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La prueba de que los profesores ya utilizaban el color rojo para corregir hace al menos 4.000 años
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La prueba de que los profesores ya utilizaban el color rojo para corregir hace al menos 4.000 años

Un tablero egipcio de hace más de 4.000 años lo demuestra que mucho antes, incluso, de que existieran los bolígrafos y la tinta, tal y como la conocemos hoy, las correcciones en rojo ya hacían su función

Foto: Pizarra de escritura de un aprendiz de entre 1981 y 1802 a. n. e., con correcciones en rojo rojas de su profesor. (Museo Metropolitano de Arte, dominio público)
Pizarra de escritura de un aprendiz de entre 1981 y 1802 a. n. e., con correcciones en rojo rojas de su profesor. (Museo Metropolitano de Arte, dominio público)

La etapa educativa está plagada de detalles simbólicos. Seguro que no olvidas, por ejemplo, el olor de la tiza y ese momento en el que tocaba limpiar los borradores, o el color (y la incomodidad) de las sillas y los pupitres. Quizás si algo no recuerdas con claridad es el temario de las asignaturas (la sintaxis, las derivadas y otras tantas cosas que dejamos de poner en práctica desde que salimos del instituto o la universidad), por más correcciones que nos hicieran los profesores o nosotros mismos.

Sin embargo, hay algo en esas correcciones que guarda su propia narrativa, inolvidable, una inercia social: el rojo del bolígrafo que recorría nuestros apuntes y ejercicios para decir, básicamente, que había que prestar más atención, que había que mejorar.

Foto: “Ojalá más profes así”: la forma de corregir de un maestro que ha enamorado en TikTok (iStock)

Es común que los profesores corrijan con este color, al menos en muchas culturas. Partiendo de que los tonos habituales de la escritura a mano son el azul o el negro, el rojo ofrece como pocos la posibilidad de resaltar sobre ellos, de ahí esta tendencia nada nueva. Resulta que mucho antes, incluso, de que existieran los bolígrafos y la tinta, tal y como la conocemos hoy, las correcciones en rojo ya estaban ahí. Un tablero egipcio de hace más de 4.000 años lo demuestra.

Una tablilla de "deberes escolares"

Expuesta hoy en el Museo Metropolitano de Arte (MET) de Nueva York, se trata de una tablilla de "deberes escolares" que data de entre 1981 y 1802 a. n. e. En concreto, del período del Reino Medio. Para entonces, la burocracia y la industria ya requerían "un amplio mantenimiento de registros y correspondencia", como apuntan desde el propio museo. Para ello muchos jóvenes se formaban como escribas, aprendiendo la caligrafía de un maestro escriba.

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(Wikimedia)

Aquella caligrafía no era nada fácil. Los jeroglíficos tradicionales del antiguo Egipto constituían una escritura rica con alrededor de 1.000 caracteres distintos que representaban sonidos y conceptos. Plasmarlos era una tarea laboriosa, lo que no se prestaba a los ritmos que iban dándose en la configuración de su sistema, cada vez más cargado de papeleo, que diríamos hoy.

Es por ello que los caracteres fueron simplificándose, y alrededor del año 3000 a. n. e se desarrolló una versión más fácil llamada hierática, que se convirtió "en la escritura dominante utilizada en documentos administrativos y religiosos", señala la institución.

La herramienta más útil

Con todo esto, las tablillas para escribir parecían la herramienta más útil para que los aprendices de escriba practicaran su caligrafía mientras copiaban textos para que sus maestros los revisaran. Pronto, las hicieron reutilizables, en un aspecto bastante similar a nuestras pizarras individuales de antaño. Solían estar hechas de madera, marfil u otros materiales duraderos. Sobre ellos, se aplicaba una capa de una mezcla de yeso y otras sustancias para crear una superficie lisa y, sobre todo, grabable.

Se trata de los restos de una especie de borrador destinado a practicar la redacción de una carta "muy formal" llevada a cabo por un joven llamado Iny-su

El revestimiento les permitía escribir con un lápiz o una especie de perforador y, si se equivocaban, borrar raspando la capa de yeso y seguir reutilizando la misma tabla más veces. No sabemos si en este caso el aprendiz borró previamente o no, pero lo que sí sabemos es que su maestro encontró en su caligrafía presentada unos 8 errores, y se los señaló en rojo. Tampoco sabemos si el aprendiz acabó aprendiendo de ellos, si murió recordándolos, lo que seguro que no imaginó nunca es que llegarían tan lejos.

Según explica William C. Hayes, ex egiptólogo especializado en la interpretación de textos, en el primer volumen de su libro El cetro de Egipto se trata de los restos de una especie de borrador destinado a practicar la redacción de una carta "muy formal" llevada a cabo por un joven llamado Iny-su. Este aprendiz pudo haber utilizado el nombre de su propio hermano como supuesto destinatario.

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(iStock)

Si bien estas correcciones "eternas" del maestro escriba aparecen en tinta roja, es solo uno de los muchos colores de los que los escribas egipcios ya disponían. De hecho, los arqueólogos han encontrado pigmentos ricos y coloridos conservados en paletas dejadas por antiguos artesanos, lo que lleva a pensar que de alguna forma la psicología de los colores ya se daba tal y como la entendemos hoy.

No obstante, puede que desde la misma, el color rojo para corregir tenga los días contados. Resulta que un estudio realizado en 2013 por dos profesores de la Universidad de Colorado afirmaba que su uso impacta de forma negativa en la relación entre estudiantes y profesores. Esto llevaría a un aprendizaje menor. Publicado en The Social Science Journal, el estudio asegura que el color rojo es percibido como agresivo, lo que puede generar ansiedad en los alumnos.

La etapa educativa está plagada de detalles simbólicos. Seguro que no olvidas, por ejemplo, el olor de la tiza y ese momento en el que tocaba limpiar los borradores, o el color (y la incomodidad) de las sillas y los pupitres. Quizás si algo no recuerdas con claridad es el temario de las asignaturas (la sintaxis, las derivadas y otras tantas cosas que dejamos de poner en práctica desde que salimos del instituto o la universidad), por más correcciones que nos hicieran los profesores o nosotros mismos.

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