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El Derrepentillo, un dolor de cabeza para los reyes de la piratería
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El Derrepentillo, un dolor de cabeza para los reyes de la piratería

Los comerciantes y pescadores de la cornisa cantábrica, hasta el gorro de la rutina británica de acercarse a la costa para crear alarma, contrataron los servicios de un Dream Team

Foto: 'Embarcadero del antiguo astillero de Guarnizo'. Una ilustración de Isidro Gil
'Embarcadero del antiguo astillero de Guarnizo'. Una ilustración de Isidro Gil

Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón.

Dicho popular.

La historia de hoy es una historia sencilla, solo pretende demostrar lo determinante que puede ser el factor humano o la voluntad de lucha ante la adversidad cuando los medios no son suficientes. En ocasiones, abordar retos en apariencia inasequibles a la luz de las posibilidades aparentes, nos demuestra que el coraje es un arma invencible.

El largo brazo mangante de los ingleses había ampliado su campo de actividades hasta las costas de lo que hoy es Cantabria y Asturias. Era mediado el siglo XVIII. Cualquier mercante, ballenero o cosa que flotase u osara ir con costa a la vista de un punto a otro, era víctima propiciatoria de aquellos depredadores.

La Armada estaba en un periodo de reestructuración y tanto los astilleros de Guarnizo en Santander como los de La Habana estaban despachando excelentes fragatas, naves prácticas por su polivalencia. Jorge Juan había reformado el modelo naval de España y su apuesta estaba dando excelentes resultados. Pero a pesar del buen ritmo de producción, los objetivos estaban lejos de cumplirse.

Foto: Escena callejera en San Juan (Fuente: iStock)
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Por ello, había que estar en guardia, pues el imperio era muy vasto y no valía solo con conquistar, había que retener aquella inmensidad.

El caso es que los comerciantes y pescadores peninsulares de la cornisa cantábrica, estaban hasta el gorro de tanto desmán y de la rutina británica de acercarse a la costa para crear alarma. Hasta que un buen día contrataron los servicios de una avezada marinería, un Dream Team, una mezcolanza de gentes del mar, rudos gallegos y cántabros, al mando de un patrón vasco curtido en mareas del Gran Sol y Terranova. Aquel equipo de profesionales del mar funcionaba como un reloj suizo. Eran el acabose.

Para el corso, el arrojo y la suerte junto con un barco decente eran vitales. Goletas y bergantines solían ser las naves más idóneas por rapidez y capacidad de sorpresa, eran muy similares, salvo en el aparejo, pero en esencia, muy marineras y esto, el bogar con una nave bien hecha era fundamental psicológicamente para los marinos. Hacia 1798 los comerciantes de Santander adelantaron la financiación de una embarcación de inocente apariencia, pero de poderosa velocidad y maniobra. Una vez puesto el trapo y dotada con vituallas, la enviaron a Vigo para armarla. Allí, embarcaron cuatro pedreros sobre horquilla, dos por banda, y un ingenioso cañón cercano a la proa y asentado en una plataforma con una rotación de 180º. Comenzaba la leyenda de David contra Goliath.

"Una de las hazañas más increíbles sería la que acometieron a principios de diciembre de 1798, infiltrándose en el interior de un convoy de cinco mercantes ingleses"

Conformaba la tripulación un equipo de marinos seleccionados con el máximo rigor, una veintena de hombres a cada cual más pintoresco. Cicatrices en abundancia eran el sello de la experiencia, algunos cojeaban ligeramente, otros tenían ligeras amputaciones, todos eran lenguaraces. Su mera presencia ya indicaba que iban a por todas.

Nadie podría adivinar que una nave de tan escaso porte pudiera lograr la fama que se labró. Pero a pesar de su limitada eslora (cerca de 24 metros), sumaba dos conceptos fundamentales, una asombrosa maniobrabilidad y una tripulación entrenada. Pedro Juan de Oyarzabalete, un excelente marino bregado en los laberintos del Caribe era su capitán.

Una de las hazañas más increíbles, sería la que acometieron a principios de diciembre de 1798, una noche de luna menguante, infiltrándose en el interior de un convoy de cinco mercantes ingleses; esto ocurría a unas diez millas de Povoa de Varzim (Portugal). Oyarzabalete, mandó abordar a dos equipos de ocho hombres armados hasta los dientes a dos de las naves que iban. Ya bajo control, el resto de los bajeles ingleses siguieron su rumbo sin percatarse de que les habían dado un golpe de mano perfecto.

Foto: ¿Danza de Salomé? Ms. Amiens 78D40, fol 108r. 1323. Petrus de Raimbaucourt. (Teatro en Galicia, Julio Montanes)

Llevados a Vigo los capturados bergantines Venus y Mercurio, los capitanes John Sinkins y William Fuchon fueron alojados junto con la tripulación en una fonda con barra libre; no era para menos, se habían capturado cerca de 450 toneladas de bacalao seco, una fortuna. Además, las embarcaciones en si eran otro activo adicional. Una victoria rotunda. Pero el problema es que le habían cogido afición al tema.

Al año de aquella requisa, el Derrepentillo le había echado el guante al bergantín Denton tras dos horas de forcejeo, en los que la nave de Oyarzabalete pasaba como un rayo detrás del barco inglés y con el cañón de proa les sacudía un pepinazo en el espejo de popa, así hasta seis veces. Finalmente, los ingleses arriaron bandera e izaron la blanca. Otra vez para Vigo.

"Pedro Juan de Oyarzabalete compensó ampliamente su amortización como corsario a sus contratistas"

Richard Chapman, a la sazón capitán del bergantín capturado, se encontró con buena parte de las tripulaciones de los otros bergantines anteriormente apresados, que se habían hecho a la vida de Galicia. Los otros ingleses le hablaron de las bondades de la tierra y no lo dudaron, el registro civil de la capital gallega da fe de ello.

Pero estas cosas de la afición a veces derivan en adicción.

Tal que un día cuatro de marzo de 1799, el bergantín inglés Price, incomparablemente más grande que la nave fletada para vapulear ingleses, atrapó a su capitán, William Sharp, ni más ni menos que tomando el té, así como quien no quiere la cosa… Otra vez a Vigo; ya resultaba un poco cansino. Con la misma técnica que había usado anteriormente fue acotando el disparo para hacerlo más certero. Aquel bergantín de cerca de 200 toneladas largas y con dos cañones por banda no podía atinar de ninguna manera al pequeño barco que le seguía a la zaga por popa, como las gaviotas. Resultado, 400 toneladas de carbón a favor en la cuenta de resultados.

Pedro Juan de Oyarzabalete, compensó ampliamente su amortización como corsario a sus contratistas. Pero… era un señor que peinaba canas y quería paz, volver a su Pasajes natal, a sus bocartes, a su quesito ahumado de Idiazabal, ese era su objetivo. Y así fue.

Es curioso el masoquismo patrio. Tenemos historias para una antología de la épica y nos pasamos todo el dia flagelándonos con Cuba y Trafalgar.

Qué país…

Quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón.

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