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Los díscolos moriscos: cronología de un espinoso asunto
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Los díscolos moriscos: cronología de un espinoso asunto

De la noche a la mañana, los antiguos mudéjares vieron con sorpresa que su pausada tranquilidad era rota por la caprichosa realidad. O se bautizaban o tomaban las de Villadiego

Foto: El Beato Juan de Ribera, por Francisco Domingo Marqués. La obra representa al prelado español San Juan de Ribera (1532-1611), interviniendo en la expulsión de los moriscos
El Beato Juan de Ribera, por Francisco Domingo Marqués. La obra representa al prelado español San Juan de Ribera (1532-1611), interviniendo en la expulsión de los moriscos

Junto al árbol carcomido mil flores reverdecen.

Tao.

El final de Al Andalus no terminó con la abrupta caída del Reino Nazarí de Granada. Tras la victoria final producida por la llamada Reconquista, una de las dos confesiones que habían cohabitado en la península durante cerca de 800 años entró en un proceso de colapso. El intento de integración de aquella enorme comunidad de más de 300.000 musulmanes, fue en vano. Por un lado, los asaltos de los piratas de Berbería en las costas del sur generaban la sensación de que podrían ser usados como una quinta columna por las omnipresentes fuerzas turcas en el Mediterráneo. Por otro lado, la suspicacia derivada de no asumir la condición de cristianos conversos ofrecida por la Corona no acababa de cuajar, pues había una resistencia bastante notable a cambiar de creencias.

Al principio, y tras la pérdida del último bastión musulmán, era oro todo lo que relucía. El viento soplaba a favor y la historia sonreía ampliamente. La larga y centenaria espera para recuperar la totalidad de la península se había traducido en una euforia incontenida, pero…

Foto: Félix de Azara (Wikimedia)

Los mudéjares eran esa minoría residual que llevaba las labores del campo, la gestión de pequeños zocos y el mercado del menudeo. Ser adeptos al islam les privaba del acceso a las universidades y puestos en la administración pública y, por ende, estaban en una situación de descarte en lo concerniente a puestos de gobernanza.

Una década después de la conquista de la capital nazarí, las capitulaciones firmadas por los Reyes Católicos aclaraban que, desde la integridad física, pasando por el respeto a la religión, las costumbres y la lengua, serían respetadas como parte del pacto de rendición. Pero ocurrió que, al parecer, al Cardenal Cisneros el altísimo le habría mostrado con su espada flamígera en ristre que aquellas concesiones habían sido demasiado generosas y que, por lo tanto, había que escarmentar a los del turbante sin muchas contemplaciones.

De la noche a la mañana, los antiguos mudéjares vieron con sorpresa que su pausada tranquilidad era rota por la caprichosa realidad. O se bautizaban o tomaban las de Villadiego. Tres flotas les aguardaban en diferentes puertos de la península para hacerles el viaje más grato. Como es obvio, la inmensa mayoría vieron que el tema iba en serio y abrazaron la religión cristiana sin dudarlo. Los alguaciles estaban ojo avizor por si algún recalcitrante se hacía el sueco.

"Quedaba el tema de los expedientes de limpieza de sangre, que eran el tormento que arrastraban los recién convertidos, pues estos exigían cuatro generaciones de 'pureza'"

Una vez pautada la nueva religión, cristianos nuevos o moriscos ya eran legales y el señor engrosaba sus filas con nuevos adeptos, con lo que la recaudación de la iglesia subió enteros, ya que su enorme gama de servicios podía atender cualquier contingencia. Quedaba el tema de los expedientes de limpieza de sangre, que eran el tormento que arrastraban los recién convertidos, pues estos, exigían cuatro generaciones de “pureza” en los que había que demostrar sin pestañear la ausencia de antecedentes judíos o musulmanes. Sus hábitos culturales, salvo la religión, fueron respetados, su lengua también. La inquisición se puso de perfil con la catequesis, pues las conversiones fueron en masa y el catecismo castellano no había sido traducido. De traca …

Años más tarde, cuando reinaba el adusto rey – emperador Felipe II, muy recio él con sus convicciones religiosas y políticas, negó una prebenda que su padre ya había puesto en práctica, tal que era el pago de un buen puñado de ducados (los moriscos habían pagado hacía cuarenta años 40.000 de ellos, una cantidad más que considerable para la época). Los moriscos intentaron colarle otro gol al hijo, pero este, que era un acérrimo creyente, les negó la mayor. No había disidencia que valiera.

Los moriscos, un poco hartos de tanto cambio de letra en los textos que firmaban, se tiraron al monte. Durante tres años las Alpujarras se convirtieron en campo de batalla donde dirimir una guerra de confesiones y, quizás, del hartazgo ante el incumplimiento de lo convenido. Fue una guerra muy cruenta en la que hubo que convocar a los entrenados tercios de Nápoles y Sicilia. Juan de Austria, con su proverbial habilidad, dio el finiquito a esta rebelión y el problema de estado generado por una ¿guerra civil? quedó resuelto sin más preámbulos tras un incendiario conflicto.

placeholder Desembarco de los moriscos en el Puerto de Orán, pintado en 1613 por Vicente Mostre
Desembarco de los moriscos en el Puerto de Orán, pintado en 1613 por Vicente Mostre

1571 fue un annus horribilis para esta minoría. Dispersa por la ancha Castilla, se intentaba que fueran asimilados por la población local, pero el estigma venía de mochila. El peligro potencial estaba ahí, ya fuera en la realidad cotidiana o en las mentes de la gente o en ambas. A la postre solo era el primer episodio de una funesta y premonitoria crónica que conduciría a otra de las grandes expulsiones de la historia de España.

Toda moneda tiene su envés

Los moriscos en su campo de actuación eran los mejores: gentes comprometidas con el agro. En el levante español y en Andalucía formaban la columna vertebral del campo. La durísima decisión tomada por el Duque de Lerma (valido de Felipe III) en contra de gran parte la aristocracia terrateniente y sus cultivos extensivos (que se nutrían de esta mano de obra cualificada en estas labores), e incluso del propio clero que intentaba dilatar el periodo de adaptación, sería con el tiempo demoledoras

Por su parte, algunos clérigos aragoneses de la diócesis de Segorbe plantearon algunas soluciones tan brutales, como enviarlos a Groenlandia o Terranova en embarcaciones balleneras de alto bordo pilotadas por cántabros y vascos. Como alternativa, se ofrecía una solución más amable, que no era otra que rebanarles sus partes. Pero la cosa no queda ahí, las apariencias engañan y mucho; los había más burros todavía. La cúpula de la orden de Calatrava propuso conducirlos a alta mar y allá dejarlos a su suerte sin alimentos ni agua, una muerte segura. En fin, sin comentarios.

Foto: Restos de edificaciones de la edad de hierro en Castro de Barona (Fuente: iStock)

La trascendencia de aquella decisión marcaría el futuro del país a corto y medio plazo, bordeando en vuelo rasante algo que sin exagerar se podría calificar de desastre. Una parte determinante de la posterior decisión de expulsar a los moriscos recayó en Juan de Ribera, un clérigo con ínfulas de estadista que, en un informe a la Corona, hablaba de la disparada natalidad de la población morisca. Si a esto le añadimos la capciosa valoración de gentes heréticas y de cargos de traición (no probados) por ayudar a los piratas de Berbería, tenemos el coctel perfecto.

Poco a poco, con estos mimbres y de manera discreta, se fue configurando la decisión irrevocable de la expulsión.

Felipe III, muy dado a la caza mayor y a otras zarandajas, les permitió llevarse sus bienes, al igual que los Reyes Católicos hicieran un siglo antes con los judíos. Hablamos de bienes muebles, porque las propiedades físicas de entidad, aparellaje, viviendas, carruajes, etc., no estaban contemplados en la orden.

placeholder Retrato del Duque de Lerma
Retrato del Duque de Lerma

Gentes a las que se les había prometido respeto por su lengua y cultura, fueron defraudados y expropiados de sus ya de por sí complicadas vidas. Asaltantes, estafadores, oportunistas, fueron la constante compañía durante el penoso trayecto para niños, mujeres, ancianos, tullidos y hombres de campo, hechos y derechos. En Berbería una ingente cantidad de esta triste tropa de desheredados, so pretexto de ser renegados (el islam paga con la muerte la renuncia a su propia religión), serían masacrados sin reparo alguno por advenedizos y oportunistas.

Para 1609, en la región de Valencia, prácticamente el 50% de la población era morisca, y al alza por la prolífica natalidad de este colectivo. Un año después, se procedería de idéntica manera en Aragón. Estamos hablando de dos exilios en dos generaciones, que se dice pronto.

"Se estima en alrededor de 300.000 los expulsados, un porcentaje nada desdeñable, si aceptamos el hecho de que eran mano de obra 'cualificada'"

La expulsión, como hemos dicho anteriormente, bordeó en todo momento la catástrofe por el abandono de los campos y la inhabilitación de las cosechas. La regresión demográfica apuntalada por la peste se arrimó para acelerar la tragedia. Pero hubo muchos beneficiados. El propio Duque de Lerma, muñidor e instigador primero de esta sinrazón, se embolsó más de medio millón de ducados del ala, el equivalente para implementar una entera flota de combate.

Se estima en alrededor de 300.000 los expulsados, un porcentaje nada desdeñable, si aceptamos el hecho de que eran mano de obra “cualificada“, esencialmente población laboriosa centrada en el agro y en labores denigrantes que los cristianos” viejos” no aceptaban.

Aprovechando la supuesta disidencia de gentes adaptadas tras las revueltas de las Alpujarras, podemos concluir que la expulsión fue un error de estado cuya condena ya no resuelve nada, pero sí el censurable enriquecimiento de una elite éticamente reprobable. La preocupación de las autoridades del reino por la seguridad del Estado y un argumentario religioso único, aun pudiendo estar fundamentado desde la estrategia de estado y su propia supervivencia, no dejaron de ser elementos parciales del análisis.

Los impulsores de esta dramática decisión sí que saben cuáles fueron los verdaderos beneficios de lo acontecido.

España, suma y sigue.

Junto al árbol carcomido mil flores reverdecen.

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