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La nueva intimidad: la importancia de la háptica en las relaciones sociales
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"ME IMPORTAS"

La nueva intimidad: la importancia de la háptica en las relaciones sociales

¿Por qué los emoticonos de Facebook ya pueden abrazarse mientras que en nosotros todavía impera el miedo la cercanía física y el tacto? ¿Cuándo podremos definitivamente hacerlo?

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En abril de este mismo año ocurrió algo que ha podido pasar inadvertido para muchos, pero que sirve como perfecta introducción a la hora de pensar el contexto social en el que nos encontramos desde que la pandemia del coronavirus inició su expansión en las ciudades occidentales. Una de las redes sociales más usadas del mundo, Facebook, incluía en su campo de reacciones a los posts un nuevo emoticono. Se trataba de una cara en movimiento a la que le crecen dos brazos que abrazan a un corazón. Esta nueva modalidad de mostrar afecto, bautizada como "Me importas", dista mucho de aquel simple y rudimentario dedo apuntando hacia arriba que significa “Me gusta”. Lo más curioso de este emoticono es que es el único que tiene brazos. Y en un irrefrenable impulso, estos se tienden hacia un corazón diminuto que la cara recoge en su regazo.

No es casualidad que la red social haya estrenado esta nueva forma de comunicar sentimientos durante la cuarentena. Aquí, en España, hemos vivido uno de los confinamientos más severos de todo el mundo, teniendo que suspender el contacto social con nuestros amigos y familiares. Para paliar el aislamiento, nos hemos tenido que conformar con el recurso de las videollamadas. En cuestión de días, las parejas y los amigos quedaron reducidos a la extensión de nuestra pantalla de ordenador, cuando antes su presencia física nos ofrecía paz, tranquilidad y seguridad. Ahora, tras haber levantado ciertas restricciones sociales, y a pesar de que la inmensa mayoría ya han podido volver ver a sus seres queridos, son muchos los que todavía se muestran reticentes al contacto físico. Como es lógico, las medidas de prevención siguen siendo imprescindibles y necesarias para evitar un nuevo rebrote.

El tacto es el primer sentido que se activa en el embrión, ya que la piel se forma alrededor de la octava semana de gestación

De ahora en adelante, los expertos presagian varios meses de interacción social sin cercanía física ni tacto, ya que el miedo al abrazo o al apretón de manos sigue ahí, por no hablar de nuevos trastornos psicológicos a los que ya se las está poniendo nombre y que vienen a definir el temor de salir a la calle, retomar nuestra vida cotidiana, coger el transporte público o relacionarnos con desconocidos. Por tanto, es cuando menos curioso que a los emoticonos les hayan salido brazos y manos, y que a la vez nosotros sintamos tanto recelo al contacto con el otro. ¿Qué podemos esperar de una sociedad cuya capacidad para comunicarse y sentir emociones a través del tacto se ha visto mermada o se percibe como algo malo?

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Al fin y al cabo, el tacto es el sentido que más pasamos por alto. Olemos fragancias, escuchamos música y sonidos, vemos paisajes y rostros, degustamos platos, pero en ningún momento nos paramos a pensar en aquello que tocamos, salvo obvias excepciones. Pablo Maurette, profesor de literatura comparada en la Florida State University, es uno de los pensadores actuales que más han reflexionado sobre el papel del tacto en la evolución y la historia de la humanidad. Autor de un libro titulado ‘El sentido olvidado’, asevera en una conversación telefónica que “es el único sentido que no podemos perder, de ahí la enorme complejidad de clasificar”.

A decir verdad, el tacto no solo comprende lo que Maurette denomina “la extrocepción”, que consiste en la información sensorial que capta nuestra piel al tocar distintos objetos, sino también la háptica, es decir, la ciencia que estudia el tacto incluyendo la intracepción (capacidad de sentir el interior del cuerpo), la propiocepción (la posición de los músculos o del cuerpo) y la cinestesia (la sensación de movimiento o velocidad). En definitiva, este sentido tan completo nos permite situarnos en el aquí y en el ahora, orientarnos en un entorno cambiante y gracias a eso proyectarnos hacia el futuro inmediato. “Es el primer sentido que se activa en el embrión, ya que la piel se forma alrededor de la octava semana de gestación”, explica Maurette. “Las emociones fuertes también se expresan a través del tacto, como por ejemplo el miedo o los nervios que hacen que se nos revuelva el estómago o que al estar tristes rompamos a llorar”.

La era de la videollamada

David Foster Wallace, en su voluminosa novela ‘La broma infinita’, incluye un episodio en el que habla de la crisis que sufre una empresa que diseña aparatos de videofonía que estaban llamados a sustituir al teléfono. En una larga digresión, el autor aduce algunas razones por las que la gente rechaza tal producto, como por ejemplo “el estrés emocional” que supone que tu interlocutor te vea durante la conversación impidiendo así que te muestres distraído o ajeno a lo que dice, o también la “vanidad física” de estar impecable en todo momento y resultar agradable a la vista. A lo largo de estos meses hemos sentido la necesidad de arreglarnos antes de realizar una videollamada, ya fuera con amigos o por motivos laborales. Y, de igual modo, hemos paliado la necesidad de contacto en largas conversaciones en las que el debate volvía una y otra vez al momento en el que finalmente nos pudiéramos volver a abrazar.

La inmediatez de la imagen y el sonido es muy valiosa a la hora de mantener una relación con alguien, tanto o igual que el tacto

Es evidente que mucha gente ya ha vuelto a colocar el adhesivo de la cámara del ordenador que quitaron en su momento al haber visitado a aquellas personas que estaban al otro lado de la pantalla. Pero también son muchos los que han preferido continuar con la cuarentena, sobre todo aquellos que conviven con personas de riesgo, para no arriesgarse a contraer el temido virus por parte de su pareja o un amigo. Es así como, poco a poco y de manera progresiva, estamos creando una nueva noción de intimidad ante la situación que nos ha tocado vivir.

Los psicólogos coinciden a la hora de señalar el cambio profundo en nuestra forma de relacionarnos y comunicarnos que se está produciendo, que antes venía caracterizada por una vida mediterránea muy dada al tacto. ¿Cómo se ha visto reflejado este cambio de actitud hacia nuestra manera de relacionarnos? “Hemos descubierto que la inmediatez de la imagen y el sonido ofrecida por las nuevas tecnologías es muy valiosas a la hora de mantener una relación con alguien, al igual que el tacto”, recalca Maurette. “Las videollamadas con los seres queridos han ayudado mucho a sobrellevar el aislamiento”.

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Por otro lado, “el sexo virtual ha sustituido en algunos casos a las relaciones íntimas presenciales, y en el caso de los solteros, muchos se han dado cuenta del valor de explorar su sexualidad por sí mismos gracias a la pornografía”. Así lo confirma Lara Ferreiro, psicóloga española, quien asegura que la venta de juguetes sexuales ha aumentado un 74% durante la cuarentena. Mientras tanto, muchos de sus pacientes han preferido continuar con sus relaciones íntimas de pareja bajo el formato de la videollamada. “Evidentemente, a no ser que exista una patología mental grave, la intensidad del tacto físico no puede ser sustituida por una pantalla o la imaginación”, reconoce a El Confidencial. “Pero hay casos de gente que ha preferido continuar con la cuarentena y seguir relacionándose a distancia a través del ordenador”.

Amor sin besos

Ferreiro asegura que el miedo al contacto físico se muestra en las relaciones íntimas de algunas parejas de tal forma que los besos quedan anulados. “Está habiendo un gran cambio de paradigma en las relaciones afectivas”, recalca. “Vamos a exigir una mayor vinculación emocional a las personas con las que nos acostamos. Eso se resume en que la gente busca seguridad y protección, lo que quiere decir que vamos a vivir una explosión de las parejas frente a las relaciones sexuales esporádicas”. En lo que también coincide Maurette, que piensa que “va a estar socialmente mal visto tener relaciones pasajeras o la promiscuidad”.

El contacto físico va a seguir viéndose como algo malo, depende del tiempo que tardemos en encontrar una vacuna o tratamiento

La psicóloga admite que muchas parejas estables sienten tanto miedo a poder contagiarse que han desechado de sus relaciones íntimas los besos o cualquier manifestación de cariño a través de la vía oral. “Es obvio que la saliva es el fluido más susceptible de contener virus o bacterias, de ahí que muchos hayan optado por una comunicación sexual basada solo en posiciones que no involucren estar frente al otro, como ‘la cucharita’ o el ‘perrito’”, explica, poniendo el ejemplo de parejas reales que acuden a su consulta. Algunas de ellas llevan sin darse un beso en la boca desde principios de marzo.

Una cabaña para cada ser humano

A lo largo del encierro hemos tenido mucho tiempo para pensar en lo que era nuestra vida antes de la pandemia. “Se trata de un hecho histórico sin precedentes que ha afectado de lleno a toda la sociedad”, reconoce Ferreiro. “Mucha gente ha perdido sus reforzadores positivos, como puede ser un trabajo o su vida social. Esto va a hacer que, después de la crisis sanitaria y económica, le siga una mental, ya que la sociedad está emocionalmente muy herida”. En el plano relacional, ha servido como prueba de fuego para muchas parejas. “Esta situación ha unido aún más a muchas parejas, mientras que a otras les pasará factura. Es lo que yo llamo ‘el coronababy’ o el ‘covidivorcio’. En los próximos meses veremos ambas cosas en nuestros grupos de amigos, de gente que acaba apostando por relaciones serias y basadas en el compromiso a separaciones matrimoniales”.

Esta nueva intimidad, por tanto, la sentiremos más necesaria que nunca debido a la urgencia de reparar nuestras emociones, pero de una forma menos intensa, ya que “el contacto físico va a seguir viéndose como algo malo”. Todo depende del tiempo que tardemos en encontrar una vacuna o tratamiento contra la enfermedad. “Un ejemplo muy interesante es una carta que manda Erasmo de Rotterdam a un amigo desde Londres en 1499 en la que comenta con sorpresa lo táctiles que son los ingleses, lo mucho que se besan en público”, concluye Maurette. “¿Qué ha cambiado en Inglaterra desde entonces hasta hoy para que ya no sea así? Muchas cosas: la reforma protestante, el triunfo de los puritanos en la guerra civil… pero también una historia muy larga y acuciante de epidemias que produjeron cambios en las costumbres”.

En abril de este mismo año ocurrió algo que ha podido pasar inadvertido para muchos, pero que sirve como perfecta introducción a la hora de pensar el contexto social en el que nos encontramos desde que la pandemia del coronavirus inició su expansión en las ciudades occidentales. Una de las redes sociales más usadas del mundo, Facebook, incluía en su campo de reacciones a los posts un nuevo emoticono. Se trataba de una cara en movimiento a la que le crecen dos brazos que abrazan a un corazón. Esta nueva modalidad de mostrar afecto, bautizada como "Me importas", dista mucho de aquel simple y rudimentario dedo apuntando hacia arriba que significa “Me gusta”. Lo más curioso de este emoticono es que es el único que tiene brazos. Y en un irrefrenable impulso, estos se tienden hacia un corazón diminuto que la cara recoge en su regazo.

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