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La herencia de la brillante Escuela de Salamanca a través de sus pensadores
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Una vanguardia olvidada

La herencia de la brillante Escuela de Salamanca a través de sus pensadores

A pesar de su aparente simpleza, podíamos tomar nota de estos intelectuales que clamaban en el desierto teorías sociales y económicas que perduran hasta nuestros días

Foto: Alumnos en un aula de la Universidad de Salamanca, siglo XVIII. (Martín de Cervera)
Alumnos en un aula de la Universidad de Salamanca, siglo XVIII. (Martín de Cervera)

No hay espejo que mejor refleje la imagen del hombre que sus palabras.

Juan Luis Vives.

Los siglos XVI y XVII fueron para España prolijos en descubrimientos y de una fuerte afluencia de riqueza a la Casa de Contratación de Sevilla; comerciantes extranjeros y locales daban vida a una ciudad mágica, se ingresaban enormes cantidades de especias, oro y plata y como consecuencia de todo ello, hubo especulación, aumento de precios y comportamientos de nuevos ricos por una subjetiva estimación de sobreabundancia que tenía bastante de espejismo. Las guerras que manteníamos por todo el orbe nos hacían unos rotos importantes en la hacienda pública que solo se comenzaron a corregir cuando la hermana de Felipe II, Juana de Austria, le mostró a su ínclito hermanito las telarañas de las arcas reales.

Por otro lado, una espiral inflacionaria comenzó a devorar la economía de Castilla a causa del crecimiento de la demanda de los productos peninsulares reclamados desde el otro lado del océano. Por ello, la oferta residual encarecía el coste de los productos que quedaban en la península. La Doctora en economía Marjorie Grice-Hutchinson de origen inglés, pero profundamente enamorada de España, hija predilecta de Málaga, especialista en pensamiento económico de España en la época medieval y admiradora entregada de las novedosas propuestas liberales de la Escuela de Salamanca, trabajó profundamente esta época de nuestro país y ello le valió varios reconocimientos como honoris causa además la inestimable Orden del Imperio Británico.

Esta mujer estudió a fondo las intervenciones de los jesuitas y dominicos, dos órdenes religiosas de alta preparación, con ligeras diferencias en la interpretación de la doctrina. Cuajó una brillante presentación de la Teoría del valor en función de la utilidad y lo hizo, además, como alumna del premio Nobel de economía de 1974 Friedrich Hayek. ¿Por qué es importante en su relación con la vanguardista Escuela de Salamanca? La desbordada inflación que asolaba el país y adicionalmente, el oneroso y lastrante gasto militar (teníamos abiertos cinco frentes de guerra) fueron percibidos como una maldición bíblica. España conquistaba el mundo a un precio descomunal. En la locura que orbitaba en torno a aquella lotería histórica, lo que fallaba era la gestión de los recursos; éramos una potencia militar de primer orden, pero nuestros pies eran de barro. Si a esto le añadimos que la expulsión de árabes y judíos dejó desnudo el campo, la agricultura y la ganadería; la suerte de la economía quedó en manos de un futuro restringido a una limitante realidad; poco era el espacio de maniobra.

Francisco de Vitoria y Domingo de Soto

Pero el siglo XVI no fue solamente un erial de despropósitos y grandeza a la par. Finalizada la Reconquista, la sólida estructura de una enseñanza de vanguardia reflejada en las universidades españolas, demostrarían un papel importante. Dentro de esa estructura, la universidad de Salamanca detentaría un papel destacado y brillante por la calidad o nivel de sus enseñantes. Las cátedras de historia, gramática, filosofía, teología, jurisprudencia... eran la envidia de una Europa instalada en guerras cruzadas.

placeholder Estatua de Francisco de Vitoria, en Vitoria. (Wikipedia)
Estatua de Francisco de Vitoria, en Vitoria. (Wikipedia)

Pero si hay dos nombres con luz propia estos serían los de Domingo de Soto (1495-1560) y Francisco de Vitoria (1483 – 1546), alumno el primero del segundo. En el caso de Francisco de Vitoria, sus ideas y contribuciones al Derecho Internacional, así como la economía moral, (hoy llamada en sus acepciones, sostenible o circular) tuvieron un claro anclaje en el pensamiento humanista aristotélico. Con toda probabilidad, el fundador de esta novedosa disciplina Vitoria, quien tiene en la actualidad un lugar de honor en la sede de la ONU en Ginebra en la Sala del Consejo del Palacio de las Naciones. Francisco de Vitoria fue sin duda alguna el motor e inspirador de la Escuela de Salamanca, aunque su extrema modestia dejó su amplia biografía en manos de los apuntes y esbozos de sus incondicionales alumnos.

Los integrantes de la Escuela de Salamanca observaron cosas aparentemente triviales hoy, pero que en aquel entonces pasaban desapercibidas, como que la salida de grandes cantidades de plata y oro desde España hacia los mercados flamencos venía empobreciendo al país gradualmente y, a su vez, se estaba convirtiendo en algo sangrante. A instancias de los miembros de la escuela, el rey Felipe II tomo nota del tema y se puso manos a la obra. El drenaje que originaban los cambistas a falta de grandes banqueros (caso de los Welser y Fugger que actuaban desde centro Europa y más concretamente del Sacro Imperio Romano Germánico) empobrecían el país. En aquella época, a los cambistas, que actuaban como prestamistas y usureros - cuando se aburrían - a falta de banqueros, más serios y formados, aunque no muy alejados de las prácticas de los primeros, se les veía como delincuentes de guante blanco que empobrecían a España con sus habilidades para la levitación de bienes patrios.

La clave, para Martín de Azpilcueta, estaba en mantener a raya un equilibrio entre déficit y superávit, algo hoy más que evidente

La explicación que proporciona el clérigo y teólogo Martín de Azpilcueta (1493-1586), miembro a su vez de la famosa Escuela de Salamanca, puso énfasis en analizar las actividades mercantiles y las consecuencias monetarias que producían la llegada de metales desde América. Su premonitoria teoría cuantitativa del dinero dice que las oscilaciones en las cantidades de este, ya sean estas negativas o positivas, se traducen en variaciones del precio de los productos, en tanto que la velocidad de circulación del dinero y niveles de renta sean constantes o sus variaciones mantengan paralelismo. La clave, según este ilustre sacerdote, estaba en mantener a raya un equilibrio entre déficit y superávit, algo hoy más que evidente, pero que en aquel entonces no era tan obvio.

Curiosamente, llueve sobre mojado. Ya en esas fechas, Luis de Molina (1535-1601) manifestaba que la cantidad de dinero no incrementa la riqueza de los países. Para él, con buen criterio y fundamentado sentido común, la riqueza es un valor añadido por intangible que sea esta ante los sesudos análisis de economistas y sociólogos. Riqueza es tener una buena calidad en las instituciones, en los servicios de la administración, personas formadas, carreteras decentes, etc., estos valores sumados a una buena gestión de los recursos hacen grande a un país.

Foto: 'La maja vestida', de Francisco de Goya. Se sospecha que pudo ser Pepita Tudó.

Incluso el propio Covarrubias, parte de esta pléyade de excepcionales pensadores, sostenía que en su teoría del valor sustentada en los costos de producción era la valoración de los sujetos mercantiles, precio de producción y costes añadidos que no eran determinantes en sí mismos de cara al precio final, y ponía como ejemplo el precio del trigo producido en el otro lado del océano que en comparación era mayor que el que se producía en Castilla, pues los consumidores allá lo valoraban como un alimento “suntuoso”. Sin embargo, no por ello, variaba la naturaleza del trigo. Era siempre el valor del mercado en destino el que determinaba el precio. A la inversa, ocurría con el oro, que Europa era un metal precioso y en América pasaba casi desapercibido. A pesar de su aparente simpleza, podíamos tomar nota de estos pensadores que clamaban en el desierto. La Escuela de Salamanca, una gran olvidada.

No hay espejo que mejor refleje la imagen del hombre que sus palabras.

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