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Por qué cuando estornudamos estamos un poquito más cerca de la muerte
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¿EXPULSAR EL ALMA?

Por qué cuando estornudamos estamos un poquito más cerca de la muerte

Repasamos los orígenes históricos y culturales de este mecanismo fisiológico tan cotidiano como importante según el significado que ha tenido para distintas culturas y civilizaciones

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Se trata de un acto reflejo y, por tanto, incontrolable. Como también lo es el hecho de cerrar los ojos o mover súbitamente la cabeza hacia delante. El estornudo es, sin duda, uno de los procesos fisiológicos más curiosos de nuestro organismo, encargado de deshacerse de los cuerpos extraños que penetran en nuestro sistema respiratorio y que rápidamente son eyectadas por nariz y boca. Antes de que llegue a producirse, inhalamos alrededor de dos litros y medio de aire para que tenga la suficiente potencia. Justo después, en un proceso de milésimas de segundo (dependiendo de lo muy o poco dispuestos que estemos para estornudar, ya que puede llegar a reprimirse, pero no evitarse), nuestro diafragma se tensa para que el aire salga con más fuerza, alcanzando entre los 150 y 180 kilómetros por hora.

Más allá de esta descripción puramente biológica y física, el estornudo cuenta con una sólida historia a sus espaldas, plagada de mitos y creencias. Una de las más comunes de nuestros días es que si consigues estornudar con los ojos abiertos, estos podrían salirse de sus órbitas, algo que no es cierto, pero sí que se aproxima; si así lo hicieras, notarías un fuerte dolor en los globos oculares debido a la presión desatada de tu organismo. Al igual que otros procesos biológicos como el orgasmo, la historia y la cultura lo han llenado de significado, asociándolo a una "pequeña muerte" que, dependiendo de la época o la civilización en la que se trate, puede ser benigna o maligna.

Foto: Los acumuladores de orgón que inventó para extraer las energías negativas. (FDA)

En este sentido, una de las primeras referencias al hecho de estornudar está al comienzo del libro más leído de todos los tiempos, la Biblia. "La tradición hebrea explica que Adán dio su primer estornudo cuando Eva le ofreció la manzana para que la mordiera, lo que él interpretó como un signo del Maligno y un presagio de muerte", explica J. M. García Moreno, experto neurólogo sevillano, en un paper muy interesante sobre dicho proceso fisiológico. "Desde Adán hasta los tiempos del patriarca Jacob se conservó la creencia de que, cuando alguien estornudaba, el alma, que según la tradición asentaba en el cerebro, se expedía fuera de la cabeza, y anunciaba así su muerte".

"El histrionismo del estornudo explica la reacción de los otros cuando estornudamos. Se trata de una plegaria por la salud del cuerpo pronunciada por creyentes y ateos"

A tal punto los antiguos daban tanta importancia al estornudo como signo de muerte que en dicho libro sagrado "Jacob suplicó a Dios para que cambiara el orden de las cosas, ya que no quería morir cuando estornudara". Tiempo después, "cuando Jacob era ya mayor, estaba bendiciendo a su hijo cuando comenzó a estornudar, y entonces rogó a Dios: 'Dame tiempo suficiente para terminar de bendecir a mi hijo' (Génesis 49:18). Dios atendió su ruego y, desde entonces, según la tradición judía, existe la costumbre de desear salud y felicidad a quien se oye estornudar".

"¡Achússsss!"

"¡Jesús!" "¡Salud!" Son las palabras que pronunciamos inmediatamente después de ver cómo alguien estornuda, las cuales denotan cierta educación o respeto frente al que sufre esta 'pequeña muerte'. Puede que esta respuesta provenga de la cultura judía, como deja entrever García Moreno, pero a fin de cuentas esta jerga está tan instaurada en nuestra cultura que no se puede esclarecer su origen exacto. "El histrionismo del estornudo explica, en parte, la reacción de los otros cuando estornudamos, esa curiosa costumbre automática y ceremonial que se repite desde hace milenios a lo largo y ancho del planeta", escribe Pablo Maurette, profesor asociado de Literatura Inglesa y Comparada en la Florida State University, en su nuevo libro Atlas Ilustrado del Cuerpo Humano. Veintidós ensayos anatómicos (Clave Intelectual, 2023).

"En la Edad Media, con la peste, volvió significar que la persona estaba afectada por la plaga y de que su muerte era inminente"

Maurette también deja claras las connotaciones tanatológicas que tiene el estornudo. "La teatralidad de la escena es una pequeña falla que se produce en la llanura de la cotidianidad, un recreo infinitesimal durante el que evocamos, aunque sea de manera protocolaria, la dimensión espiritual", asevera. "Se trata, a fin de cuentas, de una plegaria por la salud del cuerpo pronunciada indistintamente por creyentes y ateos. Pero es también un gesto de solidaridad comunitaria mediante el cual aceptamos que el bienestar del otro nos concierne; un conjuro que nos aúna con las culturas más diversas de eras pasadas y futuras para ahuyentar al unísono sin nombrarlo el fantasma de la muerte".

Esta creencia en que cada vez que estornudamos estamos soltando el alma proviene, sin embargo, de la Antigua Grecia, concretamente del filósofo Aristóteles, quien insistió en "la naturaleza sagrada del estornudo", como repasa García Moreno por su parte. "A diferencia de otros tipos de aires emanados del organismo, como el flato o el eructo, el estornudo procedía del principal y más hondo y divino de los órganos, el que contiene el espíritu". La costumbre de bendecir al que comete este acto reflejo Maurette la sitúa durante una epidemia que tuvo lugar a finales del siglo VI, aunque más tarde reconoce que se trata de un mito no comprobado.

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Lo que García Moreno puntualiza, sin embargo, es que fue a raíz de las epidemias de peste que asolaron la Edad Media cuando recuperó esa connotación tanatológica, pues al final dicha enfermedad se contagiaba fácilmente a través del estornudo. "Síntoma frecuente de la enfermedad, volvió a considerarse como un signo ominoso de que la persona estaba afectada por la plaga y de que su muerte era inminente", asegura. No hace falta viajar tanto en el tiempo, sino a hace apenas unos meses, para retrotraernos a ese temor ancestral a estornudar en espacios concurridos o delante de seres queridos. Sobre todo si no llevábamos puesta una mascarilla.

¿Y en otras culturas?

No nos olvidemos que esto solo se aplica a nuestra cultura occidental. En otras, como la hindú, "lo demoníaco no era estornudar, sino no poder hacerlo", observa el neurólogo. "Para esta cultura, uno de los métodos más importantes para curar enfermedades era aplicar cocciones de hierbas secas en la nariz, lo que, al provocar el estornudo, ayudaba a expulsar la flema desecada de la cabeza a través de la nariz".

En África, las suposiciones en torno a lo que producía el estornudo o lo que significaba eran totalmente diferentes. "Los curanderos africanos creían que los enfermos mentales tenían gusanos en la cabeza y que producían unos cuerpos peludos que interferían en el funcionamiento cerebral normal, de manera que la manía o la depresión ocurrían cuando los gusanos se despertaban y dormían, respectivamente. En consecuencia, el tratamiento de estos trastornos consistía en expulsar a estos gusanos mediante medicinas que hacían estornudar violentamente a los pacientes".

"Todo estornudo implica una pausa. Imaginarlo como antesala de la muerte resalta su naturaleza liminar"

Cabe citar una última referencia literaria que asocia el estornudo con la muerte y que Maurette menciona en su libro. Se trata de La Odisea de Homero, cuando hacia el final Penélope pronostica que Ulises regresará a Ítaca para vengarse de sus pretendientes. "Al oírla, Telémaco estornuda. El estruendo retumba en todo el salón y Penélope ríe: 'Mi hijo acaba de estornudar, ¿escucharon? Es una señal de muerte para los pretendientes". Y efectivamente Penélope tenía razón.

"Todo estornudo implica una pausa", concluye el profesor argentino. "Imaginarlo como antesala de la muerte resalta la naturaleza liminar del estornudo. Las agradables inhalaciones que preceden a la explosión, durante las cuales uno a veces se excusa y, haciendo un gesto con la mano, pide que le concedan un momento, crean un espacio de suspensión en cuya intimidad acaso se nos revele un anticipo de la sensación que acompaña al final de la vida". ¿Quién sabe? De alguna forma, todos lo descubriremos llegado el momento, si esa sensación de ver cómo todo se oscurece es similar al "achís" tan gastado y repetido a lo largo de nuestra corta y transitoria existencia.

Se trata de un acto reflejo y, por tanto, incontrolable. Como también lo es el hecho de cerrar los ojos o mover súbitamente la cabeza hacia delante. El estornudo es, sin duda, uno de los procesos fisiológicos más curiosos de nuestro organismo, encargado de deshacerse de los cuerpos extraños que penetran en nuestro sistema respiratorio y que rápidamente son eyectadas por nariz y boca. Antes de que llegue a producirse, inhalamos alrededor de dos litros y medio de aire para que tenga la suficiente potencia. Justo después, en un proceso de milésimas de segundo (dependiendo de lo muy o poco dispuestos que estemos para estornudar, ya que puede llegar a reprimirse, pero no evitarse), nuestro diafragma se tensa para que el aire salga con más fuerza, alcanzando entre los 150 y 180 kilómetros por hora.

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