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Por qué hay gente a la que se le da fenomenal mentir y otros no sirven para hacerlo
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Por qué hay gente a la que se le da fenomenal mentir y otros no sirven para hacerlo

¿Hay ciertos rasgos de nuestra personalidad que nos predisponen para ser excelentes mentirosos? A continuación, exploramos el perfil psicológico de los que mejor engañan

Foto: Foto: iStock.
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Dicen que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, pero si este dicho fuera plenamente cierto, probablemente no nos llevaríamos tantas desilusiones con personas que conocemos y en las que confiamos y que, de un día para otro, nos traicionan. Tampoco hay que rasgarse las vestiduras: todos mentimos en mayor o menor medida, y en ocasiones sirve de gran utilidad para saber dirigirse en el complicado mundo de las relaciones humanas, ya que tenemos unos intereses distintos, aunque a veces coincidan con los de los demás.

Lo cierto es que aprendemos a mentir desde que tenemos uso de conciencia. Uno de los saltos de madurez esenciales en la vida de la persona es cuando aprende que puede usar la mentira para su propio beneficio. Y si se engaña, hay que hacerlo bien; de nada sirve una treta inútil. De algún modo, todos nos hacemos una idea aproximada de cuándo nos viene bien mentir teniendo en cuenta experiencias previas. Y cuando sabemos que nos van a pillar, siempre es mejor decir la verdad. Lo curioso es que, de alguna forma, todos tenemos una idea aproximada de cómo de buenos mentirosos somos, si se nos da bien o nos conviene ir más con la verdad por delante a riesgo de que llegue un punto en el que nadie confíe en nosotros.

"En comparación con decir la verdad, mentir requiere una mayor capacidad para manejar las emociones y detectar cómo reaccionan los demás"

Hay mentirosos recalcitrantes, personas a las que el engaño se ve venir al vuelo, pero basta con que sean unos grandes seductores para encandilar al alma más escéptica. Y tampoco podemos desdeñar a sus víctimas perfectas, los que son demasiado ingenuos como para nunca dudar de todo lo que les dicen. Independientemente de los factores contextuales o de la situación personal de cada uno, está claro que algunas personas son más propensas para la mentira que otras. Y a algunas de ellas se les da muy bien.

Inteligencia emocional (hasta para mentir)

Entonces... ¿Por qué algunas personas son mejores para mentir que otras? Hay varias razones, entre ellas un simple espíritu práctico, es decir, se supone que cuanto más mentimos más desarrollamos nuestra habilidad para engañar. "En comparación con decir la verdad, mentir requiere una mayor capacidad para manejar las emociones, detectar o monitorear cómo reaccionan los demás y, por supuesto, recordar las historias que cuenta", asevera Tomas Chamorro-Premuzic, periodista de Fast & Company, en un artículo reciente.

"Cuanto más te engañes a ti mismo, más fácil te resultará engañar los demás, sobre todo porque a tus propios ojos estás siendo honesto"

¿Hay algún perfil concreto de personalidad mentirosa? Según el experto, que ha consultado distintos estudios, es cierto que "las personas impulsivas, arrogantes y creativas (las cuales tienen una imaginación más viva para interpretar y torcer la verdad), son más propensas a la mentira efectiva". Curiosamente, las personas con una mayor inteligencia emocional, algo visto como un rasgo de personalidad positivo, también mienten mejor, ya que tienen una excelente habilidad para "mantener la calma bajo presión, controlar y regular sus emociones, evaluar cómo se sienten y qué piensan los demás sobre ellos".

Foto: Si quieres descubrir a un mentiroso, fíjate en su lenguaje verbal, no en el corporal (master1305 para Freepik)

Por otro lado, hay un factor moral bastante importante a tener en cuenta. La mayoría de las personas que suele mentir, sobre todo cuando no son mentirijillas, tienen menos valores morales que otras, ya que se supone que uno de los principios más básicos cuando asientas una relación buena con alguien es la confianza. Este tipo de personalidad concuerda mucho con el narcisismo y la psicopatía, puesto que tienden a distorsionar la realidad basándose solo en su propio interés y beneficio de una manera egoísta.

El autoengaño del que engaña

Para lanzar buenas mentiras has de llegar a creértelas tú también hasta cierto punto. Es por ello que "cuanto más te engañes a ti mismo, más fácil te resultará engañar los demás, sobre todo porque a tus propios ojos estás siendo honesto", asegura Chamorro-Premuzic. El autoengaño, tanto consciente como inconsciente, forma parte de nuestra esencia, ya que tendemos a hacer un relato personal de nuestra propia vida con aspectos que nunca podemos llegar a comprobar que sean verdad.

Una buena persona no es aquella que siempre te dice la verdad, sino la que se la guarda por tu propio bien

Y, por último, las mentiras no son malas de por sí. Es cierto que traicionar la confianza de alguien no está bien, pero tampoco conviene ser excesivamente honesto. Hay un trasfondo ético en saber contar mentiras. Este se muestra cuando no decimos lo que pensamos de verdad para no herir los sentimientos de los demás. Lo importante es la intención o el objetivo de nuestra mentira: si la practicamos por buenos motivos, nos sentiremos menos culpables, lo cual conecta con el principio de inteligencia emocional anteriormente mencionado. Una buena persona no es aquella que siempre te dice la verdad, sino la que se la guarda por tu propio bien. En este juego de espejos no hay ni malos ni buenos, lo que importa es el fin último de aquello que te callas, te guardas o escondes para que los demás no lo sepan.

Dicen que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, pero si este dicho fuera plenamente cierto, probablemente no nos llevaríamos tantas desilusiones con personas que conocemos y en las que confiamos y que, de un día para otro, nos traicionan. Tampoco hay que rasgarse las vestiduras: todos mentimos en mayor o menor medida, y en ocasiones sirve de gran utilidad para saber dirigirse en el complicado mundo de las relaciones humanas, ya que tenemos unos intereses distintos, aunque a veces coincidan con los de los demás.

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