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Varios expertos han estudiado las mentiras que nos contamos a nosotros mismos: estas son sus conclusiones
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PSICOLOGÍA CURIOSA

Varios expertos han estudiado las mentiras que nos contamos a nosotros mismos: estas son sus conclusiones

Hoy repasamos estudios que refrendan cómo en muchas ocasiones el autoengaño puede sacarnos de verdaderos aprietos (a la par que crear unos nuevos)

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Dentro de la compleja tarea de saber distinguir entre lo verdadero y lo falso, hay un punto intermedio muy curioso e interesante. El autoengaño es aquella mentira o grupo de mentiras que nos contamos a nosotros mismos de manera inconsciente. Podemos, por ejemplo, creer en ciertos predicados sobre nosotros que sabemos que no son del todo ciertos, pero, sin embargo, nos son de extrema necesidad creérnoslos. Un ejemplo podría ser exagerar ciertas habilidades o actitudes que pensamos que son nuestras para ejecutar un cometido impuesto o autoasumido. O un reto laboral que aparece de repente. Aquel que muestra seguridad en sí mismo para realizarlo es muchas veces quien sale victorioso, aunque no tenga ni idea realmente de cómo lo ha hecho, mientras que el que se deja llevar por sus temores y prejuicios sobre sí mismo resulta incapaz a la hora de llevar sus misiones a buen puerto.

El autoengaño, pues, se muestra en múltiples facetas de nuestra vida y está relacionado íntimamente con el ego. Al final, puede aparecer como un exceso de confianza en uno mismo, como demostró un histórico estudio realizado por Zoë Chanche, profesora de marketing de la Universidad de Yale, quien pidió a un grupo de participantes que realizara una prueba de coeficiente intelectual con algunas de las respuestas impresas en el reverso de la página. Como era de esperar, estas personas se desempeñaron mucho mejor que el grupo de control que no disponía de las soluciones. Sin embargo, fallaron a unas cuantas, debido a un exceso de autoconfianza por el que contestaron a varias cuestiones sin mirar las respuestas correctas.

Nuestro cerebro filtra diversos aspectos de la realidad que la convierten en insoportable, prestando atención a lo más inmediato

Este es un modo de autoengaño en el que es muy fácil caer, poco sutil, pues al fin y al cabo afecta al grado de confianza que tenemos a la hora de llevar a cabo una tarea. En un nivel más profundo, las mentiras que nos contamos a nosotros mismos tienen la cualidad, incluso, de poder salvarnos la vida. Así lo han refrendado varios antropólogos y psiquiatras como Merdi J. Horowitz o Robert L. Trivers, quienes demostraron en estudios recogidos por la web 'Cuerpo y Mente' que nuestro cerebro filtra diversos aspectos de la realidad que la convierten en insoportable en situaciones de grandes peligros o catástrofes, prestando atención a lo más inmediato.

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Esto puede aplicarse, sin ir más lejos, a una situación tan actual como la del coronavirus. En los peores momentos de la pandemia, las probabilidades de estar contagiado o de que nuestros seres queridos enfermaran eran muy altas. Para gestionar este alto grado de incertidumbre, lo único que cabía era esperar, vivir el día a día, atender a lo inmediato. En nuestro interior surgía la voz de que efectivamente podíamos estar contagiados, más aún si nos habíamos expuesto a momentos de riesgo. Entonces, el cerebro no tuvo otro remedio que autoengañarse para pensar que, como decían tantas pancartas, todo iba a salir bien. Estas muestras de autoengaño colectivo son la perfecta forma de entender esta cualidad mental que, en muchas ocasiones, se sobrepone para salvarnos la vida o al menos no hacernos morir de incertidumbre y desesperación.

El autoengaño y el consumismo

En general, el autoengaño está enraizado en nuestra cultura. De lo contrario, disciplinas como el marketing no existirían. ¿Cómo vamos a vender un producto a los demás si ni siquiera nosotros mismos confiamos en las propiedades que posee y que lo hacen necesario? Esto también se aplica al consumidor: aquel que se deja embaucar por esos mismos mensajes del mundo de la publicidad y acaba adquiriendo productos que en realidad no necesita, lo hace porque se está autoengañando al creer que verdaderamente esos productos son imprescindibles para él.

Por muy sincero que sea alguien consigo mismo, nunca tendrá la seguridad total de que lo que cree sobre sí mismo es completamente cierto

Un estudio reciente de Peter Schwardmann, profesor asistente de economía del comportamiento de la Universidad Carnegie Mellon, sostiene que a mayor confianza en lo que decimos, más persuasivos somos para los demás. Al igual que Chance, sus estudios comenzaron por someter a sujetos a ciertas pruebas de coeficiente intelectual. En vez de seguir el procedimiento de la investigación anteriormente mencionada, una vez hecha la prueba les pidió a los participantes que manifestaran cuánto de bien consideraban que lo habían hecho. Luego, les midieron sus habilidades persuasivas: tenían que presentarse ante un jurado de empleadores y convencerles de sus grandes destrezas intelectuales, con una recompensa adicional de 15 euros si los jueces de verdad creían que estaban ante los más inteligentes del grupo.

Antes de enfrentarse al jurado, a algunos se les informó de que debían pasar por este juicio, mientras que a otros no. Por ello, Schawardmann comprobó cómo aquellos que se mentalizaron de que después tendrían que demostrar a los demás lo muy inteligentes que eran, es decir, aquellos que sabían de antemano que debían autoengañarse, sacaron mejores resultados que aquellos a los que no se les había hecho saber previamente que debían defender sus cualidades frente a un jurado. "La necesidad de persuadir a los demás los había llevado a pensar que eran más inteligentes de lo que realmente eran", concluyó el profesor.

Ante las decisiones importantes

Otra de las formas esenciales en la que actúa el autoengaño es a la hora de tomar una decisión sumamente importante, como por ejemplo comprar una casa o casarte. A la hora de decidir, si tuvieras en cuenta todas las variables positivas o negativas, claramente esperarías a estar más seguro para decantarte por una opción y dar el paso. Pero la mecánica del autoengaño consigue que finalmente tomemos partido y nos decidamos, asumiendo (o no) las consecuencias. En este sentido, el autoengaño puede ser muy benigno, pues nos permite crear mayor confianza a situaciones inciertas. Pero, por otro lado, puede resultar muy desventajoso si en realidad la decisión que se nos plantea es mala desde el principio. Como nos hemos autoengañado, caemos en nuestra propia trampa.

Foto: Robert Trivers en 2007.
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Por último, pensar en el autoengaño inevitablemente nos lleva a preguntarnos por la honestidad. Por muy sincero que sea alguien consigo mismo, nunca tendrá un cien por cien de seguridad en que lo que cree es completamente cierto. Primero, porque no podemos ponernos en la piel de los demás (ni en lo que realmente piensan de nosotros) y, segundo, porque el mejor autoengaño es aquel que no se percibe, hasta el punto de construirnos un relato con situaciones y detalles que creemos que son verdaderos cuando en realidad todo obedece a una construcción mental interior que poco o nada tiene que ver con la realidad.

¿Qué hacer para sacar provecho al autoengaño y no caer en sus trampas? "La técnica es tan sencilla como suena: trata de encontrar todas las razones por las que una creencia que tienes puede ser errónea o estar equivocada, como si fuera un interrogatorio contigo mismo", aconseja David Robson, periodista de la 'BBC', quien ha recopilado algunos de estos estudios y caras sobre la cualidad humana del engaño a uno mismo. "Este proceso nos suele llevar a pensar de una manera más analítica la situación. Pero solo es posible si eres capaz de aceptar tus defectos. El primer paso es reconocer tus problemas, pedir consejo". Y, sobre todo, tener en cuenta que nadie es honesto consigo mismo, y el que lo afirme abiertamente tan solo se está autoengañando.

Dentro de la compleja tarea de saber distinguir entre lo verdadero y lo falso, hay un punto intermedio muy curioso e interesante. El autoengaño es aquella mentira o grupo de mentiras que nos contamos a nosotros mismos de manera inconsciente. Podemos, por ejemplo, creer en ciertos predicados sobre nosotros que sabemos que no son del todo ciertos, pero, sin embargo, nos son de extrema necesidad creérnoslos. Un ejemplo podría ser exagerar ciertas habilidades o actitudes que pensamos que son nuestras para ejecutar un cometido impuesto o autoasumido. O un reto laboral que aparece de repente. Aquel que muestra seguridad en sí mismo para realizarlo es muchas veces quien sale victorioso, aunque no tenga ni idea realmente de cómo lo ha hecho, mientras que el que se deja llevar por sus temores y prejuicios sobre sí mismo resulta incapaz a la hora de llevar sus misiones a buen puerto.

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