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Por qué dar refuerzos positivos a tu hijo puede no ser tan bueno como parece
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Por qué dar refuerzos positivos a tu hijo puede no ser tan bueno como parece

La duda la sirven Eddie Brummelman y Kelly Ziemer, dos investigadores del Instituto de Investigación de Desarrollo y Educación Infantil de la Universidad de Ámsterdam

Foto: Foto: iStock.
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Una de las máximas más comúnmente aceptadas sobre la educación a los hijos (esa tarea tan difícil) es saber inculcarles confianza en sí mismos. A fin de cuentas, esto es lo que más decantará su posterior aprendizaje personal, social y educativo, ya que interiorizarán que son capaces de enfrentarse a los retos con fuerza y aplomo. Poseer una autoestima alta es indispensable para su desarrollo, más teniendo en cuenta la cantidad de agentes externos que pueden echarla por tierra tan fácilmente. Sin embargo, también conviene mirar con espíritu crítico este precepto educativo, pues por muchos refuerzos positivos que le hagamos con ese fin, no quiere decir que acabe teniendo una sólida confianza en sí mismo.

La duda la sirven Eddie Brummelman y Kelly Ziemer, dos investigadores del Instituto de Investigación de Desarrollo y Educación Infantil de la Universidad de Ámsterdam, quienes han publicado un artículo en Aeon en el que hacen un resumen de todos sus estudios en torno al tema y aportan pruebas de este reverso negativo de la educación en autoconfianza. Sin ir más lejos, comparan estos pequeños refuerzos positivos cotidianos por cada cosa que el niño haga bien con los libros de autoayuda para adultos que fuerzan a las personas inseguras a pensar en sus éxitos de forma reiterativa e inane.

"Los elogios muy inflados pueden resultar contraproducentes, ya que los niños con baja autoestima de por sí se preocuparán más en caso de no poder cumplir con los estándares"

"No estamos sugiriendo que la confianza en uno mismo no sea beneficiosa", admiten. "Las personas seguras de sí mismas son más felices, sanas y exitosas. Lo que queremos decir es que la forma en la que se inculca esta confianza es contraproducente y en muchos casos dañina". En este sentido, el problema radica principalmente en los elogios demasiado inflados que hacen los padres a los hijos cada vez que hacen algo bien, apoyándose en una investigación de 2017 publicada en la revista Society for Research in Child Development que relaciona este cúmulo de refuerzos positivos demasiado grandes con unos niveles más bajos de autoestima en niños.

Peor autoestima a largo plazo

"Los elogios muy inflados pueden resultar contraproducentes, ya que los niños con baja autoestima de por sí se preocuparán más de no poder cumplir con los estándares implícitos", aseguran Brummelman y Ziemer. Tomando estas premisas, ambos realizaron una serie de experimentos en los que pidieron a niños que realizaran una tarea concreta, como hacer un dibujo o cantar una canción. Aquellos con baja autoestima que recibieron demasiados elogios a medida que lo hacían se volvían más cautelosos y precavidos, en comparación con los que se animó de forma indiscriminada. Después, hicieron un seguimiento durante más de un año y aquellos que recibían más refuerzos positivos tendían a perder confianza en sí mismos con el tiempo.

"El síndrome del impostor no viene causado por bloqueos psicológicos, sino por ideas y estructuras sociales perjudiciales que les lleva a cuestionar su propio valor y habilidades"

Los autores aseguran que muchas veces tener alta o baja autoestima no viene determinado por una serie de factores psicológicos recibidos en la educación, sino a factores socioculturales. Uno de los fenómenos que mejor ilustra esta postura es el síndrome del impostor, es decir, sentir que tus éxitos no se deben a tu pericia y talento, sino a la más pura suerte. Amparándose en los estudios realizados por Pauline Clance y Suzanne Imes a finales de los años 70, muchos de estos sentimientos de fraude prevalecían en mujeres que estaban en puestos de trabajo de alto rendimiento, en una época en la que todavía no se hablaba del techo de cristal y la mayoría de estos entornos estaban plagados de hombres.

En ese momento, se pensaba que esa baja autoestima femenina se debía a un problema individual fruto de una educación familiar o a la propia 'mentalidad de las mujeres'. Para paliar esto, la propuesta a la que llegaron fue clara: elogiarlas y reconocer su valor y habilidades. ¿Funcionó? Por supuesto que no. "Esto muestra que el síndrome del impostor u otras sensaciones de poca autoestima no son causados por bloqueos psicológicos dentro de los individuos, sino por ideas y estructuras sociales perjudiciales que llevan a los grupos sociales desfavorecidos o marginados a cuestionar su propio valor y habilidades", aseguran Berummelman y Ziemer.

La importancia del cariño

Aplicado al mundo de la educación de los hijos, sería un error dar tanta importancia a fomentar la autoestima de manera insistente o buscar todo el tiempo el refuerzo positivo, cuando dentro de su propio entorno ya hay factores que lesionan día a día la confianza del niño en sí mismo. Tal vez, si el hijo crece en un entorno altamente competitivo, con un alto sentido del esfuerzo, o se le mete demasiada presión para que cumpla sus tareas y sea el mejor en sus estudios, por muchos elogios que le hagamos su autoestima se hará más y más débil con el paso del tiempo.

"Hay que hacer ver al niño que le dedicamos tiempo porque es importante para nosotros, es crucial para que se sienta valorado"

Ante esta tesitura, merece la pena privilegiar más las muestras de cariño que los refuerzos positivos. Como admitía la psicóloga Mónica Pereira en un artículo anterior, al niño o niña se le debe premiar con demostraciones del afecto que le guardamos de manera recurrente. "Hay que hacer ver al niño que le dedicamos tiempo porque es importante para nosotros, es crucial para que se sienta valorado", aseguraba la psicóloga madrileña. Teniendo en cuenta el mundo ya de por sí competitivo en el que vivimos, la mejor forma de aumentar la autoestima del pequeño pasa por muestras de cariño desinteresadas y cotidianas para que sepa que su valor como persona no se reduce solamente a lo que hace bien o mal, lo que cumple o incumple o, en definitiva, que pase lo que pase hay gente apoyándole solamente por ser como es, y no por quién puede llegar a ser.

Foto: El lugar donde suelen acabar los regalos no deseados: el trastero. (iStock)

A pesar de todo esto, educar, como es obvio, no es una tarea fácil, como tampoco lo es enseñar a que el niño gane seguridad en sí mismo. Básicamente, la razón es que esto depende mucho más de factores externos a su educación formal o parental. Pero ello no debe hacer perder la perspectiva al padre o madre de darse cuenta de que el apoyo continuado y las muestras de cariño diarias, así como también saber castigarle de manera proporcional cuando hace algo mal, son la clave para que poco a poco el niño o niña vaya desarrollándose a nivel educativo, psicológico y social.

Una de las máximas más comúnmente aceptadas sobre la educación a los hijos (esa tarea tan difícil) es saber inculcarles confianza en sí mismos. A fin de cuentas, esto es lo que más decantará su posterior aprendizaje personal, social y educativo, ya que interiorizarán que son capaces de enfrentarse a los retos con fuerza y aplomo. Poseer una autoestima alta es indispensable para su desarrollo, más teniendo en cuenta la cantidad de agentes externos que pueden echarla por tierra tan fácilmente. Sin embargo, también conviene mirar con espíritu crítico este precepto educativo, pues por muchos refuerzos positivos que le hagamos con ese fin, no quiere decir que acabe teniendo una sólida confianza en sí mismo.

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