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Domingo de Soto, un científico enterrado en el olvido
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Domingo de Soto, un científico enterrado en el olvido

El dominico, que pertenecía a una orden religiosa bastante cuestionable por su huella histórica, dejó mensajes de una seducción incontestable

Foto: Escultura de Domingo de Soto en Segovia (Fuente: Wikimedia/Vicente Alcober Bosch)
Escultura de Domingo de Soto en Segovia (Fuente: Wikimedia/Vicente Alcober Bosch)

El mundo desaparecerá no porque haya demasiados humanos sino porque hay demasiados inhumanos.

Proverbio judío.

Los dominicos, en los tiempos que España emergía ante Europa y el mundo con todas las posibilidades abiertas, fueron el perejil de todas las salsas, ora estaban quemando a un malvado hereje ora defendiendo causas perdidas. La verdad es que eran muy polifacéticos.

Domingo de Soto era una rara avis que pastaba en prados verdes de montañas inaccesibles. En su auditorio había una docena de oyentes que compartían causa y el resto, era una claque muy entrenada en el aplauso hueco. La obsesión que presidió la vida de este temprano humanista era como sacar a los desheredados de la Sopa Boba y situarlos en un plano de dignidad, tarea ardua ayer, hoy y mañana, asignatura siempre suspensa.

Foto: El Beato Juan de Ribera, por Francisco Domingo Marqués. La obra representa al prelado español San Juan de Ribera (1532-1611), interviniendo en la expulsión de los moriscos
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Profundo conocedor de la realidad social del momento, hombre de ojos abiertos y un fuerte compromiso con la palabra de aquel predicador excepcional muerto de mala manera por las zarandajas políticas de la época, escribió uno de los textos más avanzados de todos los tiempos …pero en latín. “In causa pauperum deliberatio”, era y es, un opúsculo de vigencia imperecedera, pues aunque la religiones e ideologías se vistan de blanco y palabras amables para difundir nobles mensajes, sus actuaciones para con la pobreza continúan siendo tan estériles como validos los argumentos de Domingo de Soto.

Cristo y Soto convergían plenamente en la definición de humanismo, que al fin y a cabo era una cuestión de sentido común. El humanismo propone algo tan elemental como una filosofía de la vida democrática con la ética como bandera y afirma que todos los seres humanos tienen derecho y responsabilidad para dar sentido y forma en libertad a sus propias vidas. Dante, Moro, Erasmo de Rotterdam, Petrarca, Vives y un largo etc. de pensadores convencidos de que el camino era ese y así, se dejaron el pellejo en el camino.

Este marco de pensamiento podría entenderse perfectamente dentro del concepto de democracia, pero como todos sabemos, en aquella antiquísima formula política griega, las mujeres no contaban para el voto y los esclavos alcanzaban el 80% de la población. Un buen amigo mío me decía que la democracia griega era una de las aberraciones políticas de mayor envergadura en la historia de la humanidad.

"Fue el primero en pronosticar que los ignorantes, con su osada soberbia e irrespetuosa agresividad, pondrían contra las cuerdas a las gentes sensatas"

Al igual que antaño, al igual que siempre, los modelos de vida que hoy imperan conllevan dolor y sufrimiento a espuertas. El dominico, que pertenecía a una orden religiosa bastante cuestionable por su huella histórica y su disposición a crear uno solos aterradores en mazmorras con altavoces para impresionar a cualquier descarriado, dejó mensajes en sus sermones de una seducción incontestable. Fue el primero en pronosticar que los ignorantes, con su osada soberbia e irrespetuosa agresividad, pondrían contra las cuerdas a las gentes sensatas. En este escenario tan demoledor, aún, nos movemos hoy. La cultura como la educación, no está ni se la espera, es el resultado de la inquietud por conocer y me temo que no andamos muy espabilados.

En Segovia, hijo de “cristianos viejos” y bolsillo ajustado, Domingo de Soto quiso hacer camino al andar, era el momento de 1495 cuando hizo presencia en la historia. Su vida contempló el que quizás sería el siglo más determinante de la Historia de España. Conquistas, esplendor, reyes de altura, enriquecimiento, victorias, respeto para una nación de luchadores, lideres del concierto internacional, un sol que jamás se ponía en sus dominios, hazañas sin cuento; sumergieron al clérigo humanista en sesudas incertidumbres.

Un prodigio de voluntad que generaba largos y complejos soliloquios en latín declamando poemas de Virgilio, citas de Seneca e historia natural de Plinio el Viejo, entrenaba así la pronunciación y de paso, su portentosa memoria. En una España- o más bien Castilla- de eternas contradicciones, para variar, aquel sabio y humilde tonsurado, consciente de sus orígenes y en las antípodas de una iglesia muy alejada de los valores del profeta, alfabetizaba a aquellos desafortunados que no tenían recursos para llegar más arriba.

Foto: Félix de Azara (Wikimedia)

Ya asomaba el carácter de este hombre por encima de montañas de dificultades. Ordeñar vacas, vender patatas, ir a la siembra o a la vendimia, eran solo algunas de sus versátiles actividades; con esos dineros se plantó en 1510 en la conocida internacionalmente universidad de Alcalá de Henares. Seis años después ya era un bachiller licenciado y un poliglota armado de cuatro lenguas. Pero para este hombre de elevadas miras nada era suficiente.

Aprovechó un despiste de su tutor y se fue a Paris “a ver qué pasaba “. Allí, se sumergió entre mitos y espiritualidad, entre la antropología de los nexos interreligiosos, entre montañas de metáforas, en definitiva, en un maremágnum de teología durante dos enteros años teniendo la enorme fortuna de caer en manos del ilustre Francisco de Victoria, otro dominico superdotado cuyo vuelo le llevaría a explorar la filósofo y las leyes. Era el tiempo de las ordenes y su vinculación a la cultura humanista. Mas tarde, hacia 1534, los jesuitas irrumpieron en el escenario elevando el nivel del conocimiento ecléctico, desnudando supersticiones y supercherías y recibiendo collejas sin parar desde Roma, pero siempre dentro de un orden dentro de la arquitectura eclesial, mientras los dominicos plegaron alas ante la Inquisición.

En las aulas de la Universidad de Salamanca, los dos teólogos (y esto es recortar su inmenso mundo intelectual a un reduccionismo que no se merecen ninguno de ellos) mantuvieron su coherencia en contra de viento y marea so pena de ser deportados a las Américas. Ambos amigos conjugaron su unión en pos de una teología mas digerible y sin tanto bicarbonato, pues las gentes de a pie, cuando escuchaban depende que disertaciones, salían de las iglesias con unos mareos de aquí te espero.

"Francisco de Vitoria y Domingo de Soto crearon un dueto impagable. Sus clases magistrales alcanzaban audiencias multitudinarias"

Era el año 1524 cuando turbulencias espirituales de gran magnitud asaltaron se alma sensible. Desorientado ante las decisiones a tomar, decidió tocar la puerta de los benedictinos de Montserrat. Pensó este hombre de creativas contradicciones que la soledad inspiradora y su portentosa imaginación estaban a cubierto y amparadas por el Altísimo. Entre cantos gregorianos, trinos de pájaros, la suave alfombra del amanecer e intensos aromas de jardín del claustro, tomó su decisión. Su vocación estaba finalmente definida, quería servir a la condición humana entregándose a su mejora. Los idealistas siempre navegan contra corriente en aguas turbulentas.

Instalados en Salamanca, probablemente la universidad más prestigiosa de su tiempo, Francisco de Vitoria y Domingo de Soto crearon un dueto impagable. Los estudiantes, y el mal llamado vulgo ávido de conocimiento, formaban una conjunción de esmerados oyentes. Sus clases magistrales alcanzaban audiencias multitudinarias hasta tal punto que se hubo de habilitar espacios colindantes para albergar a aquella audiencia (muchos de ellos analfabetos) enfervorizada ante la curiosa simbiosis de las ideas de dos pesos pesados del pensamiento.

Los ecos de sus cualificadas voces se dejaban oír en universidades tan distantes como Venecia, Lovaina y La Sorbona. La reputación de ambos era arrolladora y su ingente obra de largo relato para ser reproducida aquí, asombraba a propios y extraños. Pero quiso el capricho del azar o el ciego determinismo quien sabe, que aquella pareja de amigos sufriera el irracional roto de la aviesa muerte. Un dia de agosto del año 1546, el que es considerado como padre del derecho internacional, mudó su alma a una latitud extraña.

Foto: Restos de edificaciones de la edad de hierro en Castro de Barona (Fuente: iStock)

Solo por resaltar la gravedad de la ocultación histórica de este increíble hombre de cultura ecléctica e ideas de altura descomunal, hay que mencionar que su teoría -adjudicada a Galileo-, fue mencionada y expuesta en Salamanca sesenta años antes. Esta teoría reza así(sic) “En vacío, todos los cuerpos caen a la misma velocidad, independientemente de su forma, composición o masa”, la patente se la llevó el pisano-italiano y fue un plagio directamente o es que jugamos sin portero.

Por ejemplo y sin ir más lejos, el primer banco de alimentos es creado por este hombre orquesta en Salamanca durante las hambrunas de los años 1550. Él personalmente pedía puerta a puerta a los poderosos medios para subsanar el estado de depauperación al que estaba sometido la población. No olvidemos que aquella España incipiente tenía abiertos cinco frentes de guerra y ya acumulaba dos quiebras técnicas, una de ellas heredada en su momento por Felipe II. Los banqueros Fugger y Welser nos devoraban cual Polifemo desatado. En el caso de los Welser, durante la concesión y explotación de Venezuela como aval de una deuda contraída por La Corona, se dieron atropellos brutales contra la población indígena, algunos de ellos solo mejorados por el estratosférico criminal Mengele. Obviamente sus intereses eran meramente capitalistas y el factor humano era solo un elemento contable.

Ante la gravedad de la situación del pauperismo galopante y los consiguientes desórdenes públicos, Domingo de Soto elaboró un opúsculo sobre la “Política de Pobres “ a través de la cual intentó concienciar a la propia iglesia y a los poderes públicos para comprometerse en una idea más profunda y practica sobre las decisiones a abordar. En esencia, las propuestas de rescate chocaban constantemente con la realidad de la deuda y la usura de los prestamistas en una nación que ingresaba cantidades industriales de especias, oro, piedras preciosas y otras zarandajas.

"Este idealista con sotana no se daba cuenta de que el mundo estaba hecho de realidades superpuestas y que la violencia es un hecho incontestable"

La predisposición de Domingo de Soto en favor de los excluidos tuvo momentos agrios con el emperador Carlos I de España cuya amistad y reconocimiento mutuo hicieron soportable al emperador las “anestésicas “peroratas del fraile. Su causa general contra la pobreza lo proyectó sobre otro colectivo maltratado por el duro momento histórico durante el proceso de conquista americano y la inevitable situación de “casus belli “que derivaba en abusos a pesar del efecto mitigador de las Leyes de Indias y del implacable defensor de los indígenas Bartolomé de las Casas. Los primeros años de conflicto contra los autóctonos hicieron brillar por su ausencia los más elementales derechos humanos. El tonsurado sostenía que la evangelización debía ser si o si, pacífica. Este idealista con sotana no se daba cuenta de que el mundo estaba hecho de realidades superpuestas o paralelas y que la violencia es un hecho incontestable. A pesar de que defendió el cumplimiento de las leyes promulgadas por los Reyes católicos y los derechos y la dignidad de los locales, la guerra siguió sin concesiones hasta pasado casi medio siglo que amainó tras las severas derrotas de Mexicas e Incas.

A la obra de Domingo de Soto, por la riqueza de su contenido, actuaciones, eficacia y calidad humana, estas líneas no le hacen la justicia que se merece pero si expresan esa necesaria toma de conciencia sobre uno de los prohombres mas punteros y olvidados de nuestra historia…como muchos otros tantos

Lo dicho, un cristiano como Dios manda, coherente, de una pieza, habitante en medio de un océano de indiferencia.

El mundo desaparecerá no porque haya demasiados humanos sino porque hay demasiados inhumanos.

Historia de España