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Ya sabemos por qué el hormigón de la antigua Roma dura más que el moderno
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Un truco olvidado

Ya sabemos por qué el hormigón de la antigua Roma dura más que el moderno

El viento, la lluvia, todo unido en un temporal... No es extraño ver hoy edificaciones nuevas que se derrumban en todas partes del mundo por ello. Mientras tanto, el Panteón de Agripa sigue riéndose

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Nos lo preguntamos a menudo cuando llega un temporal: qué tan preparados estamos para sobrevivir a las cuestiones de la naturaleza y el clima, no desde nuestro cuerpo sino desde esa extensión de él que es el espacio construido. Vemos edificaciones nuevas derrumbarse en todas partes del mundo. El viento, la lluvia, un huracán, un incendio, las causas pueden ser muchas, tantas también como materiales. Madera, tierra, hormigón, acero…

La seguridad sobre una construcción sigue siendo un tema de lo más actual. Por supuesto, existen edificios para los que esta cuestión se la saltaron, pero muchas veces también nos pilla por sorpresa ver cómo paredes aparentemente sólidas se despliegan del suelo, de sí mismas, y se rompen como una hoja de papel. Diez, treinta, sesenta años… Tal vez un siglo o dos tienen (o tenían) de vida y, mientras tanto, el Panteón de Agripa sigue riéndose.

Foto: La casa del mañana. (Wikipedia)

¿Por qué hay muros romanos milenarios que siguen en pie como verdaderas islas de hormigón, mientras que estructuras de hormigón más modernas se desmoronan en un visto y no visto? Muchas habían sido las hipótesis que derivaban de esta pregunta, pero todas como edificios acababan cayendo por su propio peso, hasta ahora. Resulta que la respuesta definitiva estaba en una receta sin documentar.

El secreto está en la mezcla

Ha sido un grupo de investigadores de la Universidad de Utah, en Estados Unidos, el que lo ha encontrado, y lo ha hecho precisamente poniendo atención en los baños, acueductos y malecones que aún quedan de aquellos tiempos. Expuestos como estuvieron al agua, durante siglos, a medida que esta se filtraba a través de ellos, se iban volviendo vez más fuertes.

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Esto es debido al crecimiento de minerales entrelazados, incluidos algunos minerales que son raros o costosos de crear en entornos de laboratorio. Así lo explican en el estudio, publicado recientemente en la revista American Mineralogist.

Si bien es cierto que los romanos no fueron los primeros en inventar el hormigón, sí lo fueron en utilizarlo a gran escala. Como señala Jacklin Kwan en Science, para el año 200 a. C., el hormigón se utilizaba en la mayoría de los proyectos de construcción. "El hormigón romano estaba formado por una mezcla de un polvo blanco conocido como cal apagada, pequeñas partículas y fragmentos de roca llamados 'tefra' expulsados por las erupciones volcánicas y agua", señala.

Por qué no hemos vuelto a él

Por tanto, lo que sucede es que conforme el agua se va filtrando a través del material, disuelve partes de su composición como la ceniza volcánica, pero con ello no vacía la estructura, al revés: el proceso permite que nuevos minerales como Al-tobermorita y phillipsita crezcan a partir de los fluidos lixiviados. Estos minerales, de forma similar a los cristales de las rocas volcánicas, han ido formando placas entrelazadas en huecos dentro del hormigón antiguo, haciéndolo más fuerte con el tiempo.

El truco no funciona en estructuras modernas. De hecho, es prácticamente lo contrario de lo que sucede con ellas, ya que esos golpes de agua lo que hacen en estos casos es desgastar los elementos de los que se conforman. De esta forma, comienzan a aparecer grietas y orificios por los que el agua se va filtrando y va rompiendo lo que encuentra.

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Pero entonces, ¿qué hacemos que no volvemos a aquella fórmula de nuestros antepasados antiguos? Pues bien, para empezar, el resultado no se consigue en dos días. Las estructuras romanas que hoy resisten han tardado mucho, mucho tiempo en desarrollar su fuerza. El cemento joven construido siguiendo una receta romana probablemente no tendría la resistencia a la compresión para soportar el uso moderno, al menos no inicialmente.

Además, hay conocimientos perdidos, como explica una de las autoras del estudio, Marie Jackson. Esta geóloga ha estudiado detenidamente textos romanos antiguos durante décadas, pero aún no ha descubierto un método preciso para una mezcla potente, aunque asegura que siguen probando para llegar a ella. El propósito de esta búsqueda no es otro que ayudar a los ingenieros actuales a mejorar el rendimiento del hormigón moderno. Porque a veces, solo a veces, lo pasado sí fue mejor.

Nos lo preguntamos a menudo cuando llega un temporal: qué tan preparados estamos para sobrevivir a las cuestiones de la naturaleza y el clima, no desde nuestro cuerpo sino desde esa extensión de él que es el espacio construido. Vemos edificaciones nuevas derrumbarse en todas partes del mundo. El viento, la lluvia, un huracán, un incendio, las causas pueden ser muchas, tantas también como materiales. Madera, tierra, hormigón, acero…

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