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¿Cómo que hay móviles en cuadros pintados hace siglos? Un nuevo fenómeno en redes
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¿Cómo que hay móviles en cuadros pintados hace siglos? Un nuevo fenómeno en redes

Cuando sus autores crearon estas pinturas, en muchos casos, ni siquiera la electricidad había sido hallada, y un 'smartphone' quedaba lejos de la imaginación, pero hoy en día nada parece tan lejos

Foto: Detalle de 'The Expected One', de Ferdinand Georg Waldmüller. (Wikimedia)
Detalle de 'The Expected One', de Ferdinand Georg Waldmüller. (Wikimedia)

Una muchacha camina por un sendero entre montañas. Camina hacia delante, con la mirada hacia abajo. Nunca llegará más allá, aunque está llegando bastante lejos. Eso es lo que hace posible el arte: expandir, proyectar, un instante del tiempo capturado. La muchacha es hoy un cuadro colgado en uno de las salas de la 'Neue Pinakothek', el museo de arte de los siglos XVIII y XIX de Múnich.

Retratada por el austriaco Ferdinand Georg Waldmüller entre 1850 y 1860, no sabemos cuánto tiempo compartió con su imagen inmóvil, pero lo que sí es cierto es que hoy (y suponemos que desde hace décadas), camina sin hacerlo, mientras miles de personas, cientos de ellas al día, sí lo hacen frente a ella. Algunos se detienen a ver el trazo de sus pasos, la observan.

Foto: 'Tríptico del Jardín de las delicias'. El Bosco. 1490-1500. Museo del Prado

El cuadro, en realidad, se titula La esperada, pero recientemente le han puesto un título alternativo: "Otra caminante distraída". El motivo es una nueva interpretación, una que convierte el cuadro casi en un portal del tiempo. Todo tiene que ver con lo que lleva con ella. ¿Es un libro? Hay quien cree que podría ser un móvil.

Una ilusión óptica o mucho más

Para cuando aquella muchacha caminaba, siendo una muchacha y no una muchacha en un cuadro, ni siquiera la electricidad había sido hallada. Sin embargo, no es la primera vez que una pintura de siglos pasados nos lleva en este a la ilusión óptica de la tecnología. Claro que es un libro lo que porta la muchacha entre sus manos, pero ahora ya no podrás dejar de ver un smartphone. Y esto, incluso sabiendo que no puede ser cierto, reconfigura la narrativa de la obra.

placeholder Detalle de 'The Expected One', de Ferdinand Georg Waldmüller. (Wikimedia)
Detalle de 'The Expected One', de Ferdinand Georg Waldmüller. (Wikimedia)

Todo comenzó hace unos años, en 2017, según recogían entonces desde el portal de Vice. Aunque es probable que alguien se fijara antes, fue un tal Peter Russell, un trabajador retirado del gobierno local de Glasgow, quien compartió a través de las redes sociales el misterio del que se había percatado mientras visitaba el mencionado museo junto a su esposa. The Expected One le había dejado completamente expectante, desde luego.

Russell, que en ese momento había creado un blog en el que hablaba sobre arte, aseguró Brian Anderson, redactor en Vice, que hasta habló de ello en una conferencia de traductores. "Fue aproximadamente un año después de que él y su pareja se encontraran cara a cara con la pintura. Ahora se encuentra dando charlas sobre 'la importancia del contexto'" en el espacio que crea la mirada hacia el arte, en la creación como tal de ese espacio.

Nuevas miradas

Indagando en la red, el hombre encontró una versión editada dando vueltas por Pinterest. "La imagen ha sido manipulada para incluir un cono de luz arrojado desde el supuesto 'teléfono' de la chica", asegura. Y resulta que más que un caso concreto era una parte de un fenómeno: no sería la primera vez que la esencia de un objeto inanimado (su peso compositivo, la forma en que cautiva, su aura) en una representación artística de una época anterior incluso a la electricidad se transfigura a través de los filtros de nuestra hiperconectividad moderna.

Probablemente, se trataba de una biblia, y la chica acudía con ella a la iglesia. Sin embargo, hoy podemos imaginarla entrando a Twitter o etiquetando a alguien en algún post de Instagram

En The Expected One, el lenguaje corporal de la protagonista ciertamente hace que parezca que está mirando un teléfono, pero lo hace bajo el contexto que determina los ojos que la miran hoy. Como explica el investigador David Gamble en un artículo para Medium, "la mayoría de las personas que miraron el cuadro antes de la aparición de los teléfonos inteligentes habrían identificado correctamente y de inmediato su relato": probablemente se trataba de una biblia, y acudía con ella a la iglesia. Sin embargo, hoy podemos imaginarla entrando a Twitter o etiquetando a alguien en algún post de Instagram. "Lo que más me sorprende es cuánto cambiamos, también nuestra percepción, con un cambio en la tecnología que nos rodea", señalaba Russell.

placeholder 'Hombre entregando una carta a una mujer en el vestíbulo de entrada', de Pieter de Hooch. (Wikimedia)
'Hombre entregando una carta a una mujer en el vestíbulo de entrada', de Pieter de Hooch. (Wikimedia)

Lo mismo sucede con Hombre entregando una carta a una mujer en el vestíbulo de entrada, pintado por Pieter de Hooch dos siglos antes que la obra de Waldmüller, en 1670. En este caso, vemos a una mujer joven sentada junto a la ventana con un perro en el regazo. A la derecha, se le está acercando un chico que sostiene una carta. A la izquierda hay otro perro rehuyendo. Y si miramos al fondo, una puerta abierta deja entrever a un niño asomado que juega con una caña de pescar en el canal de la calle. Estamos en Ámsterdam.

La distorsión del tiempo

Sin embargo, nada de eso importa demasiado hoy a muchos de entre quienes se topan con el cuadro expuesto en el 'Rijksmuseum' de la misma ciudad. De nuevo un objeto diminuto entre unas manos roba toda la atención del público actual. Como el libro de la chica, aquí la carta que sostiene el joven determina una lectura que nunca hubiera considerado ni su propio autor. Una carta que también parece un móvil. Un móvil en 1670.

Al mural Míster Pynchon y el asentamiento de Springfield, creado por el pintor italiano Umberto Romano en 1937 e instalado en las oficinas de correo de Springfield, en Massachusetts (Estados Unidos) también le ha ocurrido. Una distorsión del tiempo provocada por el contexto actual hace que muchas personas vean en él a un hombre atendiendo a su iPhone.

La obra muestra al colonizador William Pynchon, rodeado de hombres nativos americanos. Muestra una escena de los acontecimientos que ocurrieron en un encuentro previo a la Guerra de Revolución entre los miembros de dos tribus prominentes de las entonces ya renombrada Nueva Inglaterra, los Pocumtuc y los Nipmuc, y los colonos ingleses que se apropiaron de las tierras, en el pueblo de Agawam. Sucedió en la década de 1630, unos 200 años antes de la llegada de la electricidad, y 400 años antes de que se inventaran los smartphones. Incluso si pensamos en que pudo ser un guiño de Romano, lo cierto es que incluso cuando lo pintó, aún quedaban 70 años para la aparición del primero móvil. No obstante, a día de hoy nadie sabe bien qué es.

Una muchacha camina por un sendero entre montañas. Camina hacia delante, con la mirada hacia abajo. Nunca llegará más allá, aunque está llegando bastante lejos. Eso es lo que hace posible el arte: expandir, proyectar, un instante del tiempo capturado. La muchacha es hoy un cuadro colgado en uno de las salas de la 'Neue Pinakothek', el museo de arte de los siglos XVIII y XIX de Múnich.

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