grima pero no sabemos definir bien por qué". Lo dice un 'youtuber' que esconde su rostro tras una máscara blanca, una capucha y unas gafas negras. Su cuenta (Un Tío Blanco Hetero) ha alcanzado los 60.000 suscriptores en poco tiempo y, según dice, ya le permite vivir de ello gracias a las donaciones. Frente a la cámara lanza contraargumentaciones vehementes contra el feminismo, distribuidas en vídeos de pocos minutos, y con las que viene a dar voz a miles de hombres españoles de todas las clases sociales y culturales, personas escandalizadas con la fulgurante irrupción en la agenda pública de tesis hasta hace poco residuales.

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