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¿Quiénes eran realmente los Celtas? Los nietos han desahuciado al abuelo
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¿Quiénes eran realmente los Celtas? Los nietos han desahuciado al abuelo

Según se avanza en las investigaciones arqueológicas, en la toponimia local y en la disciplina lingüística, la sombra de los orígenes celtas se proyecta rotundamente sobre Galicia

Foto: Restos de edificaciones de la edad de hierro en Castro de Barona (Fuente: iStock)
Restos de edificaciones de la edad de hierro en Castro de Barona (Fuente: iStock)

El día que comprendas que lo único que te vas a llevar es lo que has vivido, empezaras a vivir lo que te quieras llevar".

Extracto de un poema Purépecha. (Autor desconocido)

Según se avanza en las investigaciones arqueológicas, en la toponimia local y en la disciplina lingüística, la sombra de los orígenes celtas se proyecta rotundamente sobre Galicia. Antes, era un rumor constante, como el del río que arrastra cantos, casi una necesidad paternal, un signo de identidad con denominación de origen, un abrigo que abarcaba a todos los gallegos ante la indisimulada indiferencia casi secular del poder político central. Hoy es la cómplice trazabilidad de los genetistas, la revelación de los glifos trabajados por la percusión de precarias brocas, la música, los elementos que delatan lo que siempre se intuyó, pero que el sabio silencio de los gallegos guardaba en secreto para sí mismos.

Irlandeses, escoceses, galeses, bretones y gallegos, son herederos de esa gran nación de resonancias mitológicas y ancestrales que la Edad del Hielo congeló en el tiempo. Cabe la posibilidad de que, paradójicamente, el pueblo Celta saltara desde Galicia hacia Irlanda, Gales o Bretaña (y no al revés) en cuanto amanecían los veranos. Quizás en precarias embarcaciones de mimbre revestidas con piel vuelta e impregnadas abundantemente con grasa animal a modo de calafateo y que, con su secular oficio marinero y proverbial espíritu explorador, centrifugaran sus conocimientos y presencia en ese gran radio de acción que es el golfo de Vizcaya y, por extensión, el Cantábrico.

Foto: 'Expedición de Almagro a Chile'. Pintura de Fray Pedro Subercaseaux

El esfuerzo de los genetistas y su joven disciplina ha podido certificar que, a través del ADN mitocondrial y de especializados marcadores de cromosomas, existen indicios más que fundados de una patria biológica común (por los llamados haplotipos o línea de ancestralidad) en los que la lluvia, lo verde y el viento, están arraigados como señas de identidad en el inconsciente colectivo de este pueblo de marinos trashumantes, que no se sabe si vinieron de la nada o si eran tribus germanas huyendo de la lengua de hielo que los quería fagocitar, o tal vez, como sus huellas indican, quedó preso de la última glaciación en la que lo que hoy es España.

Parece ser que, a la luz de los acontecimientos, rastros líticos y estelas, hermanan a pueblos tan lejanos. Incluso en los propios patrones musicales compartidos, hay instrumentos frecuentes en estas culturas fragmentadas de un mismo tronco, en las que la gaita, diferentes formas de viento (prevaleciendo la flauta) y más tarde las aportaciones de cuerda (arpa, banjo, y similares) han tenido un lugar común en la música de estas regiones de Europa tan distantes en apariencia. Una nación celta tiene el honor de ser la poseedora del instrumento musical de cuerda más antiguo encontrado hasta la fecha en Europa, y es Escocia. Una lira o, más bien, lo que queda de ella, datada según la teoría de las Tres edades de Thomsen en las postrimerías de la Edad del Hierro, alrededor del 100-200 a.C., que se encontró en la isla de Skye. La cultura musical de herencia céltica y arraigada en Galicia, aunque mostrada como signo de identidad del pueblo gallego de forma casi explosiva en la transición, se tradujo en grupos musicales de altísima calidad y dimensión internacional.

Pero… ¿Quiénes eran los Celtas?

La etimología de la palabra Celta viene a significar en su acepción más antigua, “héroe”. Hacia el año 2000 a.C., recién acabada la Edad de Bronce, un pueblo guerrero que manejaba la fabricación del hierro, se derramó por Europa. Politeístas, por si acaso no fuera que algún de los dioses estuviera de excursión, veneraban al sol como el factótum de sus vidas, al rayo, por si fueran penalizados con una buena descarga tras hacer una fechoría fuera de lo común, y a la madre naturaleza por lo que les proporcionaba su sustento.

placeholder Bandera intercéltica (Fuente: iStock)
Bandera intercéltica (Fuente: iStock)

Eran una cultura muy avanzada para el momento, y en sus sagas reflejan la sensibilidad de quienes son capaces de describir la naturaleza como una poesía. Cánticos que mencionan temas mágicos en los que el simbolismo está siempre presente. Luciérnagas en procesión, vientos marinos penetrando en los bosques, manantiales de nítidas aguas cristalinas, cantos amables y melódicos de sonido envolvente, casi místico, liturgias de alta espiritualidad; no definen precisamente a un pueblo tosco de barbudos iletrados.

Tenemos, además de estas hebras de identidad, los famosos Rings de Kerry en Irlanda (fortificaciones y a la vez viviendas de estudiada geometría) y los Craigh Na Dun: las piedras enigmáticas de Outlander en Escocia, de la isla de Lewis, de Inverness…

En Bretaña, tenemos uno de los grandes enigmas de la arquitectura antigua, los túmulos de Locmariaquer y los menhires de Carnac con los que se “entrenaba” Obelix. Según cálculos, se cree que para levantar una de estas piedras de cerca de 350 toneladas se necesitaría la concurrencia de 3.000 hombres (o alguna forma de energía desconocida hoy ignorada) y hay que añadir, que todo esto ocurría cuando los egipcios aún no habían aparecido en la historia…

"Hércules, como hijo del dios Zeus, tenía buenos padrinos y se fue en busca del tarambana al que vapuleo durante tres días sin parar ni para repostar un Pulpo a Feira con Albariño"

En el Libro de las Conquistas Irlandesas o Lebor Gabála Érenn, una crónica compilatoria en gaélico de la diáspora celta, se dice que la isla sufrió varias invasiones por parte de los celtas gallegos. Dice, asimismo, que Breogán, a la sazón rey celta que gobernaba en una parte de Galicia, fue el inspirador y promotor de la construcción en el lugar hoy ocupado por La Coruña, de nombre Brigantia y que (sic)… desde la Torre de Hércules se podía ver el sur de Irlanda.

En este punto debemos de pisar con suavidad el ABS, pues, como en todas las leyendas, hay un componente mítico que soporta la relatividad de las verdades, muchas veces construidas en torno a las fuentes orales, muy susceptibles estas de sufrir modificaciones por interpretación (con independencia de lo respetable de esta forma de transmisión, que también por razones obvias y de interpretación, sufren sesgos interesados). Se deduce por fuentes históricas solventes que los romanos, sobre los restos de una antigua construcción, edificaron la hoy famosa torre y faro en el tiempo de su presencia. Por ello, se deduce que la leyenda de Breogan, si las premisas no son erróneas, tiene alguna gotera.

Y me explico; las crónicas cuentan que existió en esos pagos un coloso llamado Gerión que tenía al personal preocupado por sus abusos ante los pacíficos campesinos. Hércules, como hijo del dios Zeus, tenía buenos padrinos y se fue en busca del tarambana al que vapuleo durante tres días con ahínco y sin parar ni para repostar un Pulpo a Feira con Albariño. Tras darle visado al gigante, le cortó la cabeza enterrándola, para a continuación construir una torre conmemorando su victoria. Luego vinieron los romanos, pero que conste que los Celtas ya habían puesto algunas piedras.

Lamentablemente, a pesar de la aportación a la historia (vía investigaciones arqueológicas y rastros indiscutibles de ancestralidad), más allá del estudio de los marcadores y conclusiones de los genetistas, el Congreso Internacional Celta, que tiene como condición sine quae non que los integrantes hablen un idioma con raíces celtas, hace que Galicia no figure ni como miembro honorario entre esa exclusiva comunidad formada por Escocia, Gales, la Isla de Man, Irlanda y la Bretaña francesa. Vamos, que un entorno plagado de estelas y castros no es suficiente crédito. Los nietos han desahuciado al abuelo. Fatal.

Decía Truman Capote que “Siempre hacen más ruido las latas vacías que las llenas. Lo mismo ocurre con los cerebros”. Lo digo por lo de los nietos.

El día que comprendas que lo único que te vas a llevar es lo que has vivido, empezaras a vivir lo que te quieras llevar".

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