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¿Por qué los médicos medievales estaban tan obsesionados con la orina de sus pacientes?
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LA UROSCOPIA

¿Por qué los médicos medievales estaban tan obsesionados con la orina de sus pacientes?

Esta es la historia de cómo los médicos de la Edad Media pensaban que al analizar tan solo visualmente el flujo urinario se podían diagnosticar enfermedades. ¿Cuándo decayó esta práctica?

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Hoy en día, el mecanismo para corroborar que efectivamente estamos enfermos, sin todavía recurrir al médico de cabecera, es el termómetro. Este utensilio que todos tenemos en casa es el primer detector de que efectivamente tenemos fiebre, y por ello hemos contraído algún tipo de infección, sea bacteriana o vírica. El siguiente paso lógico sería tratarnos con paracetamol o algún fármaco para bajar la temperatura corporal. Y, por esto mismo, si realizamos un viaje largo o nos mudamos, es el equipo médico más esencial que todos llevamos con nosotros.

Ahora, imagina que estás en la Edad Media y eres un peregrino que viaja errantemente de un lugar para otro, una práctica muy habitual para la población de esta era. De entre todos los utensilios que podrías llevar contigo, como un buen bastón para apoyarte, una capa o sombrero para protegerte de la lluvia, también te convendría llevar un matraz transparente de cristal por si cayeras enfermo y un médico tuviera que practicarte una uroscopia. Esta consistía, directa y llanamente, en recoger la orina expulsada dentro del recipiente y pedir a un médico especialista de la época que la analizara visualmente, basándose en su aspecto, color y textura para determinar la existencia de una posible enfermedad.

"Los primeros registros de uroscopias se remontan al cuarto milenio a. C., convirtiéndose en una práctica muy común en los siglos V y IV a. C."

Así lo corrobora Irene González Hernando, profesora de Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid e investigadora medieval, quien realizó un estudio iconográfico de las representaciones del peregrino en la Edad Media, descubriendo que estas vasijas de cristal se encontraban dentro de su inventario habitual, aunque figurando en un segundo plano, de ahí que la uroscopia fuera una práctica de diagnóstico propia de la época pero no tan estudiada a nivel histórico. "De hecho, aunque las fuentes escritas indican que los peregrinos y caminantes llevaban entre sus objetos de viaje orinales muy parecidos a los matraces para hacer análisis diagnósticos, en las representaciones artísticas estos objetos se omitieron", asegura.

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González Hernando pone el ejemplo de la descripción histórica de Félix Faber de Ulm, un peregrino jacobeo de finales del siglo XV. De origen alemán, partió de su Ulm natal a Compostela y de ahí a Fisterra, como cuentan las crónicas. "Cada peregrino tiene junto a sí sobre su yacija un orinal, un recipiente de barro o frasco en el que orina y vomita", narra en su Historia de la vida privada, escrito durante los viajes en las embarcaciones que iban de Jerusalén a Santiago. Aunque en un primer momento podríamos sospechar que se trata de un recipiente a modo de matraz para hacer una uroscopia, en realidad más adelante describe que este orinal era para descargar los fluidos corporales que no podían reprimirse cuando llegaban las tormentas y el oleaje. Sin embargo, eso no quiere decir que también pudieran utilizarse estos instrumentos para diagnosticar cualquier tipo de malestar.

Un diagnóstico singular

"Los primeros registros de uroscopias se remontan al cuarto milenio a. C., convirtiéndose en una práctica muy común en los siglos V y IV a. C.", apunta Michael Stolberg, autor de The Decline of Uroscopy in Early Modern Learned Medicine (1500-1650), un estudio publicado en la revista Early Science and Medicine. "En el siglo XIII, la práctica se había imbuido de una percepción de prestigio e infalibilidad. Difícilmente había una 'mayor fuente de gloria' para un médico medieval que el estudio de la orina, escribió Andreas Leennius, un médico de la época. No solo se podían hacer diagnósticos precisos, sino que la vía fisiopatológica detrás de la dolencia podía incluso explicarse a fondo, simplemente con mirar la orina".

"El físico podía oler, tocar, e incluso degustar la orina, lo que generó no pocas parodias y burlas hacia los médicos"

De ahí que hubiera tantos cuadros ilustrados con tratados médicos a modo de manual para saber identificar cada tipo de orina según su color, textura y sedimentos. "De entre todas las pruebas diagnósticas, la uroscopia fue la más frecuenta, ya que era menos desagradable que el examen de heces y más sencilla de interpretar que la toma de pulso", explica González Hernando. "Era además un análisis pre-químico bastante acertado, que conseguía aportar resultados muy similares a los que mucho después se obtuvieron con la introducción de los reactivos en la medicina de laboratorio".

"Una vez que se puso de moda, los plebeyos comenzaron a tener la uroscopia en alta estima, incluso cuando los propios médicos tenían dudas", asegura por su parte Stolberg. "Quizá, había algo satisfactorio en el hecho de que un hombre culto agitara un frasco de orina, lo mirara desde todos los ángulos, lo oliera e hiciera proclamaciones audaces". Aunque no tuvieran microscopios a mano, muchos de los diagnósticos eran acertados, aunque tuvieran que llevar a cabo pruebas de lo más desagradables para dar con ellos, como admite cómicamente González Hernando.

Un (curioso) mecanismo de detección de la diabetes

"El análisis practicado era ante todo visual, por lo que generalmente el médico se representaba sosteniendo el matraz de orina con la mano en alto y mirándolo al trasluz", observa la profesora. "El físico podía echar mano de otros sentidos para emitir su juicio, oliendo, tocando, e inclusive degustando la orina, lo que generó no pocas parodias y burlas hacia los médicos, calificados en ocasiones de 'bebedores de orina'. Sin embargo, gracias a esta comprobación percibieron cosas como la presencia de un contenido patológico de azúcares en el cuerpo humano, es decir, la diabetes".

Se relataban "historias de médicos que se convirtieron en el hazmerreír de toda la zona después de haber sido engañados"

Los diabéticos, por tanto, podían sentirse afortunados, ya que parecía ser uno de los diagnósticos con los que más acertaban. Otros, en cambio, morían sin llegar a saber la causa de su mal, ya que con un simple vistazo a este fluido corporal es realmente difícil conocer la causa del malestar. Ello originó una respuesta por parte de los pacientes, quienes llegaban a poner en serios aprietos la creencia en la metodología médica, vertiendo "vino, suero de leche u orina animal", como reconoce Stolberg. "Los uroescépcticos", como el historiador los llama, "relataron historias de médicos que se convirtieron en el hazmerreír de toda la zona después de haber sido engañados para diagnosticar enfermedades a partir del vino".

Este fue el comienzo del fin de la uroscopia. "Fue la humillación lo que finalmente animó a los médicos a oponerse a las demandas de sus pacientes", remarca el historiador. "Aquellos que continuaron practicándola estaban perjudicando a la profesión". Entonces, empezaron a unirse para pedir que dejaran de realizar uroscopias con el propósito de salvar su digna profesión. "Se inició una campaña contra la uroscopia y los que la seguían practicando fueron ridiculizados como 'traficantes de meadas engañosos'". Los usos de la orina, sin embargo, no fueron pocos desde ese momento en adelante, aunque ya no para detectar enfermedades. Como remarca González Hernando, era "la base de preparados farmacológicos, especialmente por su poder antiséptico, estaba presente en recetas de alquimia y se usaba de mordiente en las tinturas de los tejidos".

Hoy en día, el mecanismo para corroborar que efectivamente estamos enfermos, sin todavía recurrir al médico de cabecera, es el termómetro. Este utensilio que todos tenemos en casa es el primer detector de que efectivamente tenemos fiebre, y por ello hemos contraído algún tipo de infección, sea bacteriana o vírica. El siguiente paso lógico sería tratarnos con paracetamol o algún fármaco para bajar la temperatura corporal. Y, por esto mismo, si realizamos un viaje largo o nos mudamos, es el equipo médico más esencial que todos llevamos con nosotros.

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