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¿Qué tiene que ver el Síndrome de Estocolmo con Estocolmo o el de Venecia con Venecia?
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Contra todo pronóstico...

¿Qué tiene que ver el Síndrome de Estocolmo con Estocolmo o el de Venecia con Venecia?

Numerosas ciudades alrededor del mundo cargan con la voluntad del turismo y también con la de la ciencia de la psicología y la psiquiatría que puede haber detrás

Foto: Canal en Venecia, Italia (Fuente: iStock)
Canal en Venecia, Italia (Fuente: iStock)

Estocolmo, Florencia, Lima, París... Suenan a ciudades variadas, más o menos alejadas unas de otras, con sus particularidades... Suenan a destinos turísticos. Sin embargo, más allá de esa lógica que hoy las reúne a todas, estos nombres también pueblan nuestra psique de una forma peculiar: refiriéndose a trastornos que aún limitan, al menos en parte, el estudio científico.

Existen aproximadamente diez ciudades alrededor del mundo que cargan con la voluntad del turismo y también con la de la ciencia (psicológica y psiquiátrica). A veces, es una ciencia basada en las formas de ese turismo; a veces, no tiene nada que ver con él.

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En cualquier caso, y contra todo pronóstico, el asunto hace que surja una correlación: ninguna de las ciudades en esta lista parece sufrir una falta de visitantes relacionada con el síndrome que lleva su nombre. Sucede lo contrario, es decir, que compartir sustantivo con un trastorno puede incluso aumentar el atractivo de estos lugares. Aquí tienes cinco de ellos:

Síndrome de Estocolmo

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La capital sueca describe un síndrome vinculado a situaciones en las que una o más personas quedan como rehenes de otra u otras. Te estarás preguntando qué tiene que ver esta ciudad edificios coloridos y puentes con, por ejemplo, un atraco. Según recogen en Atlas Obscura, hasta una de cada cuatro personas secuestradas en este sentido desarrollan un apego emocional e incluso una forma de lealtad hacia sus secuestradores o abusadores. "Algunos incluso comienzan a cooperar activamente, cruzando la línea de víctima a perpetrador".

El nombre proviene de un caso concreto sucedido en el verano de 1973 allí mismo. Fue la primera vez que se decidió establecerlo como un síndrome al, además, nombrarlo. Todo comenzó con un robo a un banco que se convirtió en una toma de rehenes. "Los ladrones tomaron como rehenes a cuatro empleados del banco durante seis días", explican desde dicho portal. Los amarraron a artefactos con dinamita y los encerraron en una bóveda del local. Al cabo de los días, la policía consiguió negociar con los atracadores la puesta en libertad de aquellas personas. Sin embargo, la sorpresa llegó cuando los propios rehenes parecían sentirse en deuda con sus captores: hasta recaudaron dinero para su defensa o incluso se negaron a testificar en su contra.

Síndrome de Lima

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Desde el otro lado del Océano Atlántico, el Síndrome de Lima describe exactamente lo contrario del Síndrome de Estocolmo, es decir, cuando son los secuestradores los que desarrollan vínculos positivos con sus víctimas. En este caso, el nombre hace referencia a la consecuencia más sonada de una crisis en la capital peruana en diciembre de 1996. En aquel momento, miembros del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru tomaron como rehenes a 600 personas que habían sido invitadas a un evento en la residencia del embajador japonés en el país, entre las que había personas que trascendían el interés social, como la madre del entonces presidente de Perú.

Pese a lo que cualquiera podía esperar, se volvieron tan empáticos con los invitados (a los que habían secuestrado) que no tardaron en dejar que la mayoría de ellos quedaran en libertad en cuestión de días. Al final, después de cuatro meses de negociaciones, todos menos uno de los rehenes habían sido liberados (tampoco fue una empatía inmediata). De hecho, intervinieron las propias fuerzas especiales, lo que provocó la muerte de dos de los secuestradores y de un comando.

Síndrome de Florencia

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Quizás no te suena con este nombre, pero si lo lees un par de veces más no tardarás en ubicarte. Sí, es también ese que se conoce como "Síndrome de Stendhal", en honor al autor francés (de nombre real Henri Beyle) que describió el fenómeno por primera vez durante su visita a Florencia en 1817.

Stendhal se encontraba en la Basílica de la Sagrada Cruz, donde están enterrados Maquiavelo, Miguel Ángel y Galileo, cuando sintió “una especie de éxtasis". En sus propias palabras: "Llegué al punto en que uno encuentra sensaciones celestiales… Y caminé con miedo a caer". Así describió una reacción aguda provocada por cumplir el deseo de encontrarse rodeado de riquezas culturales (y claro, eso a la ciudad no le falta).

Nadie volvió a manifestar (al menos públicamente) nada similar hasta finales del siglo siguiente. Sucedió en la década de 1980, y desde entonces los expertos lo han observado más de 100 veces. Al parecer, suele presentarse más a menudo en turistas de Europa occidental con edades entre los 20 y 40 años que acaban llamando a emergencias mientras están frente a un edificio, una estatua, cuando se ven rodeados de una plaza o de frescos cuya belleza les altera los sentidos y acaban mareados, con cuadros de ansiedad o, incluso, perdiendo el conocimiento.

Síndrome de París

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De manera similar, existe otro síndrome entre los turistas orientales cuando ponen un pie en Occidente, pero no en cualquier lugar de Occidente, sino en la llamada ciudad de la luz. Fue reportado por primera vez en 2004, cuando una persona que había llegado desde Japón hasta París, comenzó con lo que parecía un cuadro ansioso que pasó a episodios de delirio (creyendo que su habitación de hotel había sido intervenida y que era el mismísimo Luis XIV, el "Rey Sol" de Francia). De ahí su nombre.

Nadie sabe bien a qué se debe que el síndrome derive en consecuencias psíquicas tan extremas como las descritas. A día de hoy, buscan respuestas en el desfase horario, pero también en el alto grado de incomprensión lingüística entre los visitantes japoneses y sus anfitriones franceses. Quizás ambas cuestiones tengan algo que ver, o quizás haya muchos más motivos.

Sea como sea, parece darse con tanta frecuencia que la Embajada de Japón en París cuenta a día de hoy con una línea directa las 24 horas para dar aviso y que acudan en tu ayuda.

Síndrome de Venecia

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Ningún síndrome, nada que afecte a nuestro bienestar mental, es agradable, aunque podríamos salvar aquella emoción desmedida de Stendhal, pero si hay uno fatídico de verdad ese es el que se ubica en Venecia. Este síndrome describe la tendencia a elegir la ciudad italiana no como destino turístico, sino como el destino final de la vida de muchas personas que viajan hasta ella con la intención expresa de quitarse la vida allí.

También comenzó a tomar forma en las últimas décadas del siglo XX. Según algunos expertos, como la peor de las consecuencias de la adaptación cinematográfica de Muerte en Venecia, la novela de Thomas Mann publicada en 1912 en la que la ciudad es un escenario que anticipa la fatalidad: una epidemia de cólera que se cierne sigilosamente y que atravesará a los protagonistas, dos extranjeros.

Estocolmo, Florencia, Lima, París... Suenan a ciudades variadas, más o menos alejadas unas de otras, con sus particularidades... Suenan a destinos turísticos. Sin embargo, más allá de esa lógica que hoy las reúne a todas, estos nombres también pueblan nuestra psique de una forma peculiar: refiriéndose a trastornos que aún limitan, al menos en parte, el estudio científico.

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